Columna Un Nuevo Comienzo
Inteligencia
Emocional y Seguridad Alimentación en la Pandemia
Alberto Jiménez Merino
Secretario
Ejecutivo del Consejo Técnico
Nacional Consultivo de la CNC
En un mal día en Nueva York,
la gente caminaba alterada e irritable. Cuando las personas abordaban el
autobús de transporte público, el chofer les daba los buenos días y la
bienvenida. Muchos ni respondían. Ya sentados les iba platicando sobre los
lugares donde iban pasando. Cuando se bajaban, habían mejorado notablemente su
estado de ánimo, muchos respondían o sonreían, según relata Daniel Goleman en
su libro La inteligencia emocional.
La emoción es la alteración del
ánimo, de manera intensa o pasajera, agradable o penosa (Alberto Briceño,
2004). Y la inteligencia emocional, de acuerdo con este autor, es la capacidad
de sentir, entender, controlar y modificar estados anímicos propios y ajenos.
Es
la capacidad para resistirnos a reaccionar de manera impulsiva e irreflexiva,
actuando en lugar de ello, con receptividad y participando de esa manera en la
promoción de una comunicación sin barreras.
Los mejores resultados en
las decisiones personales se obtienen cuando existe la capacidad para controlar
las emociones. Mantener la calma ante las adversidades es la mayor fortaleza de
un ser humano porque le permite decidir con mayor posibilidad de éxito. Valor
es el control del miedo, no su ausencia.
Ponerse en los zapatos de
los otros y escucharlos, representa más del 90 por ciento del éxito de las
decisiones resultantes. Más aún cuando no se tiene ningún conocimiento del
problema a atender. Muchas disculpas se pueden evitar si se piensa antes de
hablar.
La pandemia por COVID19 ha
impactado fuertemente en el estado de ánimo de las personas. El “quédate en
casa” ha provocado ansiedad, temor, tristeza, miedo, desesperanza y angustia en
los integrantes de la familia. Más depresión o agresividad, más violencia entre
la familia.
Pero es en los niños y
jóvenes donde mayores impactos se pueden observar. No es lo mismo la clase
presencial, la convivencia diaria, que la comunicación a través de las
pantallas. No poder saludar a los compañeros, no poder despedirse al finalizar
los cursos. La ausencia de eventos de clausura
dejará huellas y marcas emocionales considerables entre los actuales
estudiantes.
Atender las recomendaciones
técnicas que han establecido los organismos mundiales y autoridades sanitarias,
es fundamental para reducir los riesgos de contagio y aminorar los impactos de
esta nueva enfermedad. Actuar con bases
científicas, comunicar correctamente y mantener la calma. Pero igual de
importante es evitar el pánico y proteger eficientemente a la población.
La otra preocupación está
relacionada con una de las necesidades elementales de las personas que es la
alimentación.
Durante la emergencia se
atiende parcialmente con despensas a las familias más necesitadas. Al margen de
las inconformidades por lo insuficiente que son o la percepción de manejo político
que discrimina a algunas familias, ésta es una de las acciones más inmediatas
para resolver parte del problema.
Sin embargo, si la pandemia
se prolonga, para los tiempos posteriores a ésta, la mejor vía de solución al
problema alimentario es la autoproducción.
El fomento productivo
familiar a través de huertos y granjas
en pequeños espacios representa la posibilidad de obtener parte de los
alimentos requeridos, significa ahorros considerables en la compra de alimentos
y el aprovechamiento de recursos disponibles.
Pero la autoproducción
alimentaria es también una de las terapias ocupacionales más importantes para
mujeres y niños. Se ha comprobado que la preparación de la tierra, la siembra,
el cultivo y esperar la cosecha, tienen una gran influencia en la valoración
del esfuerzo, en el fortalecimiento de la paciencia y en la fortaleza interna
por la satisfacción de ver cosechado el fruto del trabajo. Cosechar es una de
las alegrías más grandes.
Más aún, se ha probado el valor formativo que la
autoproducción alimentaria tiene en los niños y jóvenes para promover el
emprendimiento y garantizar su seguridad alimentaria futura.
Inteligencia emocional y
seguridad alimentaria son dos grandes necesidades para hacer frente a la
pandemia. Los profesionistas relacionados con estas áreas tienen hoy más tarea
y las políticas públicas no pueden quedarse atrás.
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