Columna Un Nuevo Comienzo
Las
prioridades nacionales 2021 y el campo mexicano
Alberto Jiménez Merino
Secretario
Ejecutivo del Consejo Técnico
Nacional
Consultivo de la CNC
Al cierre del 2017 el campo
mexicano generó ingresos de exportaciones por 32 mil 583 millones de dólares (MDD),
lo cual convierte al sector agroalimentario en un potente generador de divisas
que ya superan a las obtenidas por remesas, venta de petróleo y turismo, según
datos del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) de la SAGARPA,
del año 2018.
No obstante que muchas
exportaciones se realizan en forma indirecta y que corresponden a sectores de
gran integración organizacional como el tequila y la cerveza, no podemos dejar
de destacar la importancia de este logro que no ocurría hace décadas y el gran
potencial que el campo tiene como motor del desarrollo nacional.
Las evidencias demuestran
que el crecimiento agroalimentario no solo es eficaz para aliviar la pobreza
rural, sino que es más eficaz que el crecimiento industrial para reducir la
pobreza urbana. Así, un aumento del 10 por ciento de la productividad agrícola
está asociado a aumentos de 9 a 10.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB)
per cápita. En cambio, un aumento de la productividad de las manufacturas se
vincula solamente a un incremento de 1.5 a 2.6 por ciento del PIB per cápita en
varios países según indica Houck, 1986 y Vollrath, 1994, citados por Muñoz y
otros, 2018.
Las actividades primarias
ocupan el 92 por ciento del territorio nacional y el 77 del agua dulce
disponible; es la tercera fuente de ocupación y empleo de los mexicanos con el
13 por ciento de la Población Económicamente Activa. Del campo provienen los alimentos y el agua para los centros de
población, de su viabilidad depende la viabilidad de las ciudades.
Todo este desconocimiento
sobre la importancia del campo mexicano ha derivado en valoraciones negativas
que lo han mantenido en la marginalidad presupuestal, siempre entre las últimas
prioridades en los tres órdenes de gobierno, sobretodo porque las necesidades
de otros sectores como los servicios públicos, infraestructura, seguridad
pública y obras emblemáticas, demandan grandes cantidades de recursos.
Los principales problemas
del campo son el tamaño reducido de parcelas, el incipiente desarrollo
organizacional, la dependencia de lluvias en el 80 por ciento de la superficie
agrícola, la avanzada edad de los campesinos y su reducida escolaridad, altos
costos de insumos que derivan en altos costos de producción, problemas de aguas
residuales y basura que afecta a las unidades productivas, falta de paquetes
tecnológicos, bajos rendimientos, aplicación de insumos de más y trabajo
innecesario, deterioro y contaminación del suelo y agua.
Asimismo, las principales
necesidades de los productores son la dotación de servicios técnicos de
calidad, capacitación, acompañamiento y asistencia técnica. Requieren de
maquinaria, equipamiento, tecnología y financiamiento. Solo la falta de asistencia técnica provoca la pérdida anual de mil
pesos por hectárea en insumos de más y trabajo innecesario, unos 20 mil
millones de pesos a nivel nacional.
No obstante que la
importancia del campo mexicano parece evidente y del dominio de autoridades que
prometieron atender primero a los pobres, esta semana nos encontramos que el
presupuesto destinado al sector agroalimentario a través de la Secretaria de
Agricultura y Desarrollo Rural es de solo 49 mil millones que contrasta con los
82 mil asignados en el 2018.
Se puede observar que el
campo es el gran sector sacrificado del Presupuesto de Egresos de la Federación
(PEF) 2021, que no contempla apoyos para seguro catastrófico aún cuando los
desastres naturales van en aumento, proyectos de mujeres rurales,
comercialización agropecuaria, impulso a la ganadería, proyectos y necesidades
regionales, capacitación y asesoría técnica, financiamiento agropecuario y la
eliminación de 17 programas del PEF 2021.
Ahora el poder ejecutivo y
el poder legislativo no pudieron
apoyar a este importante sector de la economía nacional. Más bien no quisieron,
tal vez porque lo consideran rico o corrupto para no cambiar el discurso
sexenal.
Sus prioridades no están en
los problemas nacionales; a juzgar por la orientación del presupuesto parece
que las prioridades son eminentemente electorales.
Esto coincide exactamente
con lo expresado por M. Olson: las
naciones producen dentro de sus fronteras no aquello que la dotación de
recursos permite, sino aquello que las instituciones y las políticas públicas
determinan.
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