Columna Un Nuevo Comienzo
Comunidades
Agrarias Productivas para el Desarrollo Regional
Alberto
Jiménez Merino
Director
Centro de Innovaciones Agroalimentarias
y Tecnológicas (CIAT)
Puebla
La producción de bienes, la
obtención de productos o la prestación de servicios, es lo único que
garantiza ingresos lícitos para las
familias y sus comunidades. Ante la ausencia de éstos, son los apoyos públicos
lo que hace esta función, en algunos casos, hasta por el 90 por ciento de los
mismos.
Lamentablemente, las
políticas públicas han sido muy limitadas o han estado ausentes del fomento
productivo, porque hay tanta necesidad social que los presupuestos nunca
alcanzan para cubrir todas las necesidades y menos, cuando éstos se orientan
principalmente a programas asistenciales.
El fomento productivo
requiere del conocimiento básico de las actividades económicas que realizan las
comunidades, muchas de las cuales se han hecho por décadas o siglos. Saber qué
hace la gente en sus comunidades, qué recursos naturales tiene, qué problemas
productivos y ambientales existen y cuáles son sus necesidades, es
indispensable.
Este es el ejercicio de
planeación más elemental que se requiere. No puede suponerse ni inventarse.
Cuando se conoce, es más fácil decidir cómo apoyar. Es la planeación de abajo
hacia arriba de la que todos hablan y casi nadie hace.
En Xocoyolo, una de las 164
comunidades de Cuetzalan, Puebla, al hacer una asamblea de planeación con 80
asistentes se encontró que el 90 por ciento de las personas se dedicaban a producir maíz y
el 70 por ciento a producir frijol y maíz. Otros se dedicaban a 10 actividades
productivas adicionales.
La diversidad ambiental,
social y productiva de México es muy grande. Por eso no deben hacerse programas
de carácter general. Municipios como Tehuitzingo, Puebla, en donde hay 28
comunidades; 7 están a la orilla del Rio Atoyac, 7 a la base de cerros, 13 se
localizan en el valle y una cuenta con una presa para riego que beneficia a la
cabecera y dos comunidades más.
Los recursos públicos
destinados a la producción son insuficientes, inoportunos y desarticulados.
Predominan los apoyos individuales sobre los de carácter público. El gobierno
hace mal lo que los campesinos ya hacen bien, como la dotación de insumos, y no
hace, lo que éstos no pueden hacer, como adquirir infraestructura productiva,
de acopio, transformación o acceder a mercados.
Atender demanda campesina o
imponer programas y apoyos desde los escritorios han sido prácticas muy
arraigadas por muchos gobernantes. Privilegiar apoyos materiales sobre apoyos
técnicos ha sido un cuento de nunca acabar, que trascenderá hasta la eternidad.
El descuido en la
vinculación regional de las instituciones educativas, la ausencia de los
problemas de las familias y sectores productivos en los contenidos educativos,
la falta de apoyo a la capacitación y la asesoría en los programas de fomento, siguen
siendo notorias.
Después de conocer lo que
hacen en una comunidad, sus problemas y sus necesidades ya se puede integrar un
plan de trabajo que invariablemente siempre empieza por la capacitación y la
asesoría, para hacer mejor lo que ya hacen aprovechando al máximo lo que ya
tienen.
Llevar apoyos cuando no se
sabe lo que necesitan las personas ha sido un grave error. Ignorar lo que la
gente requiere porque no hay programas para eso, es aún más grave. Fortalecer
lo que ya está funcionando con una evaluación objetiva, sin importar quien lo
propuso sería muy conveniente, corregir lo que no ha funcionado es lo más
inteligente.
No podrá haber desarrollo de
las comunidades si no se forman los líderes que conduzcan y guíen esta gran
tarea, principalmente jóvenes con visión que tengan ganas de ser alguien y que
sean conscientes de la gran responsabilidad social que tenemos aquellos que
pudimos estudiar.
Una Comunidad Agraria
Productiva Agroalimentaria, requiere de
un gran esfuerzo organizativo en torno a un proyecto identificado desde el
interior de la misma. Debe ser una decisión de la gente. La primera necesidad
es de acompañamiento técnico, insumos, maquinaria, infraestructura,
financiamiento y acceso a mercados que definen el producto. Sólo debe
producirse lo que se requiere para consumo local y lo que tiene mercado.
Por lo anterior y para ser
consecuentes con lo mencionado, junto con productores de Tehuitzingo,
Acatzingo, Los Reyes de Juárez, Quecholac y Tepeaca, en el estado de Puebla y con la participación de un amplio grupo de
emprendedores, nos hemos comprometido a desarrollar comunidades
agroalimentarias para desarrollar regiones a través de la producción y
comercialización de productos agropecuarios en alianza con mercados nacionales y
de Norteamérica.
Preparar jóvenes en Israel,
Perú, Costa Rica, Canadá, Estados Unidos y Chile, es algo que ya está en
proceso.
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