martes, 24 de mayo de 2016

Atlacomulco-Hidalgo, lecciones del maestro Chuayffet. Por Francisco Baeza

[@paco_baeza_]

De acuerdo con Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel, coautores de Negocios de familia (Planeta, 2009), de antiguo, una profecía alimentaba los sueños de los políticos mexiquenses: “Seis gobernadores saldrán de Atlacomulco” – habría anunciado una célebre vidente – “De éste grupo, uno llegará a la presidencia”…

Emilio Chuayffet quiso desafiar la lógica del oráculo y su carrera, en lugar de aterrizarle suavemente en Los Pinos, le estrelló violentamente en el Palacio de Cobián:

En 1993, le llevó a la gubernatura del Estado de México y, en 1995, a Bucareli, tradicionalmente la antesala del poder. Como secretario de gobernación, confirmaría el adagio: “Si bebe (dieciocho anises), no conduzca (el país)”. Falló, por ejemplo, en detectar la presencia de paramilitares en los altos de Chiapas y de guerrilla en Guerrero – “El EPR es una pantomima”, afirmó.

Unos meses después, la pantomima intentaría asesinar a su jefe. También fracasó en entablar un diálogo fluido con la oposición – “Habla como Jesús Reyes Heroles, pero actúa como Gonzalo N. Santos”, dijo de él Andrés Manuel López Obrador. Para rematar su gestión, se ganó el mote de “El pequeño Chuayffet ilustrado” luego de un altercado con Manuel Camacho Solís que trascendió de lo ortográfico.

Apartado del poder en 1998, desde la comodidad del exilio académico, el maestro Chuayffet continuó aleccionando a una generación de priístas que le tenían por su gurú.

En 2003, Enrique Peña Nieto le rescató del ostracismo para que apadrinara su carrera:

Para apuntalar el proyecto de Peña Nieto, Chuayffet recurrió a un viejo amigo, Jesús Murillo Karam, entonces, delegado del PRI en el Estado de México.

Es justo decir que Chuayffet y Murillo Karam, además de Arturo Montiel, comparten la paternidad política del atlacomulquense. Juntos, cumplirían la profecía; le harían gobernador, en 2005, y presidente, en 2012.

En el poder, Chuayffet y Murillo Karam coordinaron su trabajo: al primero le tocó impulsar la reforma educativa que desmantelaría la estructura política del SNTE y devolvería la rectoría de la educación al Estado; al segundo, blindarla. Para tal efecto, Murillo Karam, colocó a Miguel Ángel Osorio Chong, su alumno más avanzado, en la Secretaría de Gobernación.

“La creciente influencia de poderes fácticos reta la vida institucional del país”, declaró Osorio Chong apenas se instaló en sus nuevas oficinas. Poco después, Elba Esther Gordillo fue arrestada. La acción abortó cualquier intento de resistencia a la reforma educativa y, más importante, sirvió para confirmar a los hidalguenses como primarii lapidis del nuevo gobierno. Desde ese día y a nombre del presidente, ellos controlan los espacios estratégicos: la política interna, la seguridad nacional, la procuración de justicia…

El arquitecto de la alianza Atlacomulco-Hidalgo, renqueante y relegado, sería cesado mediado el sexenio…

En 5 de junio Hidalgo acudirá a las urnas. Para el PRI, un mero trámite. Ninguno de sus candidatos al gobierno del estado ha bajado de la barrera del 50% – en 2010,  Francisco Olvera consiguió el 50.25%, unos 450,000 votos. El tricolor gobierna, en solitario, o a través de sus aliados tradicionales, el PVEM y el PANAL, 54 de sus 84 municipios. El PAN y el PRD, incapaces de generar perfiles competitivos, no dan batalla.

El ex procurador Murillo Karam, lastimado por el fracaso de la estrategia de seguridad del gobierno federal y por la consiguiente sobreexposición mediática, ha perdido peso en el ámbito nacional; localmente, no obstante, su influencia no ha menguado. El padrino de los políticos hidalguenses ha sabido tutelar una transición sin sobresaltos mediando entre las facciones de Osorio Chong y Olvera al tiempo que negociaba una posición federal para el beltronista David Penchyna. Uno de los suyos, Omar Fayad, será el próximo gobernador del estado.




