lunes, 21 de julio de 2025

Nuevos Horizontes


 

Miguel Jiménez, sembrador de sandías y desarrollo 

                                                                                             Alberto Jiménez Merino

En Tehuitzingo, Puebla, Urbano Aguilar cosechó 64 toneladas de sandía por hectárea en 2022, cuando el promedio regional de la mixteca poblana no ha llegado a 30. Lo hizo con gran apoyo técnico, riego por goteo y esfuerzo financiero familiar, con agua de la Presa Boqueroncitos, primera presa entubada por la Comisión Nacional del Agua en 2018. Asegura haber aprendido el cultivo, de su amigo Miguel Jiménez Véliz. Por ello, el día de su sepelio llegó muy temprano acompañado de una banda musical a despedir a su amigo.

Miguel Jiménez Véliz nació en Tecomatlán, en 1935, y vivió para sembrar maíz, frijol, calabaza, cacahuate, chile verde, jitomate, melón, ajonjolí, papaya, tomate verde, entre otros. Un día me dijo, vamos a sembrar maíz, frijol y calabaza asociados: milpa mexicana; porque si hay buena lluvia tendremos de todo, pero si hay sequía, por lo menos habrá frijol y calabaza, que requieren menos agua para producir.

Sembraba de temporal y riego. Utilizó la noria mixteca, una especie de rueda de la fortuna movida por la corriente del río mixteco para subir el agua en cantaros hacia un sistema de canoas y canales que la llevaban a las parcelas. Después, en 1966 llegaron las motobombas para el río y para los pozos. Se olvidaron las norias.

En aquel tiempo no había tractores, igual que ahora. La preparación de la tierra y el cultivo se hacían con yunta de toros que llevábamos a pastar de las 4:00 a las 6:00 a.m., trabajaban y volvían a comer después de las 4:00 o 5:00 p.m. hasta el anochecer. Así obtuve mis primeras lecciones de vida: preparar la tierra y la semilla, sembrar, regar, retener la lluvia, alimentar animales, conseguir leña, conseguir y acarrear agua, pescar, conocí los agaves espadín y pichomel, guardar forraje, y muchas actividades del campo que permitieron identificar mi vocación por la agronomía.

Un día de octubre de 1966 subimos al cerro de Tezoquipan a buscar hojas de agave espadín. Al regreso, en la casa, las rajamos en tiras, las pusimos a secar y a los ocho días, las remojamos para amarrar los manojos o gavillas de ajonjolí que se ponen a secar después de cortar para obtener el grano. Otras hojas las raspamos en una piedra con un palo de madera para obtener fibra y hacer cuerdas de uso diverso.

De igual forma, un día, un toro ya no se quiso levantar, supusimos que tendría algún alambre en la “panza”. Fuimos a buscar pencas de agave pichomel, las hervimos y le dimos de tomar pensando en cicatrizar supuestas heridas.

Estos son los antecedentes más añejos que tengo del agave y que, con el apoyo del gobernador Melquiades Morales, en el año 2000, permitieron la creación del programa mezcalero de Puebla.

Miguel Jiménez Véliz, vivió la falta de servicios básicos y para la producción: agua, salud, caminos, capacitación y acompañamiento técnico e innovación, desarrollo organizacional, maquinaria, insumos, tecnología, infraestructura de acopio y transformación para crear los volúmenes que requiere el mercado. Esto lo orilló a emigrar a Nueva York en 1986 y regresó en 1989.

La falta de servicios para la producción y las principales actividades económicas, son un vacío que lleva muchas décadas en las comunidades y no forma parte de los contenidos educativos ni de las políticas públicas con fuerte tendencia a la entrega de apoyos económicos y menosprecio por el fomento productivo. Por ello, reconozco y felicito al gobernador, Alejandro Armenta, que hoy apoye con insumos agrícolas, módulos de maquinaria pesada y módulos de maquinaria agrícola para el desarrollo comunitario, económico y ambiental.

Miguel tenía un especial cariño por el cultivo de sandía. Ya había sembrado todos los terrenos posibles en Xantoxtla, San Miguel de Lozano y Atempan, en Tecomatlán. Orientado por Austreberto Rosas Guerrero, q.e.p.d., me preguntó si yo quería seguir estudiando, y tras mi respuesta, me gestionó una beca para llegar a un internado en Tlaxcala a estudiar el sexto año de primaria. En 1971, cuando yo salí a estudiar, él también se fue con todo y familia, de la que era uno de los pilares, a Tehuitzingo; allí se avecindó y fue el primer sembrador de sandía en la historia agrícola del lugar. Obtuvo sandías hasta de 26 kg.

