En el trazado de la línea fronteriza que
comparten México y Estados Unidos se conjugaron la incompetencia de unos y el oportunismo
de los otros. La Historia ha juzgado duramente a Antonio López de Santa Anna,
responsable político de la pérdida de la mitad del territorio nacional. Las
acciones del veracruzano, en política y en batalla, son cuestionables. A
propósito de las decisiones que condujeron a la mutilación de México, es
preciso aclarar que el Tratado de Velasco se firmó estando el presidente preso
en San Jacinto y que el Tratado de Guadalupe Hidalgo se firmó acampando el
invasor en Chapultepec; y que, luego, la venta de La Mesilla —cuyo lucro, dicho
sea de paso, sirvió a Su Alteza Serenísima para sostener su dictadura— se
concretaría amenazando los estadounidenses con repetir el caso tejano en Baja
California y Sonora. —¡Santa Anna, traidor! —repetirían las generaciones, a
pesar de todo…
Ante la inacción de Enrique Peña Nieto,
la oposición ha tomado la iniciativa en lo que respecta a la defensa de los
intereses mexicanos en Estados Unidos. Su objetivo, más que fijar una postura
política, la cual se sobrentendería, es sabotear la estrategia del
gobierno federal. La semana pasada, Cuauhtémoc Cárdenas presentó una propuesta de demanda para anular
el Tratado de Guadalupe Hidalgo y, si no recuperar el territorio perdido tras
la guerra de 1846-1848, sí, al menos, ganar una indemnización; ésta semana, en el transcurso
de una gira que le ha llevado por medio Estados Unidos, Andrés Manuel López Obrador visitará la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
para denunciar la política migratoria del gobierno estadounidense.
Cárdenas y López Obrador están pateando
pelotas a la cancha de Peña Nieto. El presidente ignora el bombardeo; “omiso y
sometido”, en palabras del michoacano, malabarea una agenda de dificilísimo
cumplimiento: por un lado, intenta recomponer la relación con Estados Unidos
sin lastimar el orgullo nacional; por el otro, insiste en recuperar el control
de la sucesión presidencial, un objetivo imposible sin la conspiración de los
estadounidenses. Peña Nieto apuesta a que la amistad entre Luis Videgaray y
Jared Kushner conduzca a un pacto de largo alcance y a que the Trump effect baste, por sí solo, para mantener el
consenso de la clase política. La supervivencia de su grupo pasa, pues, por
Washington…
La propuesta de demanda de Cuauhtémoc
Cárdenas denuncia que uno de los firmantes del tratado se paseaba, armado, por the halls of Montezuma.
La iniciativa no absuelve a Antonio López de Santa Anna, pero ayuda a su causa.
Enrique Peña Nieto, frente a Donald
Trump, disfruta de más margen de maniobra que su predecesor; el presidente no
gobierna, como él, “entre los horrores de la anarquía”, no obstante, ha elegido anteponer sus
intereses personales y políticos al interés nacional. En el juicio de la
Historia, por agachón, igualmente se le sentenciará traidor.
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