miércoles, 9 de mayo de 2018

Violencia mesiánica




En el 6, Quirinio, “un aristócrata que ya había pasado por todos los grados honrosos”, según Flavio Josefo, instruyó a Coponio, prefecto de la nueva provincia romana de Judea, a censar a todos sus ciudadanos con el propósito de aplicarles nuevos impuestos. La medida motivó el surgimiento de uno de los primeros grupos terroristas de la historia: los zelotes, vocablo griego que significa celador. A éste grupo de carácter nacionalista se le atribuyen algunas de las acciones más violentas de la primera mitad del s. I: el levantamiento contra Coponio, en el 6 y al menos dos motines contra su sucesor, Poncio Pilatos, uno en el 26, motivado por una efigies profanas, y otro en el 27, motivado por la construcción de un acueducto que vaciaba una de las santísimas piscinas bautismales judías para surtir agua al palacio del gentil prefecto. Dirá de ellos Josefo que no les importaba que se produjeran muchas muertes, incuso de sus parientes y amigos, con tal de no admitir a ningún hombre como amo”.

A pesar de la sabida beligerancia de los zelotes, Jesús incluyó a tres de ellos en el número de sus discípulos: a Simón, llamado El Zelote o en hebreo, [el] kanna’im; a Judas, llamado Tadeo oLebeo, derivados del griego [el] Valiente, y a Judas, llamado Iscariote, resultante de la contracción del latín est sicarii, [el] Asesino. La participación de elementos violentos en un movimiento que predicaba la reunión de todos los judíos y el perdón de los pecados no es extraño: Jesús también anunciaba la liberación de Israel del yugo de Roma y nada indicaba que los romanos se irían por las buenas, respetando la voluntad del pueblo, de una provincia estratégica en cuya retaguardia se encontraban los puertos mediterráneos y los graneros alejandrinos. Al final del día, las armas, creían los zelotes, serían la única opción. Y Jesús también lo creía: —Quien no tenga espada —ordenó a sus seguidores —¡que venda su manto y compre una!

Igualmente, no es extraño que en el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador converjan algunos elementos violentos. López Obrador predica la reconciliación nacional y una aún confusa —y controvertida— propuesta de amnistía para políticos y para criminales, pero también anuncia el destierro político de la mafia del poder, la clase política que ha gobernado el país con la complicidad indispensable de la potencia extranjera ocupante y alternándose y mezclándose sus colores, durante los últimos 30 años. Ante la (supuesta) conspiración mafiosa para no respetar el resultado electoral, la voluntad popular, los zelotes lopezobradoristas utilizan la amenaza de violencia como mecanismo de presión.

Muchas veces, el propio López Obrador ha sabido meter presión para luego vestirse el traje de estadista y erigirse como un factor indispensable de estabilidad: en 1993, una protesta de pescadores tabasqueños que amenazaba con arruinarle el grito a Carlos Salinas de Gortari se resolvió, gracias a la mediación de Manuel Camacho Solís y de Patrocinio González Garrido, con la entrega de miles de cheques a cuenta del gobierno del Distrito Federal; en 1996, la toma de los pozos de PEMEX en Tabasco se resolvió con una amnistía arrancada al procurador Antonio Lozano Gracia; en 2006, el plantón de Reforma puso al país patas pa’rriba pero ayudó a canalizar el enojo social por la vía de la resistencia no violenta. En 2018, sin embargo, ha abandonado o amaga con abandonar su papel de conciliador: —¡A ver quién amarra al tigre! ¿Será, acaso, que ya no puede controlar al tigre? ¿Será que lo han rebasado?…

Es muy prudente la petición que hace Emilio Álvarez Icaza a que Andrés Manuel López Obrador, el favorito en las encuestas, “condene y haga un llamado a sus seguidores a no amenazar con violencia a quien no piense como ellos”. La respuesta despiadada de los troles lopezobradoristas subraya su punto.

En estos tiempos de grandes tribulaciones, López Obrador debe —DEBE, en mayúsculas— ejercer su liderazgo sobre los violentos. ¡Guarden sus espadas, zelotes! ¡Amor y paz!

Francisco Baeza [@paco_baeza_] 9 de mayo de 2018.

