jueves, 29 de septiembre de 2016

EPN: La farsa fue representada por Francisco Baeza [@paco_baeza_].


La semana pasada se cumplieron 150 años del nacimiento de H. G. Wells, el más grande autor de ciencia ficción desde Verne; predecesor de Asimov, Clarke, King y Lem. 

En La guerra de los mundos, Wells narra el drama de un vecino de Woking, Inglaterra, durante una invasión marciana. En un momento de su narración, el protagonista tropieza con un artillero cuya compañía ha sido aniquilada. Ambos están huyendo de los trípodes, las terribles máquinas que escupen fuego por su garganta y que se dirigen, invencibles, hacia Londres: —Deberíamos adaptarnos al nuevo orden de las cosas —reconoce el soldado, harto de correr —No estará de acuerdo con las ambiciones humanas, pero se ajusta a los hechos […] La farsa fue representada. Fuimos vencidos—.

Las palabras del artillero sirven de moraleja para el cuento: el Hombre debe adaptarse para sobrevivir; debió adaptar su cuerpo para convivir con las bacterias y hubiese debido adaptar sus hábitos para convivir con los invasores de no ser porque aquellos pequeños seres truncaron sus planes…

El orden de las cosas no se ajusta a la ambición de Enrique Peña Nieto. El presidente se imaginó como el caudillo de un Estado fortísimo, pero se ha dado de bruces con un Estado fallido en toda regla. Como el artillero de Wells, deberá elegir entre adaptarse o pasar los próximos años a salto de mata. Según Héctor Aguilar Camín, la primera alternativa requeriría sacrificios altísimos: —Se antoja imposible que el presidente gobierne creíblemente y, al mismo tiempo, quiera controlar la sucesión y hacer ganar al PRI—. El tricolor, por cierto, no volverá a ser competitivo en tanto no democratice sus mecanismos de selección de candidatos, los cuales siguen controlados por aquellos que crecieron al abrigo de las corruptelas y los vicios de la familia revolucionaria.

En lo inmediato, Peña Nieto debe desechar el axioma sobre el cual quiso asegurar el consenso político para la segunda mitad de su sexenio:

En el mensaje de su 3° Informe de gobierno, el presidente hizo un llamado a la clase política apurándole a formar un frente común contra el supuesto enemigo de la democracia, Andrés Manuel López Obrador. El tabasqueño, infería, significaría una amenaza universal: —Hoy, la sombra del populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas de todo el mundo —dijo, entonces —México tiene que estar consciente de ese peligro—.

A la vuelta de un año, el mensaje no tiene sentido. De inicio, se antojaba dificilísimo que el presidente pudiera erigirse como autoridad moral arrastrando reprobatorios en todos los rubros y rechazándose sus opiniones a priori. Luego, López Obrador ha sabido desmentirlo mediante un discurso amigable dirigido a quienes pudieran creerle un peligro para sus intereses. El tabasqueño se ofrece, según se mire, como un factor de estabilidad o inestabilidad sin el cual no sería posible una transición ordenada.

Peña Nieto debe reconocer que solo procurando el concurso de todas las fuerzas políticas podría sortearse la tormenta perfecta del final del sexenio y, sobre todo, fijarse un marco de confianza que nos permita enfrentar de buen modo el proceso electoral más importante de nuestra historia…

El primero en recoger el mensaje del 3° Informe de gobierno fue Rafael Moreno Valle, quien, dicho sea de paso, recién ejecutó una jugada de engaño destapándose como precandidato a la presidencia. El gobernador de Puebla sería la última línea de defensa ante el avance del supuesto enemigo de la democracia en el sur del país. En Veracruz, Oaxaca y Puebla duermen una sexta parte de los lopezobradoristas (2,000,000 de votos, en 2006; 2,500,000 en 2012).


Por el momento, la amistad entre Peña Nieto y Moreno Valle parece sólida, sin embargo, si el presidente pierde definitivamente su capacidad de interlocución, sus socios tenderán a priorizar la supervivencia de sus propios grupos. El muy pragmático gobernador no sería la excepción.