Con la ilusión que muchos productores tienen de vender directamente al consumidor, Miguel rentó un día un camión y se fue a la Central de Abasto de Iztapalapa. Llegó a las 11:00 p.m. Empezó el movimiento comercial a las 2:00 a.m. Le ofrecieron comprarle a 1 peso el kilogramo de sandía, pero en el pueblo estaba a 1.20. Pensó que más tarde vendería mejor. Terminó vendiendo a 80 centavos a las 4:00 a.m., con la presión de desalojar el lugar. Me contó que de ida tres agentes de tránsito le pidieron para el refresco y otros tres de regreso. La eliminación de intermediarios, en condiciones de agricultura de minifundio, solo es posible bajo contrato, formando volúmenes mínimos entre varios productores lo cual requiere infraestructura y financiamiento para la producción y el almacenamiento.

En otra de sus facetas de sembrador, Miguel Jiménez Véliz fue también el primer sembrador de praderas en la mixteca poblana. En 1991, en el predio Palo Blanco de Miguel Yzita Méndez, se sembraron por primera vez en la historia ganadera de la mixteca las primeras 5 hectáreas de pasto Buffel y 2 de pasto Llanero. Así nació el Programa bordos pasto y ganado: praderas y represas en el gobierno de Manuel Bartlett Díaz, de 1993 a 1999, en donde se sembraron más de 10,000 hectáreas y se realizaron 1,200 obras de captación de agua, lo que permitió alargar el periodo de ordeña de las vacas de noviembre a febrero, más crías y más carne, más fauna silvestre y recarga de acuíferos regionales.  

Aunado a esto, Miguel, el sembrador de sandias y pastos, también cultivó muchos amigos en su vida. Por eso el pasado viernes 10 de julio lo sembramos en el panteón municipal de Tehuitzingo, con la esperanza de que su ejemplo desarrollador germine y se multiplique. A nombre de mi familia agradecemos todas sus atenciones.

¡¡¡Hasta pronto, papá, algún día nos volveremos a encontrar para seguir sembrando...!!!


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Miguel Jiménez, sembrador de sandías y desarrollo 

                                                                                             Alberto Jiménez Merino

En Tehuitzingo, Puebla, Urbano Aguilar cosechó 64 toneladas de sandía por hectárea en 2022, cuando el promedio regional de la mixteca poblana no ha llegado a 30. Lo hizo con gran apoyo técnico, riego por goteo y esfuerzo financiero familiar, con agua de la Presa Boqueroncitos, primera presa entubada por la Comisión Nacional del Agua en 2018. Asegura haber aprendido el cultivo, de su amigo Miguel Jiménez Véliz. Por ello, el día de su sepelio llegó muy temprano acompañado de una banda musical a despedir a su amigo.

Miguel Jiménez Véliz nació en Tecomatlán, en 1935, y vivió para sembrar maíz, frijol, calabaza, cacahuate, chile verde, jitomate, melón, ajonjolí, papaya, tomate verde, entre otros. Un día me dijo, vamos a sembrar maíz, frijol y calabaza asociados: milpa mexicana; porque si hay buena lluvia tendremos de todo, pero si hay sequía, por lo menos habrá frijol y calabaza, que requieren menos agua para producir.

Sembraba de temporal y riego. Utilizó la noria mixteca, una especie de rueda de la fortuna movida por la corriente del río mixteco para subir el agua en cantaros hacia un sistema de canoas y canales que la llevaban a las parcelas. Después, en 1966 llegaron las motobombas para el río y para los pozos. Se olvidaron las norias.

En aquel tiempo no había tractores, igual que ahora. La preparación de la tierra y el cultivo se hacían con yunta de toros que llevábamos a pastar de las 4:00 a las 6:00 a.m., trabajaban y volvían a comer después de las 4:00 o 5:00 p.m. hasta el anochecer. Así obtuve mis primeras lecciones de vida: preparar la tierra y la semilla, sembrar, regar, retener la lluvia, alimentar animales, conseguir leña, conseguir y acarrear agua, pescar, conocí los agaves espadín y pichomel, guardar forraje, y muchas actividades del campo que permitieron identificar mi vocación por la agronomía.