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miércoles, 9 de mayo de 2018

Violencia mesiánica




En el 6, Quirinio, “un aristócrata que ya había pasado por todos los grados honrosos”, según Flavio Josefo, instruyó a Coponio, prefecto de la nueva provincia romana de Judea, a censar a todos sus ciudadanos con el propósito de aplicarles nuevos impuestos. La medida motivó el surgimiento de uno de los primeros grupos terroristas de la historia: los zelotes, vocablo griego que significa celador. A éste grupo de carácter nacionalista se le atribuyen algunas de las acciones más violentas de la primera mitad del s. I: el levantamiento contra Coponio, en el 6 y al menos dos motines contra su sucesor, Poncio Pilatos, uno en el 26, motivado por una efigies profanas, y otro en el 27, motivado por la construcción de un acueducto que vaciaba una de las santísimas piscinas bautismales judías para surtir agua al palacio del gentil prefecto. Dirá de ellos Josefo que no les importaba que se produjeran muchas muertes, incuso de sus parientes y amigos, con tal de no admitir a ningún hombre como amo”.

A pesar de la sabida beligerancia de los zelotes, Jesús incluyó a tres de ellos en el número de sus discípulos: a Simón, llamado El Zelote o en hebreo, [el] kanna’im; a Judas, llamado Tadeo oLebeo, derivados del griego [el] Valiente, y a Judas, llamado Iscariote, resultante de la contracción del latín est sicarii, [el] Asesino. La participación de elementos violentos en un movimiento que predicaba la reunión de todos los judíos y el perdón de los pecados no es extraño: Jesús también anunciaba la liberación de Israel del yugo de Roma y nada indicaba que los romanos se irían por las buenas, respetando la voluntad del pueblo, de una provincia estratégica en cuya retaguardia se encontraban los puertos mediterráneos y los graneros alejandrinos. Al final del día, las armas, creían los zelotes, serían la única opción. Y Jesús también lo creía: —Quien no tenga espada —ordenó a sus seguidores —¡que venda su manto y compre una!

Igualmente, no es extraño que en el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador converjan algunos elementos violentos. López Obrador predica la reconciliación nacional y una aún confusa —y controvertida— propuesta de amnistía para políticos y para criminales, pero también anuncia el destierro político de la mafia del poder, la clase política que ha gobernado el país con la complicidad indispensable de la potencia extranjera ocupante y alternándose y mezclándose sus colores, durante los últimos 30 años. Ante la (supuesta) conspiración mafiosa para no respetar el resultado electoral, la voluntad popular, los zelotes lopezobradoristas utilizan la amenaza de violencia como mecanismo de presión.

Muchas veces, el propio López Obrador ha sabido meter presión para luego vestirse el traje de estadista y erigirse como un factor indispensable de estabilidad: en 1993, una protesta de pescadores tabasqueños que amenazaba con arruinarle el grito a Carlos Salinas de Gortari se resolvió, gracias a la mediación de Manuel Camacho Solís y de Patrocinio González Garrido, con la entrega de miles de cheques a cuenta del gobierno del Distrito Federal; en 1996, la toma de los pozos de PEMEX en Tabasco se resolvió con una amnistía arrancada al procurador Antonio Lozano Gracia; en 2006, el plantón de Reforma puso al país patas pa’rriba pero ayudó a canalizar el enojo social por la vía de la resistencia no violenta. En 2018, sin embargo, ha abandonado o amaga con abandonar su papel de conciliador: —¡A ver quién amarra al tigre! ¿Será, acaso, que ya no puede controlar al tigre? ¿Será que lo han rebasado?…

Es muy prudente la petición que hace Emilio Álvarez Icaza a que Andrés Manuel López Obrador, el favorito en las encuestas, “condene y haga un llamado a sus seguidores a no amenazar con violencia a quien no piense como ellos”. La respuesta despiadada de los troles lopezobradoristas subraya su punto.

En estos tiempos de grandes tribulaciones, López Obrador debe —DEBE, en mayúsculas— ejercer su liderazgo sobre los violentos. ¡Guarden sus espadas, zelotes! ¡Amor y paz!

Francisco Baeza [@paco_baeza_] 9 de mayo de 2018.

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