martes, 24 de octubre de 2017

Catalunya y el Minotauro


Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 24 de octubre de 2017.

Jaume Vicens i Vives incluyó en Noticia de Catalunya (1954) una versión novedosa del cuento de Teseo y el Minotauro: —El Minotauro es el poder —escribió. —Hay pueblos que están familiarizados con él y otros que no saben lidiarlo. Éste último es el caso de Catalunya. Desde 2015, Márius Carol ha dedicado muchos de sus editoriales en La Vanguardia a ésta alegoría, al análisis de la relación entre el independentismo catalán (Teseo) y el Minotauro (el Estado español). Hace un par de años dijo sobre Artur Más algo que bien podríamos decir sobre Carles Puigdemont: —La movilización popular (Ariadna) le empujó a adentrarse en el laberinto. No le ha dejado otra salida que acabar con el monstruo.


Desde 2010, las corridas de toros están prohibidas en Catalunya. Inexperto en el arte del maltrato animal, Puigdemont no supo lidiar al Minotauro y éste le embistió; menospreció el poder del Estado español tanto como sobrevaloró la fuerza de la protesta social que le empujaba hacia adelante. El president se perdió en la ruta eslovena; confío en que la protesta social o la transformación de ésta en una guerrilla urbana a la kaleborroka generaría una respuesta violenta del Estado y ésta, a su vez, conduciría a un impasse igualmente costoso para Catalunya, para España y para Europa que solo podría resolverse en la mesa de negociaciones. Desde éste espacio advertíamos sobre la debilidad de una estrategia basada en el ánimo de la calle. Nuevamente, fueron los errores de Mariano Rajoy los que le dieron aire a los independentistas. Los arrestos de Jordi Sánchez y de Jordi Cuixart, de cuyos “días de la marmota carcelarios” da cuenta El Mundo, fueron una bombona de oxígeno para un procés en tiempos de ahogamiento. Insuficiente, ante lo que se venía.


La aplicación del Artículo 155 constitucional, propuesta por un Rajoy que de diálogo entiende poco y avalada por un Felipe VI El Silbado que de democracia entiende menos, y próximamente aprobada por un Senado en el que el PP disfruta de mayoría absoluta, implicará la aniquilación de la autonomía catalana. La disolución del govern, el secuestro del parlament o el control del Estado sobre los Mossso d’Esquadra y sobre TVC supondrán un golpe de Estado contra una autoridad votada y constituida legítimamente con el respaldo del 48% de los catalanes. Rajoy ha entrado en el parlament al grito de ¡Quieto todo el mundo! y, para hacerlo más kafkiano, en un barco de Piolín.


La “restauración del orden constitucional”, leitmotiv de la trama golpista urdida entre La Moncloa y La Zarzuela, resuelve la crisis hispano-catalana en el corto plazo y en lo político, pero la ahonda en el mediano plazo y en lo social. La aplicación del Artículo 155 será contraproducente a lo que proponen los promotores de la convivencia; alejará más a Catalunya de España, a los catalanes de los españoles. ¡La fractura social será gravísima! Rajoy ha prometido convocar a elecciones en Catalunya en un plazo no mayor a seis meses supeditado, en sus palabras, a que haya “normalidad institucional”, una expresión ambigua que añade incertidumbre en cuanto a los tiempos. ¿Qué pasaría si, llegado ese día, volvieran a ganar los independentistas? ¿Aplicaría el 155 una y otra vez hasta que perdieran?…


Cuenta la leyenda que Teseo mató al Minotauro a puñetazos. El héroe habría sido tremendamente fuerte para matar a mano limpia a tremendo monstruo. O, acaso, como sugieren otras versiones, su fuerza estuviera en las armas que le obsequió la incondicional Ariadna.



Sin un hilo congruente entre el govern y la protesta social, Carles Puigdemont se extravió en su laberinto. Los poderes formales del Estado, implacables, lo aplastaron.


