Fuenteovejuna, una de las obras
favoritas de Lope de Vega, está basada en hechos reales. De acuerdo con la
crónica de Sebastián de Covarrubias, en el siglo XV, los vecinos de
Fuenteovejuna, Andalucía asesinaron a Hernán Pérez de Guzmán, comendador mayor
de Calatrava, a quien acusaban de toda suerte de atropellos. Cuando las
autoridades interrogaron a los lugareños buscando hallar, entre ellos, a los
responsables del magnicidio, no pudieron sacarles otra palabra sino una
lacónica declaración de omertà: —¡Fuenteovejuna lo hizo! ¡Al comendador mayor
lo mataron todos!…
Durante décadas, el sistema político
mexicano funcionó con precisión milimétrica. La dictadura perfecta se
constituía a partir de un axioma invulnerable: “No reelección”. El
presidente saliente podía elegir a su sucesor pero, luego, perdía toda
influencia sobre él, pasaba a retiro. Ésta fórmula ayudó a México exentarse de la
violencia que caracterizó las transiciones de sus vecinos latinoamericanos.
Cuando Rogerio de la Selva, secretario particular de Miguel Alemán, consultó a
Lázaro Cárdenas sobre la conveniencia de hacer una excepción a la regla —no era
casual la consulta ni lo sería la respuesta—, el general, el de mayor
ascendencia moral sobre la familia revolucionaria, le advirtió que siempre que
alguno quisiera perpetuarse en el poder ocasionaría un baño de sangre. —No comparto la teoría de que los hombres sean imprescindibles —le dijo.
En el cénit de su presidencia, Carlos
Salinas de Gortari se creyó imprescindible. Los partidarios de su proyecto
transexenal esgrimían que el buen desempeño del mandatario no debería ser
desperdiciado y que, en democracia, la reelección debería ser decisión del
pueblo; los más locuaces retomaban el alegato de Gonzalo N. Santos a propósito
de la reforma constitucional de 1926, el cual comenzaba diciendo que “la
Revolución no podía permitirse la inutilización permanente de sus líderes”.
Consciente, no obstante, de que pretender la reelección inmediata sería un
exceso de soberbia —la intentona de Gonzalo
Martínez Corbalá de reelegirse como gobernador de San Luis Potosí, vista como
un experimento del salinismo, había generado fuertes críticas— Salinas apostó, mejor, por una
reelección colegiada, un salinato, al cabo del cual volvería, triunfante, abanderando
al nuevo PRI, el partido de la Solidaridad. El presidente hacia
cambios pero no para conservar el poder, como marcaban los cánones, sino
para acumularlo. El desmantelamiento del ancien régime conduciría
a la democracia, según Salinas…
Carlos Salinas de Gortari, fanático de
la intriga, propició el clima enrarecido en medio del cual ocurrió al asesinato
de su delfín, su hijo político, Luis Donaldo Colosio, ésta semana, hace 23
años. Colosio pagó con su vida la ambición desmedida de su patrón.
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