La práctica del yoga, al ser una disciplina holística, basa su efecto en la multiplicidad de estímulos que se refuerzan sinérgicamente durante la clase. Estos activadores impactan en el practicante de diversas maneras y formas, a grado tal, que van de lo burdo a lo muy sutil, pasando por muchos estadios intermedios.
Debido a que nuestros diversos cuerpos (koshas) están interrelacionados, formando una unidad sistémica indisoluble, es evidente que la activación en uno de ellos implica su efecto correspondiente en el resto, razón por la cual el manejo responsable de estos implica su conocimiento profundo, adecuado y consciente , aunado a una alta ética profesional. Tal es su impacto que, definitivamente, el uso erróneo debido a la ignorancia del instructor no resta responsabilidad en él.
En un nivel muy evidente el cuerpo que más se activa es el físico a través de las ásanas, por medio de procesos que incluyen los diversos sistemas de la anatomía humana, sobretodo en nivel muscular, orgánico y por supuesto, el sistema endócrino que nos conduce a la activación del cuerpo energético a través de la estimulación y armonización de los chakras, proceso que necesaria y de manera concatenada nos producirá un despertar a otros niveles de conciencia.
En el plano físico, los sentidos son incitados por medio de activadores sensoriales; El empleo de inciensos, conocido como aromaterapia, dirige su impacto al sistema nervioso central y por tanto a los procesos emocionales y mentales. Lo mismo sucede con la musicoterapia, razón por la cual debe tenerse muy en cuenta el tipo de música que se va a emplear durante la clase.
Un elemento sensorial, no muy evidente, pero no por ello menos importante, es la cromoterapia que va implicada en el uso de los colores del lugar donde se trabaja, por ello se recomienda usar colores suaves que inducen a estados de calma. El tacto también debe ser tomado en cuenta, pues cuando el instructor se permite tocar a los alumnos para corregirles sus ásanas, logrará interactuar, física y energéticamente con ellos.
El efecto de los activadores sensoriales desarrolla en los alumnos un grado de sensibilidad tal, que inclusive el cuerpo emocional se ve alentado por la interacción energética de los participantes, por ello es indispensable que el instructor mantenga siempre una actitud positiva ante el grupo y que motive a un trabajo armónico y fluido. Para ello también es necesario romper el esquema de una clase impersonal para poder interactuar de modo suave y amable con los participantes, produciendo un ambiente de cordialidad que estimule el sentido de pertenencia al grupo en cada participante para lo cual no está de más usar la risoterapia en un nivel adecuado.
El proceso mental se ve estimulado durante un fragmento de Gnani yoga que debe incluirse en clase, para que así se tome más consciencia de cuál es la finalidad última del yoga, misma que trasciende el plano físico.
Otro nivel de estimulación mucho más sutil es el proceso subliminal que puede ser trabajado por medio de mensajes durante la relajación y que impacten en el inconsciente del receptor, y/o con imágenes simbólicas y frases escritas, incluidas en la decoración y ambientación del lugar.
El nivel de estimulación más sutil. y por ello el más importante, es el proceso transpersonal que se maneja , razón evidente por la cual se necesita tomar clara conciencia de ello. El sujeto que asiste a una clase de yoga, es ante todo, un buscador espiritual que trata de salir del estrés y la rutina de la vida diaria. Por ello posterior a una activación física, energética, emocional y mental, se da paso al proceso de interiorización por medio de la relajación, concentración y meditación.
Sí todos estos elementos son empleados con pleno conocimiento, una clase de yoga permitirá al practicante trascender el proceso de lo individual para integrarse con su esencia divina, más allá de los conceptos y preceptos religiosos, para ubicarse así en el plano de lo espiritual.
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