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martes, 24 de octubre de 2017

Catalunya y el Minotauro


Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 24 de octubre de 2017.

Jaume Vicens i Vives incluyó en Noticia de Catalunya (1954) una versión novedosa del cuento de Teseo y el Minotauro: —El Minotauro es el poder —escribió. —Hay pueblos que están familiarizados con él y otros que no saben lidiarlo. Éste último es el caso de Catalunya. Desde 2015, Márius Carol ha dedicado muchos de sus editoriales en La Vanguardia a ésta alegoría, al análisis de la relación entre el independentismo catalán (Teseo) y el Minotauro (el Estado español). Hace un par de años dijo sobre Artur Más algo que bien podríamos decir sobre Carles Puigdemont: —La movilización popular (Ariadna) le empujó a adentrarse en el laberinto. No le ha dejado otra salida que acabar con el monstruo.


Desde 2010, las corridas de toros están prohibidas en Catalunya. Inexperto en el arte del maltrato animal, Puigdemont no supo lidiar al Minotauro y éste le embistió; menospreció el poder del Estado español tanto como sobrevaloró la fuerza de la protesta social que le empujaba hacia adelante. El president se perdió en la ruta eslovena; confío en que la protesta social o la transformación de ésta en una guerrilla urbana a la kaleborroka generaría una respuesta violenta del Estado y ésta, a su vez, conduciría a un impasse igualmente costoso para Catalunya, para España y para Europa que solo podría resolverse en la mesa de negociaciones. Desde éste espacio advertíamos sobre la debilidad de una estrategia basada en el ánimo de la calle. Nuevamente, fueron los errores de Mariano Rajoy los que le dieron aire a los independentistas. Los arrestos de Jordi Sánchez y de Jordi Cuixart, de cuyos “días de la marmota carcelarios” da cuenta El Mundo, fueron una bombona de oxígeno para un procés en tiempos de ahogamiento. Insuficiente, ante lo que se venía.


La aplicación del Artículo 155 constitucional, propuesta por un Rajoy que de diálogo entiende poco y avalada por un Felipe VI El Silbado que de democracia entiende menos, y próximamente aprobada por un Senado en el que el PP disfruta de mayoría absoluta, implicará la aniquilación de la autonomía catalana. La disolución del govern, el secuestro del parlament o el control del Estado sobre los Mossso d’Esquadra y sobre TVC supondrán un golpe de Estado contra una autoridad votada y constituida legítimamente con el respaldo del 48% de los catalanes. Rajoy ha entrado en el parlament al grito de ¡Quieto todo el mundo! y, para hacerlo más kafkiano, en un barco de Piolín.


La “restauración del orden constitucional”, leitmotiv de la trama golpista urdida entre La Moncloa y La Zarzuela, resuelve la crisis hispano-catalana en el corto plazo y en lo político, pero la ahonda en el mediano plazo y en lo social. La aplicación del Artículo 155 será contraproducente a lo que proponen los promotores de la convivencia; alejará más a Catalunya de España, a los catalanes de los españoles. ¡La fractura social será gravísima! Rajoy ha prometido convocar a elecciones en Catalunya en un plazo no mayor a seis meses supeditado, en sus palabras, a que haya “normalidad institucional”, una expresión ambigua que añade incertidumbre en cuanto a los tiempos. ¿Qué pasaría si, llegado ese día, volvieran a ganar los independentistas? ¿Aplicaría el 155 una y otra vez hasta que perdieran?…


Cuenta la leyenda que Teseo mató al Minotauro a puñetazos. El héroe habría sido tremendamente fuerte para matar a mano limpia a tremendo monstruo. O, acaso, como sugieren otras versiones, su fuerza estuviera en las armas que le obsequió la incondicional Ariadna.



Sin un hilo congruente entre el govern y la protesta social, Carles Puigdemont se extravió en su laberinto. Los poderes formales del Estado, implacables, lo aplastaron.


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