Hybris. Desmesura.
En la mitología griega estaba asociada al intento de los hombres de transgredir
los límites impuestos por los dioses. Ese fue el pecado de Ícaro, Narciso,
Prometeo. Y de Sísifo. El corintio fue más ambicioso que los otros: intentó ser
inmortal. Fracasó en todos sus intentos, por supuesto, y, por su rebeldía, fue
condenado a arrastrar una pesada piedra por la ladera de una montaña. Cada vez
que alcanzara la cima la piedra rodaría cuesta abajo y él tendría que subirla
de nuevo. Y así, por toda la eternidad.
Hasta
el 1 de julio, en Andrés Manuel López Obrador convergían las dos
interpretaciones clásicas del mito de Sísifo, la de Lucrecio, quien relaciona
su trabajo monótono y estéril con el del político desgraciado “que se obstina
por conseguir el poder y no lo consigue nunca”, y la de Albert Camus, más
optimista, que le admirará casi como un héroe porque en su tediosa labor habría
hallado el propósito de su vida, “pues el esfuerzo mismo por alcanzar la cima
basta para llenar su corazón”. Como a Sísifo, a López Obrador los dioses de
la-mafia-del-poder le habían condenado, por su rebeldía, a ser oposición
eternamente. Siendo priísta en Tabasco, los suyos le negaron hacer carrera
acusándole de ser marxista-leninista; siendo jefe de gobierno del Distrito
Federal, Vicente Fox le inventó un juicio de desafuero para descarrilar sus
aspiraciones presidenciales; en 2006, Felipe Calderón le ganó al presidencia, “haiga sido como haiga sido”.
A
diferencia de Sísifo, y por fortuna para su causa, López Obrador no tendrá que
pasar la eternidad arrastrando la piedra. En su tercer intento, ¡por fin!, los
dioses de la-mafia-del-poder le han permitido colocarla en la cima. Así
funcionan las cosas en nuestra mitología: son los dioses quienes dan y quitan.
El dios supremo Enrique Peña Nieto, muy a la altura de las circunstancias, se
apresuró a ponerse a sus órdenes para asegurar “una
transición ordenada y eficiente”. El
éxito de López Obrador, sin embargo, no debe demeritarse: obtuvo el 53% de la
votación, 30 millones de votos, ganando en 31 de las 32 entidades federativas,
en 3 de cada 4 distritos, en 7 de cada 10 casillas; arrastrados por su ola, sus
candidatos ganaron 5 de 9 gubernaturas y 314 ayuntamientos, incluidas 11
capitales, y el control de 18 congresos locales, además de 319 de 500
diputaciones y 69 de 128 senadurías. Nunca, ningún presidente de México tuvo
tanta legitimidad de origen.
Reconciliado
con los dioses de la-mafia-del-poder y con un capital político extraordinario,
López Obrador conducirá a México, dice, hacia su cuarta transformación. Ésta
tendría que ver con el restablecimiento del Estado de Derecho, cosa que solo
puede ser mediante el fortalecimiento de las instituciones aunque esto
contradiga la lógica lopezobradorista/alamanista del poder; con un combate real
a la corrupción; con una nueva cultura de Derechos Humanos, pero, sobre todo,
tendría que ver con una nueva configuración de la clase gobernante. La
violencia que sufrimos nos colocaría más que camino hacia una cuarta
transformación, en una segunda etapa de su antecedente inmediato, la
Revolución. Como en 1928, es preciso que las fuerzas políticas se constituyan
en un nuevo parlamento que ponga orden al caos reglamentado los accesos y el
reparto del poder, pactando los poderes formales y fácticos del Estado,
recuperándose el espíritu de la Constitución de 1917. La cuarta transformación,
bromean, ¡pero del PRI!…
Hemos
entendido mal a Andrés Manuel López Obrador. Igual que el objetivo de Sísifo
nunca fue alcanzar la cima de la montaña sino ser inmortal, el objetivo de
López Obrador nunca ha sido alcanzar el poder sino ocupar un lugar en los
altares junto a Hidalgo, Juárez y Madero —¡ay, güey! —.
El
nuevo reto será del tamaño del triunfo. A partir del 1 de diciembre, los
muertos producto de la violencia, los funcionarios corruptos, ineptos,
ineficientes; las marchas, plantones, bloqueos irán a su cuenta. No será lo
mismo acompañar la protesta social desde la calle que resolver desde palacio.
Ésta vez no habrán enemigos reales ni imaginarios que muevan ninguna cuna.
0 comentarios:
Publicar un comentario