martes, 3 de abril de 2018

Fi del camí




En 1990, Helmut Kohl reconoció y se disculpó por la responsabilidad de Alemania en la detención y deportación a la España franquista de Lluís Companys, president a l’exili de la Generalitat de Catalunya y expresident de la brevísima República Catalana. Companys se exilió en Francia, en París, primero y en Nantes, después, en 1938, luego de que las fuerzas fascistas cruzaron el Ebro y comenzaron su marcha hacia Barcelona. Ahí le sorprendió la guerra de 1939-1945, la rendición francesa y la ocupación alemana. Detenido y deportado en 1940 a petición de Francisco Franco vía Ramón Serrano Súñer, le trasladaron al Castell de Montjuïc, donde le torturaron y le fusilaron tras un juicio sumarísimo.

Frau Merkel no es herr Hitler ni el muy parcial Felipe VI El Silbado es el muy católico Franco. El arresto de Carles Puigdemont en el mismo país que su antecesor es solo una curiosidad, pero una muy útil para alimentar a un independentismo catalán que en estos días de escasez de triunfos políticos se aferra a cualquier buen trending topic para no darse por derrotado definitivamente. A Puigdemont le acusan de rebelión por haber declarado la independencia conforme al deseo de la mayoría de los catalanes, quienes así lo manifestaron el 27 de septiembre de 2015, eligiendo “el único cambio real” y “hacer su propio camino [como un país independiente]” y lo reafirmaron el 21 de diciembre de 2017 en unas elecciones extraordinarias y en situación de supuesta  “normalidad institucional” (2 millones y 2.1 millones de votantes, respectivamente) y quienes votaron en paz a favor de una república independiente el 1 de octubre de 2017 (2.1 millones de votantes, algunos de los cuales votaron más de una vez).

Con la detención de Puigdemont suman una docena de líderes independentistas de primera línea procesados —caso especial el de Artur Más, auténtico líder del independentismo, investigado por rebelión—, detenidos —Oriol Junqueras, Carme Forcadell, Jordi Sánchez, Jordi Cuixart— o exiliados —Anna Gabriel, Marta Rovira, Clara Posantí, Meritxell Serret—. Los procesos legales individuales significan la penúltima acometida del Estado español (el Minotauro) contra quienes en lo colectivo representan el espíritu del independentismo catalán (Teseo). El descabezamiento del independentismo ha devuelto el protagonismo a la movilización popular, a las bases, donde sobresalen las juventudes de la electoralmente maltrecha CUP (Ariadna). En los últimos días, de manera intermitente, la protesta social ha vuelto a la calle; los manifestantes han cortado las calles que conducen a las delegaciones europeas y las carreteras que comunican a Catalunya con la Unión Europea, Esto, quiérase o no, tiene algo de simbólico: los independentistas no han recibido otro apoyo internacional que el de Gambia… ¡y resultó fake!

El procés ha llegado al final de su camino. Sin líderes políticos que, como Puigdemont, quieran llevarlo hasta sus últimas consecuencias y/o sin un hilo conductor entre el govern y la protesta social, las movilizaciones, aunque espectaculares, no podrán devolverle a su punto más elevado, al 1O, cuando se creía que la independencia a la eslovena era de veras posible. En tales condiciones, el éxito político es imposible. La premisa es universal: sin un mando político claro, las protestas sociales tenderán siempre a contaminarse o a morir de hambre. La prioridad, ahora, deberá ser convertir la mayoría ganada el 21D en un gobierno funcional, libre de causas judiciales…

En Francia, Lluís Companys vivió abatido, quebrado anímica, económica y políticamente. A Companys le acusaban de ser el culpable de todos los males que aquejaban a Catalunya: la alta burguesía lo tachaba de títere de los anarcosindicalistas y estos, a su vez, le lo tachaban de despreciable alto burgués, y el gobierno central le reprochaba no haber sumado a las milicias catalanas al esfuerzo bélico común. Y, acaso, todo fuera cierto.

Carles Puigdemont compartirá con su antecesor idéntica injustica, pero, al menos, con las garantías que a aquel le negaron.

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 3 de abril de 2018.

