jueves, 21 de junio de 2018

Puebla: La campaña asimétrica



Las campañas en Puebla han tocado a su fin de manera prematura. Dos hechos han contribuido a su acortamiento. En primer lugar, la coincidencia del proceso electoral con el mundial de fútbol, algo que ocurre cada 12 años. Agotados los debates presidenciales y otorgando las encuestas al puntero una ventaja que parece insalvable, en cuanto el balón mundialista comenzó a rodar la atención del país se centró en los once de verde que corren tras de él. En segundo lugar, el cierre de campaña local de Andrés Manuel López Obrador, el 23 de junio. La primera visita del Midas electoral a la capital del estado opacará cualquier actividad política posterior, tanto de la aberrante coalición MORENA-PT-PES, obligada a exprimirle hasta la última gota de capital político al evento, como de la no más natural alianza PAN-PRD-MC, incapaz de realizar un cierre semejante.

En los 60 días cortos que ha durado, la campaña en Puebla ha probado ser una guerra asimétrica. En un contexto bélico, según la definición de Andrew J. R. Macks, en Why big nations lose small wars? (1975), porasimetría se entiende que entre las fuerzas en combate “existe una disparidad significativa en poder”, es decir, un abismo entre una y otra en cuanto a su capacidad militar, ejército, armamento, economía, propaganda. Por esquematizar, la campaña de Puebla se trata del enfrentamiento, más o menos en serio, entre un Rafael Moreno Valle que se lo juega todo y que tiene a su disposición el aparato del Estado y sus inagotables recursos humanos y materiales, los programas sociales, los organismos electorales, los partidos políticos, los medios de comunicación suscriptores del tripack contra un lopezobradorismo heterogéneo, más numeroso y más voluntarioso pero malamente organizado y pobremente pertrechado.

La asimetría se ha reflejado claramente en la elección a la presidencia municipal de Puebla. Como botón de muestra, lo ocurrido el 9 de junio en la U. H. Agua Santa. Ese día coincidieron los eventos de los Rivera, de Eduardo y de Claudia —sin parentesco—. Él organizó un recorrido por la colonia acompañado por doscientos brigadistas, pagados, por supuesto; en el camino repartió toda suerte de enseres, camisetas, bolsas, delantales, tortilleros —las malas lenguas asegurarán sin aportar ninguna prueba que, además, repartió dinero—; ella, por su parte, organizó un mitin en la explanada al que acudieron ochocientos vecinos, además de dos docenas de colaboradores; ahí los esperaba un payaso repartiendo globos —las lenguas mal informadas llamarán “feria” a un solitario inflable y a una comilona de chalupas—. Para un observador ingenuo el evento de Claudia habría sido superior, pues habría “tocado los corazones” de los poblanos; para un observador más experimentado, al contrario, el de Eduardo habría significado una manifestación de músculo calculada para arruinarle la mañana a la de enfrente. Un testigo lo resumió magníficamente: —Si estos cuates[, los panistas,] se gastan $40 mil un sábado, ¡cuánto se gastarán el día de la elección!

Vista desde afuera, la campaña en Puebla capital ha rayado en lo mundano, careciendo de imaginación y de creatividad; no han habido, ni cabe ya esperarlos a última hora como un grandioso Deus ex machinaque nos rescate del aburrimiento, golpes de efecto que atraigan la atención del gran público. Cuando no queda más que hacer que esperar a que llegue el 1 de julio, las encuestas colocan a ambos, a Eduardo y a Claudia, en empate técnico. Lo romperá la maquinaria morenovallista, especializada en la movilización y en la ¿defensa? del voto, o la ola de López Obrador, cuyos alcances son insospechados. Probablemente, ocurra lo primero. Se escucha un runrún de elección de Estado, de fraude electoral: —Estamos seguros que en unas elecciones limpias ganaríamos, pero éstas no serán unas elecciones limpias —aseguraba Luis Miguel Barbosa, en febrero—. Lo de Puebla empieza a parecerse mucho a lo del Estado de México…

Trastocando la agenda de todos, Andrés Manuel López Obrador cerrará la campaña en Puebla en la muy morenovallista Plaza de la Victoria cívica. ¿A quién hay que pedirle permiso para realizar un acto político en tan emblemático escenario?

¡Mejor en el periférico, Andrés Manuel!

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 21 de junio de 2018.

