jueves, 4 de febrero de 2016

El poder de una queja Por Rafael Méndez Martínez


@rafamendezpsic

Te has escuchado durante un día entero ¿cuántas veces te quejas? Sea porque el despertador no sonó, por el tráfico de todas las mañanas, por el desayuno,  el estacionamiento, los pendientes del trabajo o del hogar, los hijos o la pareja, etcétera. Hay un sin fin de situaciones a las que nos exponemos día con día en las que es  muy común realizar esta práctica.

Cuando el quejarnos ayuda a mejorar la  situación que nos afecta directamente y al hacer la queja ayuda a mejorarla, entonces estamos reclamando nuestros derechos con un propósito. Sin embargo cuando la queja no es propositiva, lejos de ayudarnos a afrontar la situación, cargamos de emociones negativas nuestro pensamiento afianzando aquello por lo que no estamos conforme.

El acto de quejarnos se convierte pues como un pequeño guion teatral, donde al quejarnos nos situamos en el papel de víctima reclamando, frustrándonos o enojándonos con los otros o en el peor de los casos con nosotros mismos. En otros casos podemos llegar hasta a hacer un berrinche y en el extremo de esos casos estamos perdiendo nuestra responsabilidad, dirección y poder interior (energía) para poder resolver con nuestros propios medios dicha situación que nos aqueja. Nos estamos autodenigrando sin ser conscientes de ello, ya que cuando nos quejamos vibramos en una sintonía baja, donde el enojo y la repulsión son los protagonistas que nos aquejan.

Un quejoso pasivo está acostumbrado a las quejas y ello no le sirve de nada, sólo  frena y aletarga  determinado hecho. Lo contrario de todo esto,  al hacer frente a la situación  que nos aqueja tómanos una actitud activa cuando se puede, en lugar de quejarnos habremos avanzado. Y si no podemos hacer nada para cambiar ese momento podemos elegir nuestra actitud frente a aquello que no está en nuestras manos.

Los pensamientos que tenemos a diario de alguna manera tienen la libertad de surgir conforme  llegan a nosotros sin poderlos escoger. Y aunque parece que lo que decimos funciona de la misma manera no es así. Nuestras palabras que emitimos si las elegimos con toda nuestra conciencia.

La palabra es la reacción de lo que pensamos, ya que el proceso de comunicación requiere una construcción previa para poder ser transmitido eligiendo lo que queremos decir.

Ahora bien si podemos elegir lo que decimos entonces tenemos la capacidad para poder frenar nuestras quejas. Es complicado hacer de esto un hábito, la queja en nuestras vidas y en nuestro alrededor tiene un gran peso, todo lo que sale de nosotros tiene un efecto que por lo general no es productivo

Generemos palabras y acciones que nos expliquen y construyan, dejando a lado nuestras quejas tomando las riendas de nuestras palabras eligiendo lo mejor para nosotros mismos. Bien dice el dicho popular " no te quejes por nada" y mejor agradece.


0 comentarios:

Publicar un comentario

jueves, 4 de febrero de 2016

El poder de una queja Por Rafael Méndez Martínez


@rafamendezpsic

Te has escuchado durante un día entero ¿cuántas veces te quejas? Sea porque el despertador no sonó, por el tráfico de todas las mañanas, por el desayuno,  el estacionamiento, los pendientes del trabajo o del hogar, los hijos o la pareja, etcétera. Hay un sin fin de situaciones a las que nos exponemos día con día en las que es  muy común realizar esta práctica.

Cuando el quejarnos ayuda a mejorar la  situación que nos afecta directamente y al hacer la queja ayuda a mejorarla, entonces estamos reclamando nuestros derechos con un propósito. Sin embargo cuando la queja no es propositiva, lejos de ayudarnos a afrontar la situación, cargamos de emociones negativas nuestro pensamiento afianzando aquello por lo que no estamos conforme.

El acto de quejarnos se convierte pues como un pequeño guion teatral, donde al quejarnos nos situamos en el papel de víctima reclamando, frustrándonos o enojándonos con los otros o en el peor de los casos con nosotros mismos. En otros casos podemos llegar hasta a hacer un berrinche y en el extremo de esos casos estamos perdiendo nuestra responsabilidad, dirección y poder interior (energía) para poder resolver con nuestros propios medios dicha situación que nos aqueja. Nos estamos autodenigrando sin ser conscientes de ello, ya que cuando nos quejamos vibramos en una sintonía baja, donde el enojo y la repulsión son los protagonistas que nos aquejan.

Un quejoso pasivo está acostumbrado a las quejas y ello no le sirve de nada, sólo  frena y aletarga  determinado hecho. Lo contrario de todo esto,  al hacer frente a la situación  que nos aqueja tómanos una actitud activa cuando se puede, en lugar de quejarnos habremos avanzado. Y si no podemos hacer nada para cambiar ese momento podemos elegir nuestra actitud frente a aquello que no está en nuestras manos.

Los pensamientos que tenemos a diario de alguna manera tienen la libertad de surgir conforme  llegan a nosotros sin poderlos escoger. Y aunque parece que lo que decimos funciona de la misma manera no es así. Nuestras palabras que emitimos si las elegimos con toda nuestra conciencia.

La palabra es la reacción de lo que pensamos, ya que el proceso de comunicación requiere una construcción previa para poder ser transmitido eligiendo lo que queremos decir.

Ahora bien si podemos elegir lo que decimos entonces tenemos la capacidad para poder frenar nuestras quejas. Es complicado hacer de esto un hábito, la queja en nuestras vidas y en nuestro alrededor tiene un gran peso, todo lo que sale de nosotros tiene un efecto que por lo general no es productivo

Generemos palabras y acciones que nos expliquen y construyan, dejando a lado nuestras quejas tomando las riendas de nuestras palabras eligiendo lo mejor para nosotros mismos. Bien dice el dicho popular " no te quejes por nada" y mejor agradece.


No hay comentarios:

Publicar un comentario