12 Septiembre 2017
Alberto
Jiménez Merino
Director de la Comisión
Nacional del Agua en Puebla
En los últimos diez años, las pérdidas económicas mundiales por el cambio
climático, han alcanzado 200 mil millones de dólares anuales
contra solo 50 mil millones en la década de los años 80, de acuerdo con estudios del Banco Mundial (Karla Gallardo,
Excélsior).
Si bien no se puede relacionar cada episodio meteorológico con el cambio
climático, los científicos advierten que los eventos de clima extremo aumentarán
su intensidad si este permanece sin control.
Mientras el Producto Interno Bruto
PIB mundial se ha incrementado un 3.4 por ciento anual en promedio
durante los últimos 50 años, el costo
de los desastres derivados de eventos climáticos extremos tales como
inundaciones, huracanes, heladas, granizadas y sequías, creció en promedio un 7.4 por ciento anual.
Actualmente, 400 millones de personas viven bajo
condiciones de sequía extrema y, lo que se considera tierra muy seca, pasó del
15 al 38 por ciento entre 1970 y el 2011. Por ello, las áreas no aptas para la siembra de maíz se incrementarán
sustancialmente entre 2010 y 2025, señalan estudios de la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Tan solo con un incremento de 2°C en la temperatura
de la tierra, entre mil 700 y 2 mil millones de personas serán expuestas a estrés de los cuales, 400
millones se verán obligados a emigrar por incremento del nivel del mar derivado
de deshielos y otros desastres como la sequía.
Por su parte, México tuvo pérdidas por 338 mil millones de pesos, entre
2001 y 2013, según datos de la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (SEMARNAT) citados por la
Senadora Silvia Garza Galván, Presidenta
de la Comisión Especial contra el Cambio Climático del Senado de la República,
durante la conferencia sobre cambio climático en el año 2015.
Sin embargo, aún con este panorama, la mitigación y la prevención del cambio
climático siguen siendo los grandes ausentes de las políticas públicas
gubernamentales así como de las agendas políticas de los líderes políticos,
quienes están más preocupados por las alianzas que les den posibilidades de
vencer al PRI, o ver si un Procurador General pasa automáticamente a Fiscal
General, aunque la misma práctica haya sido aplicada ya por ellos en varios
estados del país.
Definitivamente, temas como el abasto y saneamiento de agua, el cambio
climático y aquellas acciones que no lucen políticamente, que no hacen brillar
a un gobernante se van dejando al último, por si sobra algún remanente
presupuestal.
Hace falta una rápida adopción de energías
limpias no contaminantes; incorporar a
los contenidos educativos la problemática del cambio climático; reconocimiento,
importancia, manejo y aprovechamiento racional del agua, suelo,
vegetación y fauna; formación de
técnicos en manejo de cuencas, captación y aprovechamiento de agua de lluvia en zonas urbanas y rurales
así como la prevención y manejo de desastres.
De
igual manera, es necesario formar recursos humanos preparados para enfrentar la nueva
realidad ambiental y socioeconómica y
que tengan la capacidad de reacción ante los distintos fenómenos naturales; incluir en los libros de texto el manejo de cuencas,
la descripción de acciones de mitigación del cambio climático, fortaleciendo la
cultura de la prevención; el manejo, separación,
rehúso y reciclaje de residuos sólidos y limpieza permanente de cauces
de ríos y barrancas, entre otros.
En nuestro país, ya inicio el proceso electoral 2018 en donde habrán de
renovarse la Presidencia de la República, algunas gubernaturas de estados,
diputaciones federales y locales, así como presidencias municipales y regidurías.
Y menciono esto porque sería muy deseable ver la atención al cambio climático
en las plataformas electorales de los partidos políticos, en las agendas
políticas, a candidatos abrazando estas causas y no solo guerras de lodo, tan
destructivas como los huracanes.
Sería muy deseable ver a los aspirantes a los diferentes cargos proponiendo
y comprometiéndose con una causa tan grande como mitigar los efectos del cambio
climático, los cuales amenaza la sobrevivencia de la humanidad y, en lo más
inmediato, amenaza el futuro de las nuevas generaciones.
Pero, sobretodo, será muy deseable ver incorporado el tema del cambio
climático como parte de las políticas públicas nacionales y de las agendas
políticas de los partidos y, estoy seguro, que en la del PRI ocupará un lugar
privilegiado.
La destrucción que hemos visto en las últimas semanas con los huracanes
Franklin, Irma y José en el Océano Atlántico, y en el pasado con Gilberto, Stan
y otros, así lo amerita.
El estrés e incertidumbre que provocan los 33 ciclones pronosticados para
el 2017, así lo exige.
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