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jueves, 21 de junio de 2018

Puebla: La campaña asimétrica



Las campañas en Puebla han tocado a su fin de manera prematura. Dos hechos han contribuido a su acortamiento. En primer lugar, la coincidencia del proceso electoral con el mundial de fútbol, algo que ocurre cada 12 años. Agotados los debates presidenciales y otorgando las encuestas al puntero una ventaja que parece insalvable, en cuanto el balón mundialista comenzó a rodar la atención del país se centró en los once de verde que corren tras de él. En segundo lugar, el cierre de campaña local de Andrés Manuel López Obrador, el 23 de junio. La primera visita del Midas electoral a la capital del estado opacará cualquier actividad política posterior, tanto de la aberrante coalición MORENA-PT-PES, obligada a exprimirle hasta la última gota de capital político al evento, como de la no más natural alianza PAN-PRD-MC, incapaz de realizar un cierre semejante.

En los 60 días cortos que ha durado, la campaña en Puebla ha probado ser una guerra asimétrica. En un contexto bélico, según la definición de Andrew J. R. Macks, en Why big nations lose small wars? (1975), porasimetría se entiende que entre las fuerzas en combate “existe una disparidad significativa en poder”, es decir, un abismo entre una y otra en cuanto a su capacidad militar, ejército, armamento, economía, propaganda. Por esquematizar, la campaña de Puebla se trata del enfrentamiento, más o menos en serio, entre un Rafael Moreno Valle que se lo juega todo y que tiene a su disposición el aparato del Estado y sus inagotables recursos humanos y materiales, los programas sociales, los organismos electorales, los partidos políticos, los medios de comunicación suscriptores del tripack contra un lopezobradorismo heterogéneo, más numeroso y más voluntarioso pero malamente organizado y pobremente pertrechado.

La asimetría se ha reflejado claramente en la elección a la presidencia municipal de Puebla. Como botón de muestra, lo ocurrido el 9 de junio en la U. H. Agua Santa. Ese día coincidieron los eventos de los Rivera, de Eduardo y de Claudia —sin parentesco—. Él organizó un recorrido por la colonia acompañado por doscientos brigadistas, pagados, por supuesto; en el camino repartió toda suerte de enseres, camisetas, bolsas, delantales, tortilleros —las malas lenguas asegurarán sin aportar ninguna prueba que, además, repartió dinero—; ella, por su parte, organizó un mitin en la explanada al que acudieron ochocientos vecinos, además de dos docenas de colaboradores; ahí los esperaba un payaso repartiendo globos —las lenguas mal informadas llamarán “feria” a un solitario inflable y a una comilona de chalupas—. Para un observador ingenuo el evento de Claudia habría sido superior, pues habría “tocado los corazones” de los poblanos; para un observador más experimentado, al contrario, el de Eduardo habría significado una manifestación de músculo calculada para arruinarle la mañana a la de enfrente. Un testigo lo resumió magníficamente: —Si estos cuates[, los panistas,] se gastan $40 mil un sábado, ¡cuánto se gastarán el día de la elección!

Vista desde afuera, la campaña en Puebla capital ha rayado en lo mundano, careciendo de imaginación y de creatividad; no han habido, ni cabe ya esperarlos a última hora como un grandioso Deus ex machinaque nos rescate del aburrimiento, golpes de efecto que atraigan la atención del gran público. Cuando no queda más que hacer que esperar a que llegue el 1 de julio, las encuestas colocan a ambos, a Eduardo y a Claudia, en empate técnico. Lo romperá la maquinaria morenovallista, especializada en la movilización y en la ¿defensa? del voto, o la ola de López Obrador, cuyos alcances son insospechados. Probablemente, ocurra lo primero. Se escucha un runrún de elección de Estado, de fraude electoral: —Estamos seguros que en unas elecciones limpias ganaríamos, pero éstas no serán unas elecciones limpias —aseguraba Luis Miguel Barbosa, en febrero—. Lo de Puebla empieza a parecerse mucho a lo del Estado de México…

Trastocando la agenda de todos, Andrés Manuel López Obrador cerrará la campaña en Puebla en la muy morenovallista Plaza de la Victoria cívica. ¿A quién hay que pedirle permiso para realizar un acto político en tan emblemático escenario?

¡Mejor en el periférico, Andrés Manuel!

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 21 de junio de 2018.

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