0 comentarios:

Publicar un comentario

martes, 24 de mayo de 2016

Atlacomulco-Hidalgo, lecciones del maestro Chuayffet. Por Francisco Baeza

[@paco_baeza_]

De acuerdo con Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel, coautores de Negocios de familia (Planeta, 2009), de antiguo, una profecía alimentaba los sueños de los políticos mexiquenses: “Seis gobernadores saldrán de Atlacomulco” – habría anunciado una célebre vidente – “De éste grupo, uno llegará a la presidencia”…

Emilio Chuayffet quiso desafiar la lógica del oráculo y su carrera, en lugar de aterrizarle suavemente en Los Pinos, le estrelló violentamente en el Palacio de Cobián:

En 1993, le llevó a la gubernatura del Estado de México y, en 1995, a Bucareli, tradicionalmente la antesala del poder. Como secretario de gobernación, confirmaría el adagio: “Si bebe (dieciocho anises), no conduzca (el país)”. Falló, por ejemplo, en detectar la presencia de paramilitares en los altos de Chiapas y de guerrilla en Guerrero – “El EPR es una pantomima”, afirmó.

Unos meses después, la pantomima intentaría asesinar a su jefe. También fracasó en entablar un diálogo fluido con la oposición – “Habla como Jesús Reyes Heroles, pero actúa como Gonzalo N. Santos”, dijo de él Andrés Manuel López Obrador. Para rematar su gestión, se ganó el mote de “El pequeño Chuayffet ilustrado” luego de un altercado con Manuel Camacho Solís que trascendió de lo ortográfico.

Apartado del poder en 1998, desde la comodidad del exilio académico, el maestro Chuayffet continuó aleccionando a una generación de priístas que le tenían por su gurú.

En 2003, Enrique Peña Nieto le rescató del ostracismo para que apadrinara su carrera:

Para apuntalar el proyecto de Peña Nieto, Chuayffet recurrió a un viejo amigo, Jesús Murillo Karam, entonces, delegado del PRI en el Estado de México.

Es justo decir que Chuayffet y Murillo Karam, además de Arturo Montiel, comparten la paternidad política del atlacomulquense. Juntos, cumplirían la profecía; le harían gobernador, en 2005, y presidente, en 2012.

En el poder, Chuayffet y Murillo Karam coordinaron su trabajo: al primero le tocó impulsar la reforma educativa que desmantelaría la estructura política del SNTE y devolvería la rectoría de la educación al Estado; al segundo, blindarla. Para tal efecto, Murillo Karam, colocó a Miguel Ángel Osorio Chong, su alumno más avanzado, en la Secretaría de Gobernación.

“La creciente influencia de poderes fácticos reta la vida institucional del país”, declaró Osorio Chong apenas se instaló en sus nuevas oficinas. Poco después, Elba Esther Gordillo fue arrestada. La acción abortó cualquier intento de resistencia a la reforma educativa y, más importante, sirvió para confirmar a los hidalguenses como primarii lapidis del nuevo gobierno. Desde ese día y a nombre del presidente, ellos controlan los espacios estratégicos: la política interna, la seguridad nacional, la procuración de justicia…

El arquitecto de la alianza Atlacomulco-Hidalgo, renqueante y relegado, sería cesado mediado el sexenio…

En 5 de junio Hidalgo acudirá a las urnas. Para el PRI, un mero trámite. Ninguno de sus candidatos al gobierno del estado ha bajado de la barrera del 50% – en 2010,  Francisco Olvera consiguió el 50.25%, unos 450,000 votos. El tricolor gobierna, en solitario, o a través de sus aliados tradicionales, el PVEM y el PANAL, 54 de sus 84 municipios. El PAN y el PRD, incapaces de generar perfiles competitivos, no dan batalla.

El ex procurador Murillo Karam, lastimado por el fracaso de la estrategia de seguridad del gobierno federal y por la consiguiente sobreexposición mediática, ha perdido peso en el ámbito nacional; localmente, no obstante, su influencia no ha menguado. El padrino de los políticos hidalguenses ha sabido tutelar una transición sin sobresaltos mediando entre las facciones de Osorio Chong y Olvera al tiempo que negociaba una posición federal para el beltronista David Penchyna. Uno de los suyos, Omar Fayad, será el próximo gobernador del estado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario