Autrocracia.- Del fr. autocratie y éste del gr. autokráteia. 1. Forma de gobierno en la
cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley. En 2015, cuando la
inseguridad comenzaba el repunte que la llevaría a un 2017 de récord, Juan de Dios Andrade hizo desde su columna en e-consulta un
llamado al “autócrata benevolente”, un gobernante que, decía, tendría la mano
dura para poner orden y, a la vez, la sapiencia para hacerlo escuchando la
opinión pública o, al menos, pretendiendo hacerlo. Juan de Dios proponía un
facsímil contemporáneo del bíblico Salomón, justo y sabio, o un upgrade del rey filósofo que gobernaría
la Calípolis de Platón.
Es difícil imaginar a Andrés Manuel
López Obrador gobernando México de una manera distinta a como gobierna MORENA,
si bien, dicho sea de paso, esto no implica que sería un dictadorzuelo
tropical, como lo pintan, porque en el Estado encontraría contrapesos formales
y fácticos que, por supuesto, no encuentra en el partido —a propósito de lo primero, hace unos días, Paul Krugman
tranquilizaba a los mercados diciendo que López Obrador sería más como Lula que
como Chávez o, mejor, digamos, más como Vargas que como Lula—. De cualquier modo y siempre
según la lógica de Juan de Dios, López Obrador estaría anclado en las antípodas
de la autocracia en su forma benevolente:
En MORENA, López Obrador impone su orden sin escuchar la opinión de
sus simpatizantes ni pretender hacerlo. Desde la distancia parece que un grupo
cerrado monopoliza los procesos de toma de decisiones del partido más dinámico
del país; parece que se abre la brecha entre lanomenklatura y la militancia, entre la cúpula
y la base. En Santa Anita #50, el tabasqueño es one-man band: dirigente, candidato,
estratega, vocero; en tiempos electorales, porque hay decisiones que, supone,
no pueden dejarse al azar de una democracia interna verdadera, gran elector. Si
su mano dura para imponer a sus
candidatos no va acompañada de mano izquierda para llamar a la unidad, pagará
entre los suyos un altísimo precio en términos de confianza y credibilidad. La
suma de malestares podría, incluso, lastimar el proyecto presidencial. ¿Habrá
calculado los riegos de forzar la verticalidad de un partido/movimiento que
tiende a ensancharse en su base?
Precisamente por las molestias
ocasionadas o por ocasionar, Luis Miguel Barbosa fue designado coordinador de
MORENA en Puebla. Al senador, reconvertido en apagafuegos, se le ha encargado
la hercúlea tarea de poner orden en un partido desmadrado. A éste aportará
experiencia y profesionalismo y, sobre todo, un liderazgo auténtico que
compensará la falta de credibilidad del proceso interno. En el camino
quedó Enrique Cárdenas, el designado inicial, una excepcional
recomendación marital procedente de la (ultra)derecha poblana, quien hiló una
serie de equivocaciones que hicieron injustificable su imposición: reconoció que era el favorito de López Obrador pero no de las
encuestas, aniquilando, así, la (de por sí, poca) credibilidad en el proceso; descartó apoyar a sus compañeros de partido salvo a aquellos que
estuvieran, decían sus asesores, “a la altura”. ¿Cuánto habrá influido en su ruina,
además, su sabida relación con el salinista Claudio X. González o la supuesta
infiltración de Rafael Moreno Valle entre los carmines?…
Decía Juan de Dios Andrade, a propósito
del desmadre nacional que “la paz solo se asienta en lo justo”.
No es lo mismo poner orden que pacificar. La discordia en MORENA podría
resolverse con mano dura pero la paz de veras, necesaria para enfrentar 2018 en
unión, solo puede asentarse en la justicia.
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