viernes, 17 de febrero de 2017

CARTAS SIN FECHA Por Dionisio Stone


Cartas sin fecha.
De: nadie... Para: nadie...
Día de inicio:

Por Dionisio Stone

La primera vez que te vi deseé beber de tus senos, morder tus muslos, penetrar tu alma, con lluvia de semen tu vagina regar. Subyugué la luz dentro de mí a la oscuridad que me rodea.

Es mi amor un pútrido alimento repartido entre animales que lo devoran con desgana; pero tú pareces ser más mujer que animal; puede que esto te lo tragues con avidez.

Día imperecedero:
Vida y muerte, dos cuerpos compaginados, estrellas en los abismos de mi alma. Tu cuerpo polícromo despide los matices de tu alma y la melancolía se torna blanca.

Día “n”:
En el desierto de mi agonía me arrastré hacia un pozo que tenía toda la gracia de tu forma y toda la promesa de la humedad de tus labios; me arrastré hacia ti para calmar mi sed. En vano. El pozo estaba seco... tú estabas seca.

Amor maldito, desfigurado, destrozado, transpirado, eyaculado, vomitado... Endulzado. Esto es lo que tenemos.

Día 200:
Te contemplo y miro atardecer sobre ti la eternidad, miro en tus ojos mi reflejo de ébano. Poco a poco me alejo de mí. Todo pierde su sabor amargo o dulce, agrio o salado; estoy muriendo. Si sigo así, elevaré mi espíritu hacia la nada, que es adonde van los que justifican su existencia en un amor fracasado.

Día muerto:
Conversar contigo es igual a fumar un cigarro: alteración del ritmo cardíaco, ansiedad, alteración del sistema neurológico; quiero continuar fumando este desperdicio de tiempo hasta que el aire puro se extinga de mis pulmones; al final de este cigarro sólo queda un sabor asqueroso impregnado en mi aliento.

Día de esperanza:
Mi corazón sangrante vive.

Día de resignación:
El sol resplandeció con todo su vigor, quemó con sus rayos mi frío y reacio corazón. Recostado sobre el césped, boca arriba, tarareaba una triste melodía, la melodía resignada del asco. El verde intenso de las hojas del roble pintaba su reflejo en mis ojos vacuos...
Todo lo que anhelaba decir desde mis entrañas, ya te lo habían dicho.

Día perdido:
Tengo una flor marchita esperando renacer, pero ha sido mancillada por la insensibilidad que me abraza cada noche. Crear no está a mi alcance cuando yo soy un ser evanescente.

Día “n”:
Recuerdo la tarde en que la cúpula celeste derramaba su húmedo deseo encima nuestro. Los colores de los que hacías gala pintaban la grisalla de mi vida, refulgían la iridiscencia de tu interioridad. ¿Qué pasó ese día y… qué pasa ahora?

Día desperdiciado:
Me noto tan gris hoy: acaso no pude ser el tronco y sus hojas tan tiernamente excitadas en sus entrañas por el viento del ocaso; acaso no pude ser la tierra invadiendo el cuerpo de la ninfa; acaso estoy consumido por mis deseos no expresados, enclaustrados en mis recintos de soledad. He cometido el error de querer reconocer mi existencia en tu mirada inexpresiva sin existencia propia; miro dentro de ti y un vacío voraz me invade, veo con temor que has arrancado mi existencia. Tus ojos son espejos que roban reflejos a mis ojos. Cada reflejo, inexistente, sin esencia. Reflejos de existencias ajenas.

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viernes, 17 de febrero de 2017

CARTAS SIN FECHA Por Dionisio Stone


Cartas sin fecha.
De: nadie... Para: nadie...
Día de inicio:

Por Dionisio Stone

La primera vez que te vi deseé beber de tus senos, morder tus muslos, penetrar tu alma, con lluvia de semen tu vagina regar. Subyugué la luz dentro de mí a la oscuridad que me rodea.

Es mi amor un pútrido alimento repartido entre animales que lo devoran con desgana; pero tú pareces ser más mujer que animal; puede que esto te lo tragues con avidez.

Día imperecedero:
Vida y muerte, dos cuerpos compaginados, estrellas en los abismos de mi alma. Tu cuerpo polícromo despide los matices de tu alma y la melancolía se torna blanca.

Día “n”:
En el desierto de mi agonía me arrastré hacia un pozo que tenía toda la gracia de tu forma y toda la promesa de la humedad de tus labios; me arrastré hacia ti para calmar mi sed. En vano. El pozo estaba seco... tú estabas seca.

Amor maldito, desfigurado, destrozado, transpirado, eyaculado, vomitado... Endulzado. Esto es lo que tenemos.

Día 200:
Te contemplo y miro atardecer sobre ti la eternidad, miro en tus ojos mi reflejo de ébano. Poco a poco me alejo de mí. Todo pierde su sabor amargo o dulce, agrio o salado; estoy muriendo. Si sigo así, elevaré mi espíritu hacia la nada, que es adonde van los que justifican su existencia en un amor fracasado.

Día muerto:
Conversar contigo es igual a fumar un cigarro: alteración del ritmo cardíaco, ansiedad, alteración del sistema neurológico; quiero continuar fumando este desperdicio de tiempo hasta que el aire puro se extinga de mis pulmones; al final de este cigarro sólo queda un sabor asqueroso impregnado en mi aliento.

Día de esperanza:
Mi corazón sangrante vive.

Día de resignación:
El sol resplandeció con todo su vigor, quemó con sus rayos mi frío y reacio corazón. Recostado sobre el césped, boca arriba, tarareaba una triste melodía, la melodía resignada del asco. El verde intenso de las hojas del roble pintaba su reflejo en mis ojos vacuos...
Todo lo que anhelaba decir desde mis entrañas, ya te lo habían dicho.

Día perdido:
Tengo una flor marchita esperando renacer, pero ha sido mancillada por la insensibilidad que me abraza cada noche. Crear no está a mi alcance cuando yo soy un ser evanescente.

Día “n”:
Recuerdo la tarde en que la cúpula celeste derramaba su húmedo deseo encima nuestro. Los colores de los que hacías gala pintaban la grisalla de mi vida, refulgían la iridiscencia de tu interioridad. ¿Qué pasó ese día y… qué pasa ahora?

Día desperdiciado:
Me noto tan gris hoy: acaso no pude ser el tronco y sus hojas tan tiernamente excitadas en sus entrañas por el viento del ocaso; acaso no pude ser la tierra invadiendo el cuerpo de la ninfa; acaso estoy consumido por mis deseos no expresados, enclaustrados en mis recintos de soledad. He cometido el error de querer reconocer mi existencia en tu mirada inexpresiva sin existencia propia; miro dentro de ti y un vacío voraz me invade, veo con temor que has arrancado mi existencia. Tus ojos son espejos que roban reflejos a mis ojos. Cada reflejo, inexistente, sin esencia. Reflejos de existencias ajenas.

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