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martes, 3 de abril de 2018

Fi del camí




En 1990, Helmut Kohl reconoció y se disculpó por la responsabilidad de Alemania en la detención y deportación a la España franquista de Lluís Companys, president a l’exili de la Generalitat de Catalunya y expresident de la brevísima República Catalana. Companys se exilió en Francia, en París, primero y en Nantes, después, en 1938, luego de que las fuerzas fascistas cruzaron el Ebro y comenzaron su marcha hacia Barcelona. Ahí le sorprendió la guerra de 1939-1945, la rendición francesa y la ocupación alemana. Detenido y deportado en 1940 a petición de Francisco Franco vía Ramón Serrano Súñer, le trasladaron al Castell de Montjuïc, donde le torturaron y le fusilaron tras un juicio sumarísimo.

Frau Merkel no es herr Hitler ni el muy parcial Felipe VI El Silbado es el muy católico Franco. El arresto de Carles Puigdemont en el mismo país que su antecesor es solo una curiosidad, pero una muy útil para alimentar a un independentismo catalán que en estos días de escasez de triunfos políticos se aferra a cualquier buen trending topic para no darse por derrotado definitivamente. A Puigdemont le acusan de rebelión por haber declarado la independencia conforme al deseo de la mayoría de los catalanes, quienes así lo manifestaron el 27 de septiembre de 2015, eligiendo “el único cambio real” y “hacer su propio camino [como un país independiente]” y lo reafirmaron el 21 de diciembre de 2017 en unas elecciones extraordinarias y en situación de supuesta  “normalidad institucional” (2 millones y 2.1 millones de votantes, respectivamente) y quienes votaron en paz a favor de una república independiente el 1 de octubre de 2017 (2.1 millones de votantes, algunos de los cuales votaron más de una vez).

Con la detención de Puigdemont suman una docena de líderes independentistas de primera línea procesados —caso especial el de Artur Más, auténtico líder del independentismo, investigado por rebelión—, detenidos —Oriol Junqueras, Carme Forcadell, Jordi Sánchez, Jordi Cuixart— o exiliados —Anna Gabriel, Marta Rovira, Clara Posantí, Meritxell Serret—. Los procesos legales individuales significan la penúltima acometida del Estado español (el Minotauro) contra quienes en lo colectivo representan el espíritu del independentismo catalán (Teseo). El descabezamiento del independentismo ha devuelto el protagonismo a la movilización popular, a las bases, donde sobresalen las juventudes de la electoralmente maltrecha CUP (Ariadna). En los últimos días, de manera intermitente, la protesta social ha vuelto a la calle; los manifestantes han cortado las calles que conducen a las delegaciones europeas y las carreteras que comunican a Catalunya con la Unión Europea, Esto, quiérase o no, tiene algo de simbólico: los independentistas no han recibido otro apoyo internacional que el de Gambia… ¡y resultó fake!

El procés ha llegado al final de su camino. Sin líderes políticos que, como Puigdemont, quieran llevarlo hasta sus últimas consecuencias y/o sin un hilo conductor entre el govern y la protesta social, las movilizaciones, aunque espectaculares, no podrán devolverle a su punto más elevado, al 1O, cuando se creía que la independencia a la eslovena era de veras posible. En tales condiciones, el éxito político es imposible. La premisa es universal: sin un mando político claro, las protestas sociales tenderán siempre a contaminarse o a morir de hambre. La prioridad, ahora, deberá ser convertir la mayoría ganada el 21D en un gobierno funcional, libre de causas judiciales…

En Francia, Lluís Companys vivió abatido, quebrado anímica, económica y políticamente. A Companys le acusaban de ser el culpable de todos los males que aquejaban a Catalunya: la alta burguesía lo tachaba de títere de los anarcosindicalistas y estos, a su vez, le lo tachaban de despreciable alto burgués, y el gobierno central le reprochaba no haber sumado a las milicias catalanas al esfuerzo bélico común. Y, acaso, todo fuera cierto.

Carles Puigdemont compartirá con su antecesor idéntica injustica, pero, al menos, con las garantías que a aquel le negaron.

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 3 de abril de 2018.

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