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jueves, 29 de septiembre de 2016

EPN: La farsa fue representada por Francisco Baeza [@paco_baeza_].


La semana pasada se cumplieron 150 años del nacimiento de H. G. Wells, el más grande autor de ciencia ficción desde Verne; predecesor de Asimov, Clarke, King y Lem. 

En La guerra de los mundos, Wells narra el drama de un vecino de Woking, Inglaterra, durante una invasión marciana. En un momento de su narración, el protagonista tropieza con un artillero cuya compañía ha sido aniquilada. Ambos están huyendo de los trípodes, las terribles máquinas que escupen fuego por su garganta y que se dirigen, invencibles, hacia Londres: —Deberíamos adaptarnos al nuevo orden de las cosas —reconoce el soldado, harto de correr —No estará de acuerdo con las ambiciones humanas, pero se ajusta a los hechos […] La farsa fue representada. Fuimos vencidos—.

Las palabras del artillero sirven de moraleja para el cuento: el Hombre debe adaptarse para sobrevivir; debió adaptar su cuerpo para convivir con las bacterias y hubiese debido adaptar sus hábitos para convivir con los invasores de no ser porque aquellos pequeños seres truncaron sus planes…

El orden de las cosas no se ajusta a la ambición de Enrique Peña Nieto. El presidente se imaginó como el caudillo de un Estado fortísimo, pero se ha dado de bruces con un Estado fallido en toda regla. Como el artillero de Wells, deberá elegir entre adaptarse o pasar los próximos años a salto de mata. Según Héctor Aguilar Camín, la primera alternativa requeriría sacrificios altísimos: —Se antoja imposible que el presidente gobierne creíblemente y, al mismo tiempo, quiera controlar la sucesión y hacer ganar al PRI—. El tricolor, por cierto, no volverá a ser competitivo en tanto no democratice sus mecanismos de selección de candidatos, los cuales siguen controlados por aquellos que crecieron al abrigo de las corruptelas y los vicios de la familia revolucionaria.

En lo inmediato, Peña Nieto debe desechar el axioma sobre el cual quiso asegurar el consenso político para la segunda mitad de su sexenio:

En el mensaje de su 3° Informe de gobierno, el presidente hizo un llamado a la clase política apurándole a formar un frente común contra el supuesto enemigo de la democracia, Andrés Manuel López Obrador. El tabasqueño, infería, significaría una amenaza universal: —Hoy, la sombra del populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas de todo el mundo —dijo, entonces —México tiene que estar consciente de ese peligro—.

A la vuelta de un año, el mensaje no tiene sentido. De inicio, se antojaba dificilísimo que el presidente pudiera erigirse como autoridad moral arrastrando reprobatorios en todos los rubros y rechazándose sus opiniones a priori. Luego, López Obrador ha sabido desmentirlo mediante un discurso amigable dirigido a quienes pudieran creerle un peligro para sus intereses. El tabasqueño se ofrece, según se mire, como un factor de estabilidad o inestabilidad sin el cual no sería posible una transición ordenada.

Peña Nieto debe reconocer que solo procurando el concurso de todas las fuerzas políticas podría sortearse la tormenta perfecta del final del sexenio y, sobre todo, fijarse un marco de confianza que nos permita enfrentar de buen modo el proceso electoral más importante de nuestra historia…

El primero en recoger el mensaje del 3° Informe de gobierno fue Rafael Moreno Valle, quien, dicho sea de paso, recién ejecutó una jugada de engaño destapándose como precandidato a la presidencia. El gobernador de Puebla sería la última línea de defensa ante el avance del supuesto enemigo de la democracia en el sur del país. En Veracruz, Oaxaca y Puebla duermen una sexta parte de los lopezobradoristas (2,000,000 de votos, en 2006; 2,500,000 en 2012).


Por el momento, la amistad entre Peña Nieto y Moreno Valle parece sólida, sin embargo, si el presidente pierde definitivamente su capacidad de interlocución, sus socios tenderán a priorizar la supervivencia de sus propios grupos. El muy pragmático gobernador no sería la excepción.

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