Un día de octubre de 1966 subimos al cerro de Tezoquipan a buscar hojas de agave espadín. Al regreso, en la casa, las rajamos en tiras, las pusimos a secar y a los ocho días, las remojamos para amarrar los manojos o gavillas de ajonjolí que se ponen a secar después de cortar para obtener el grano. Otras hojas las raspamos en una piedra con un palo de madera para obtener fibra y hacer cuerdas de uso diverso.

De igual forma, un día, un toro ya no se quiso levantar, supusimos que tendría algún alambre en la “panza”. Fuimos a buscar pencas de agave pichomel, las hervimos y le dimos de tomar pensando en cicatrizar supuestas heridas.

Estos son los antecedentes más añejos que tengo del agave y que, con el apoyo del gobernador Melquiades Morales, en el año 2000, permitieron la creación del programa mezcalero de Puebla.

Miguel Jiménez Véliz, vivió la falta de servicios básicos y para la producción: agua, salud, caminos, capacitación y acompañamiento técnico e innovación, desarrollo organizacional, maquinaria, insumos, tecnología, infraestructura de acopio y transformación para crear los volúmenes que requiere el mercado. Esto lo orilló a emigrar a Nueva York en 1986 y regresó en 1989.

La falta de servicios para la producción y las principales actividades económicas, son un vacío que lleva muchas décadas en las comunidades y no forma parte de los contenidos educativos ni de las políticas públicas con fuerte tendencia a la entrega de apoyos económicos y menosprecio por el fomento productivo. Por ello, reconozco y felicito al gobernador, Alejandro Armenta, que hoy apoye con insumos agrícolas, módulos de maquinaria pesada y módulos de maquinaria agrícola para el desarrollo comunitario, económico y ambiental.

Miguel tenía un especial cariño por el cultivo de sandía. Ya había sembrado todos los terrenos posibles en Xantoxtla, San Miguel de Lozano y Atempan, en Tecomatlán. Orientado por Austreberto Rosas Guerrero, q.e.p.d., me preguntó si yo quería seguir estudiando, y tras mi respuesta, me gestionó una beca para llegar a un internado en Tlaxcala a estudiar el sexto año de primaria. En 1971, cuando yo salí a estudiar, él también se fue con todo y familia, de la que era uno de los pilares, a Tehuitzingo; allí se avecindó y fue el primer sembrador de sandía en la historia agrícola del lugar. Obtuvo sandías hasta de 26 kg.

Con la ilusión que muchos productores tienen de vender directamente al consumidor, Miguel rentó un día un camión y se fue a la Central de Abasto de Iztapalapa. Llegó a las 11:00 p.m. Empezó el movimiento comercial a las 2:00 a.m. Le ofrecieron comprarle a 1 peso el kilogramo de sandía, pero en el pueblo estaba a 1.20. Pensó que más tarde vendería mejor. Terminó vendiendo a 80 centavos a las 4:00 a.m., con la presión de desalojar el lugar. Me contó que de ida tres agentes de tránsito le pidieron para el refresco y otros tres de regreso. La eliminación de intermediarios, en condiciones de agricultura de minifundio, solo es posible bajo contrato, formando volúmenes mínimos entre varios productores lo cual requiere infraestructura y financiamiento para la producción y el almacenamiento.

En otra de sus facetas de sembrador, Miguel Jiménez Véliz fue también el primer sembrador de praderas en la mixteca poblana. En 1991, en el predio Palo Blanco de Miguel Yzita Méndez, se sembraron por primera vez en la historia ganadera de la mixteca las primeras 5 hectáreas de pasto Buffel y 2 de pasto Llanero. Así nació el Programa bordos pasto y ganado: praderas y represas en el gobierno de Manuel Bartlett Díaz, de 1993 a 1999, en donde se sembraron más de 10,000 hectáreas y se realizaron 1,200 obras de captación de agua, lo que permitió alargar el periodo de ordeña de las vacas de noviembre a febrero, más crías y más carne, más fauna silvestre y recarga de acuíferos regionales.  

Aunado a esto, Miguel, el sembrador de sandias y pastos, también cultivó muchos amigos en su vida. Por eso el pasado viernes 10 de julio lo sembramos en el panteón municipal de Tehuitzingo, con la esperanza de que su ejemplo desarrollador germine y se multiplique. A nombre de mi familia agradecemos todas sus atenciones.

¡¡¡Hasta pronto, papá, algún día nos volveremos a encontrar para seguir sembrando...!!!


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