Columna Un Nuevo Comienzo
Gobiernos Populistas; atienden deseos y olvidan necesidades
Alberto Jiménez Merino
En mi primera experiencia como como secretario de desarrollo rural del estado de
Puebla, poblano e ingeniero agrónomo, fui para la gente un gran funcionario. Se
les atendía bien y se les daba al menos parte de lo que pedían. Se quedaba bien
con todos. Todos éramos felices.
Sin embargo, en mi evaluación personal, autocritica siempre, fui una nulidad de
servidor público y aseguro que lo fui también para mi jefe. Pero más allá, fui una
nulidad para Puebla de no ser porque en ese periodo iniciamos los Programas del
Bambú, el Agave Mezcalero, la Agricultura por Contrato, la Agricultura Familiar, la
Pitahaya y la Agricultura de Conservación. Ya antes habíamos propuesto el
programa regional de Praderas para el ganado y obras para la Conservación del
agua en la Mixteca a un gobierno del que no fui parte.
Comprobé que cuando solo se atiende la demanda y los deseos de la población
uno queda muy bien. Se vuelve uno muy popular. Pero quedar bien nunca debe
ser un objetivo. Hay que hacer lo que deba hacerse. Cuando no se identifican,
diferencian y atienden las necesidades reales, las administraciones son un
fracaso. No son lo mismo deseos que necesidades. Más grave es cuando,
creyendo que uno es sabio, impone caprichos sin escuchar a los que de verdad
saben.
Cuando la vida me dio otra oportunidad de ser secretario, ya con una estrategia
que con satisfacción veo que se ha mantenido y con un presupuesto para el
campo poblano que no se ha vuelto a ver desde el 2010, reorientamos las
decisiones y dijimos no en donde se requería hacerlo. Apoyamos la Integración y
Desarrollo de cadenas productivas, seguridad alimentaria a través de la agricultura
familiar y conservación de los recursos naturales como resultado de la planeación
democrática en donde los beneficiarios participaron. Todo esto está contenido en
el libro Puebla, una estrategia de atención al campo, y está disponible para todos
en www.jimenezmerino.com.mx
Siempre escuché que deseaban mejores precios para las cosechas, créditos
baratos o sin intereses, gasolina y diésel baratos, que no subiera el dólar y
muchas cosas que no dependían del gobierno. No podemos influir en los precios,
pero si podemos ayudar para que bajen los costos de producción. Buscaban
apoyos de semillas, fertilizantes, herramientas de trabajo y apoyos económicos
para sus actividades. Pocas veces pidieron capacitación y asesoría, servicios
técnicos, maquinaria e infraestructura que solos no podían obtener. Y aseguro que
el gobierno hace mal lo que ellos hacen mejor, pero no hace lo que los
productores realmente necesitan.
La pobreza ha sido nuestro mayor problema y no se ha resuelto en los últimos 25
años. Se ha contenido con apoyos asistenciales y programas sociales, pero no ha
variado sustantivamente.
El COVID, según estimaciones de expertos, ha provocado en México un
incremento de 10 millones de pobres y un retroceso en la economía de casi 10
años.
Las cifras del COVID en México al 9 de enero del 2021 indican que hay 1 millón
507 mil 931 casos confirmados y 132 mil 069 muertos. Hay un repunte de la
pandemia con tendencia a crecer en enero; hay entidades federativas en semáforo
rojo y saturación de hospitales que no tienen ni camas ni medicamentos para
atender a los enfermos.
No obstante esta situación tan crítica, vemos que las prioridades del ejecutivo
federal, enmarcadas en la segunda etapa de la cuarta transformación, son la
eliminación de los organismos gubernamentales autónomos con el argumento de
seguir ahorrando, como ocurrió con más de 100 fideicomisos que otorgaban
apoyos y facilitaban la atención a sectores como la ciencia y tecnología, agua,
cultura, cambio climático y desastres naturales.
Lo urgente es la atención a la salud de los mexicanos y para ello se requiere del
redireccionamiento de recursos de manera inmediata. Refinerías, aeropuertos y
trenes mayas pueden esperar hasta después de haber asegurado la salud de la
gente, principio y fin de la razón de ser de un gobierno.
Lamentablemente, un país pobre polarizado, dividido en buenos y malos por quien
debería unirlo, se hace más pobre por políticas equivocadas o ausentes, por una
ambición desmedida a concentrar las decisiones nacionales, a eliminar los
contrapesos indispensables en las democracias y por el desmantelamiento de
instituciones que costó mucho construir.
Urgente también es garantizar la alimentación de la población que en buena parte
se logra con las transferencias personales que hoy tienen como nunca una clara
orientación a crear una base electoral permanente. Esta tentación que no es
exclusiva de este régimen, se destaca porque hoy es más marcada y no se
acompaña con políticas para atender lo importante como es el fomento productivo,
el segundo piso del desarrollo.
Los apoyos asistenciales sin fomento productivo son inútiles porque cuando ya no
se tienen, la gente no sabe qué hacer. Son necesarios, pero no suficientes, y
nadie en su sano juicio quiere quitarlos.
Lo que se requiere, es complementar con verdaderas políticas para el desarrollo.
Atender la salud y unir a los mexicanos es una gran urgencia. Pero, los diferentes
resultaron peores.
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