Alberto Jiménez Merino
Ex
Rector de la Universidad Autónoma Chapingo
No existe un solo ser humano
que no tenga la tentación de sentirse importante y, en ese caso, los
principales errores conductuales cometidos son inconscientes, uno no se da
cuenta, debido a que no nos podemos ver a sí mismos.
Aunado a esto, casi no
existe quien tenga el valor de hacerte ver tus errores debido a que a nadie le
gusta que le digan en qué está mal. De igual forma, no hay quien tenga la
capacidad de escuchar pacientemente sus “cosas” negativas sin enojarse y, mucho
menos, de agradecer que se las digan.
Hace algunos años atrás,
cuando recientemente había terminado la carrera de Ingeniero Agrónomo, en la
Universidad Autónoma Chapingo (UACH), inmediatamente fui invitado a ser
profesor en la misma institución; estos hechos, por sí solos, hacían que me
sintiera el ombligo mismo del mundo.
Tres años más tarde, fui
nombrado Jefe del Departamento de Empresas Agropecuarias de la UACH, mi primer
cargo importante después de ser “nombrado” Profesor-Investigador, lo cual
generó una mayor transformación personal. Muchas veces, uno piensa que esto
sucede por la capacidad individual y olvida los impulsos recibidos.
Habían pasado apenas tres
meses de mi nuevo “cargo” en la universidad cuando un día, la secretaria de la
Dirección General del Patronato,
Graciela Gutiérrez, con gran valor, me cuestionó: “¿Qué te pasa?, apenas llevas
tres meses en el cargo y ya caminas, hablas y truenas los dedos como el
Director General, muchos de tus compañeros ya te dicen el “directorcito”,
puntualizó.
Tras escuchar y luego reflexionar
esto, concluí que todo era cierto, agradecí el hecho y desde entonces adopté
una forma mesurada de comportamiento. Desarrollé la capacidad de escuchar y de
observar e incrementé mi capacidad de reconocer a los demás. Sabedor de que todos somos diferentes y todos somos
buenos en algo, también dejé de competir contra los demás y decidí competir solo
contra mí.
Supe muy pronto que nada es
tuyo hasta que no lo tienes en la mano; que no se te pueden “quemar las habas”
y empezar a querer tomar decisiones cuando aún no has llegado; que no puedes
decir “este arroz ya se coció”, porque puede pasar que se te queme o quede
aguado. Y, finalmente y como dice el dicho, “no pueden hacerse planes con potro
en panza de yegua”.
Cada gobernante debería
saber que el poder es para servir a la gente atendiendo sus principales
necesidades y reclamos, haciendo un equilibrio entre los deseos y las
necesidades, atendiendo lo urgente sin
dejar de atender lo importante.
En política existen tres
opciones: la primera, hacer un buen gobierno, el cual se logra con atender las
principales necesidades y la seguridad, lo cual ya es mucho decir; segunda, hacer
un gran gobierno atendiendo la seguridad e impulsando el desarrollo económico;
y, por último, y desde mi perspectiva la mejor, dejar un legado de servicio que
se recuerde muchos años después de dejar el cargo o de existir y que ayude a
que cambien las estadísticas actuales.
Es necesario también revisar
lo realizado, tomar lo bueno y modificar lo que no funciona, pero no haciéndolo
porque se tenga que hacer o con un sentimiento de odio pues eso nunca lo hará
un mejor gobernante. Este tipo de cosas son las que hay que decidir.
Tampoco nunca diga: “me
encontré con un cochinero, ahora si lo vamos a hacer bien, o el muy socorrido
dicho, “aquí mando yo, ahora si vamos a trabajar”.
Y, es así que, para no
cansarlos con mis anécdotas y creencias, hoy quiero compartir con ustedes y
con todos los candidatos a cargos
públicos, algunos conceptos del Manual
Hindú del Buen Gobernante, escrito por Firdaus Jhabvala, y publicado por la
Editorial Transfondo y el Centro de Estudios de Investigaciones del Sureste ,
el cual consta de 3 capítulos con 51 títulos temáticos principales.
Este manual dice que los
seis atributos de un rey son: el discurso inteligente, la imaginación, la
inteligencia, la buena memoria, el conocimiento de la ética y el conocimiento
de la política.
Un rey deberá hablar con palabras
de bondad, pues uno que pronuncia palabras de enojo, está destruido por su
propio discurso. Un rey que culpa a otros está destruido por su propio
pensamiento negativo. Además, uno debe de hablar de uno mismo, de las
propuestas y objetivos de servicio hacia los semejantes y no perder el tiempo
hablando de los otros competidores.
Es bien sabido que un
conocimiento pequeño se incrementa cuando es usado para el bienestar de otros.
El hombre superior se alegra
y no se encoleriza cuando oye de sus faltas. Se esfuerza en descubrir sus
debilidades y las supera cuando son señaladas por otros.
Otro punto a comprender es
que, antes de perder el objetivo, honor y gloria, uno debería sacrificarse por dignidad
y humildad si se realiza el propósito deseado ya que, es una tontería perder el
objetivo por el honor y la gloria.
Tampoco busque el consejo de
demasiadas personas, porque ello conduce a la confusión. Cuando las opiniones
iniciales son divergentes pero la conclusión es unánime, se obtiene un consejo
mediocre.
Hay que tomar en cuenta que,
un acuerdo de opinión expresado por una mayoría, es más poderoso que el rey.
En esta época de campañas
políticas, El Manual Hindú del Buen
Gobernante, puede ser una herramienta de cabecera que evite muchos dolores
de cabeza y que, al mismo tiempo, evite esa transformación que comúnmente
percibe la gente en las autoridades como el “ya se le subió”
Pero, fundamentalmente, este
manual puede ayudar a lograr la dignificación y revaloración de la política,
para aplicarla en su concepto y dimensión correctos, pues hoy en día estos
valores y conceptos, están bastante extraviados.
¡¡Qué ganen los mejores!!
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