viernes, 10 de agosto de 2018

A ratos (Dave Malto)


Estar en esa inmensidad oscura y sofocante, y al mismo tiempo, en la realidad, es
como entender porque hay un universo dentro de mí, que se me desborda, pero que
también me atrapa, me come, me envuelve, es casi como si mirar a mis adentros
fuera asomarme al vacío y cuando vuelvo la mirada hacia fuera, entonces, ya estoy
inmerso en ese abismo, sin embargo, algo pasa, algún sonido, alguna persona, algún
movimiento, me regresan de inmediato para volver a percibir los colores, las formas,
la habitación, las cosas, me doy cuenta de la serie de cosas que tengo por hacer y
trato de calmar mi mente para emprenderlas, pero algo me detiene, algo me obliga a
quedarme sentado frente a un desayuno que se vuelve almuerzo, que se transforma
en comida, como si el tiempo fueran esporádicos lapsos que a ratos no se sienten,
como si la vida pasara igual que en las películas, por etapas, a momentos aislados y
continuos, indetenibles e inteligentes, como si esta soledad tuviese vida y la
voluntad para hacer que todo suceda así, justamente como pasa.

Sí la soledad, esa sensación rara de tu extravío, de tu ausencia, de mi necesidad por
sentirte, por tenerte, por siquiera verte y cuando llega la noche, me meto en la cama,
los pies se congelan, las manos se entumen, el corazón se impacienta, las lagrimas se
vuelven un caudal implacable, cada noche parece más fría que la anterior y al
despertar, cada mañana más desalentadora, cada centímetro de la cama entre más
lejano de mi cuerpo, más solo, más obscuro, más temible y amenazante; peligroso
adentrarse ahí porque de antemano sé que no estarás, de antemano intuyo tu
ausencia, mi incipiente necesidad de tenerte, es ahí en la cama donde vuelvo al
abismo de tu ausencia, cuando regreso a mi mente que me lleva inevitablemente a
esa inmensidad que me da miedo, pero que no puedo evitar.

¿sabes? Uno de estos días la muerte me miró, acechándome, fijamente pero de lejos,
se acercó y a unos pasos se arrepintió, o quizá le vino algo a la mente que la distrajo
y repentinamente volteó para alejarse de nuevo, como si hubiese olvidado algo
detrás de sí, olvidándose de mí, a veces quiero que regrese, pero como tú, ella no
quiere venir conmigo, ¿acaso se pusieron de acuerdo para hacerme sufrir así?
aunque efectivamente, desde que te fuiste comenzó este infierno, entonces, fue el fin
del mundo, o por lo menos de ese mundo perfecto de mis adentros, de mis fantasías,
de mi vida, de mi ilusión; sin embargo, hoy por alguna extraña razón que la vida me
vuelve a abrazar, que la muerte y tú se olvidaroń de mí, que los pendientes se
apelotonan en la mesa y en el fregador de trastes, en el refrigerador, en los pisos y
en las paredes, hoy por esa extraña razón sigo y no sé por cuanto tiempo, pero sigo,
a veces sin querer, sintiendo que doy vueltas y vueltas y que por más que intento
avanzar, regreso siempre al punto de partida, pero no me quiero detener, no por
ahora, no sé si un día me canse de todo esto, no sé si un día me canse de mí mismo o
de seguir, lo que si sé es que en esos pequeños lapsos de inteligible presencia me
doy ánimos, busco fuerzas para seguir, pendiente todos los días por si regresan, tú, o
la muerte, porque la única que se ha enganchado a mis días, volviendolos pedazos
de inconciencia a ratos, es la soledad.

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viernes, 10 de agosto de 2018

A ratos (Dave Malto)


Estar en esa inmensidad oscura y sofocante, y al mismo tiempo, en la realidad, es
como entender porque hay un universo dentro de mí, que se me desborda, pero que
también me atrapa, me come, me envuelve, es casi como si mirar a mis adentros
fuera asomarme al vacío y cuando vuelvo la mirada hacia fuera, entonces, ya estoy
inmerso en ese abismo, sin embargo, algo pasa, algún sonido, alguna persona, algún
movimiento, me regresan de inmediato para volver a percibir los colores, las formas,
la habitación, las cosas, me doy cuenta de la serie de cosas que tengo por hacer y
trato de calmar mi mente para emprenderlas, pero algo me detiene, algo me obliga a
quedarme sentado frente a un desayuno que se vuelve almuerzo, que se transforma
en comida, como si el tiempo fueran esporádicos lapsos que a ratos no se sienten,
como si la vida pasara igual que en las películas, por etapas, a momentos aislados y
continuos, indetenibles e inteligentes, como si esta soledad tuviese vida y la
voluntad para hacer que todo suceda así, justamente como pasa.

Sí la soledad, esa sensación rara de tu extravío, de tu ausencia, de mi necesidad por
sentirte, por tenerte, por siquiera verte y cuando llega la noche, me meto en la cama,
los pies se congelan, las manos se entumen, el corazón se impacienta, las lagrimas se
vuelven un caudal implacable, cada noche parece más fría que la anterior y al
despertar, cada mañana más desalentadora, cada centímetro de la cama entre más
lejano de mi cuerpo, más solo, más obscuro, más temible y amenazante; peligroso
adentrarse ahí porque de antemano sé que no estarás, de antemano intuyo tu
ausencia, mi incipiente necesidad de tenerte, es ahí en la cama donde vuelvo al
abismo de tu ausencia, cuando regreso a mi mente que me lleva inevitablemente a
esa inmensidad que me da miedo, pero que no puedo evitar.

¿sabes? Uno de estos días la muerte me miró, acechándome, fijamente pero de lejos,
se acercó y a unos pasos se arrepintió, o quizá le vino algo a la mente que la distrajo
y repentinamente volteó para alejarse de nuevo, como si hubiese olvidado algo
detrás de sí, olvidándose de mí, a veces quiero que regrese, pero como tú, ella no
quiere venir conmigo, ¿acaso se pusieron de acuerdo para hacerme sufrir así?
aunque efectivamente, desde que te fuiste comenzó este infierno, entonces, fue el fin
del mundo, o por lo menos de ese mundo perfecto de mis adentros, de mis fantasías,
de mi vida, de mi ilusión; sin embargo, hoy por alguna extraña razón que la vida me
vuelve a abrazar, que la muerte y tú se olvidaroń de mí, que los pendientes se
apelotonan en la mesa y en el fregador de trastes, en el refrigerador, en los pisos y
en las paredes, hoy por esa extraña razón sigo y no sé por cuanto tiempo, pero sigo,
a veces sin querer, sintiendo que doy vueltas y vueltas y que por más que intento
avanzar, regreso siempre al punto de partida, pero no me quiero detener, no por
ahora, no sé si un día me canse de todo esto, no sé si un día me canse de mí mismo o
de seguir, lo que si sé es que en esos pequeños lapsos de inteligible presencia me
doy ánimos, busco fuerzas para seguir, pendiente todos los días por si regresan, tú, o
la muerte, porque la única que se ha enganchado a mis días, volviendolos pedazos
de inconciencia a ratos, es la soledad.

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