Columna Un Nuevo Comienzo
Desarrollar
una visión y construir el destino de nuestros jóvenes
Alberto Jiménez Merino
Secretario Ejecutivo del
Consejo Técnico
Nacional Consultivo de la CNC
En México, 4.1 millones de
niños y adolescentes, entre 3 y 17 años no asisten a la escuela de acuerdo con
un informe del Fondo de las Naciones Unidad para la Infancia (UNICEF, por sus
siglas en inglés) 2016.
Lo anterior incluye a 1.3
millones de niños de 3 años, equivalente a 60 de cada 100, que no fueron
inscritos a preescolar al igual que otros 500 mil de 4 años de edad, según un
estudio del Instituto Nacional de Evaluación para la educación (INEE) 2014.
Este último estudio, indica
que 57 de cada 100 niños que se inscriben a preescolar, abandonan la escuela
antes de terminar la preparatoria. Los más afectados son los de familias más
pobres, indígenas, discapacitados o de zonas rurales.
No obstante que existe una
ley que hace obligatorio el preescolar, muchos padres se resisten a enviar a
sus hijos porque aún están muy chiquitos y solo se va a jugar. Otros no lo
hacen porque viven en poblados muy alejados y dispersos.
Muchos más no lo hacen por
ignorancia y porque los niños deben ayudar en las tareas y trabajo que realizan
los padres que tampoco cuentan con recursos económicos para enviarlos a la
escuela. Además, ignoran la importancia de la convivencia y el desarrollo que
aporta relacionarse con otros niños.
Estudios científicos
confirman que el 90 por ciento de las capacidades de los niños se pierden antes
de los 5 años por falta de estímulo. Otros
estudios aseguran que a los 5 años, 98 de cada 100 niños fueron
considerados genios; pero a los 10 años sólo eran 60 y únicamente 37 a los 15
años. Esto es atribuido a acciones inhibidoras por parte de padres y maestros.
Yo ingresé a la escuela
cuando tenía 7 años porque no había preescolar en mi pueblo y también porque
debía ayudar en las labores de la casa y los trabajos del campo. De hecho, mis
padres olvidaron inscribirme a los 6 años por falta de tiempo.
Es muy importante para un
ser humano desarrollar una visión, ver con la mente, imaginar lo que va a
suceder y hacer que se realice. Las grandes realizaciones humanas primero
fueron un pensamiento. No se puede hacer lo que no se ha imaginado.
Y para desarrollar esta
visión es muy importante tomar en cuenta los mensajes de la vida. Siempre están
llegando aunque no nos demos cuenta. Algunos ejemplos de estos mensajes que
recibí en la infancia giran en torno al rio mixteco. No los entendí.
Un 10 de mayo como a las 3
de la tarde, nos estábamos bañando para ir a la celebración del día de la madre
y una mini avenida del río llegó y frente a nosotros provocó que se juntaran
cientos de peces en la orilla por las aguas revueltas. Pescamos muchos, pero no
captamos el mensaje de la riqueza del rio.
Otro día el rio subió su
nivel, se desbordó y se metió a nuestro cultivo de maíz. Ya habían elotes. Los
cosechamos mi padre y yo, mi mamá los hizo tamales y los fui a vender a donde
los autos no podían pasar por la creciente y la gente requería alimentarse. No
nos dimos cuenta del mensaje de aprovechar las circunstancias en futuros
eventos.
De manera circunstancial
aprendí a pescar, con un anzuelo viejo que mi abuelo guardaba. Conseguí varios peces
que sirvieron para alimentarnos y uno de ellos, el más grande, lo fui a vender
obteniendo así mis primeros ingresos. La pesca era marginal porque siempre
había tareas que cumplir. No captamos el mensaje sobre la importancia de la
pesca y ya desde entonces, de la acuacultura.
La visión debe ser alentada
por la interrelación con otros, en un proceso de aprendizaje conjunto, en
equipos. Nadie sabe todo, todos los días se aprende de todos. Necesitamos alentar
a niños y jóvenes para lograrla.
Las enseñanzas de nuestros
padres, la de nuestros maestros, los mensajes de vida que recibimos
diariamente, la información de los libros y las experiencias de las personas que
conocemos, son las fuentes más importantes de inspiración para crear una visión
que solo surge del interior. No se puede comprar.
Sin una visión es imposible
desarrollarse. Por eso, primero hay que asegurar que nuestros niños y jóvenes
vayan a la escuela. Y en la escuela más que otra cosa, hay que enseñarlos a
reconocer los problemas, a pensar, a imaginar, a fortalecer su carácter, a
tomar decisiones, mostrarles casos de éxito y ejemplos de solución. Pero si
nada de eso se puede, díganles lo que pueden llegar a ser y lo que pueden
lograr. Hay que ayudarlos a desarrollar una visión clara de la vida. Establecer
sus metas y hacer que las cosas sucedan.
Cada uno construye su
destino, nuestra tarea es proporcionar la información y las herramientas indispensables para
decidirlo. Es una tarea de las familias, la escuela, pero fundamentalmente, es
una tarea del gobierno y de la política pública.
La formación de nuestros
niños y jóvenes no tiene colores partidistas. Sería muy lamentable que alguien se los ponga.
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