viernes, 24 de noviembre de 2017

Andares (Dave Malto)



Cuando más he disfrutado y mejor la he pasado, ha sido en los momentos de precariedad económica, ¡qué ironías tiene la vida¡ pues me ha dado placeres, satisfacciones y deleites, cuando no he tenido ni un peso en la bolsa, en cambio, en el momento que me he dedicado al trabajo, al ahorro y a “ganarme la vida” (como diría mi madre) es cuando más aburrido la he pasado, yendo sólo del trabajo a la casa y viceversa; mas si he viajado, conocido y disfrutado el mundo, sus privilegios, la vida, justamente es porque algún mecenas aparece, dadivoso, contento por mi compañía y siempre con la esperanza en los ojos de una noche de sexo conmigo; con el joven delgado y refinado de sonrisa coqueta, de mirada conquistadora, éste jovenzuelo que sale de mis adentros cuando busco esos deleites y con quien logro llamar la atención, de señores sobre todo, dispuestos a pagar por mí, por mi juventud, que me buscan, me llaman, me hacen plática, a quienes discreta o descaradamente doy mi teléfono y los que posteriormente me tienen en alguna fiesta; los más, en lugares donde no les conozcan y sólo con una copa como pre requisito a mis bondades, algunos otros entusiasmados para, con sus amistades, tenerme como mozo, casi como trofeo y entonces el ciclo parece inacabable, primero con uno, luego con otro y así los andares son lapsos de fiestas con gente adinerada, o bien, viajes a la playa, privadas suites de hoteles, cenas caras, pero siempre al final del día con un hombre frente a mí, a quien no le importa la cena, que espera pueda comer bien para desnudarme y ofrecerle placer a su antojo y que termina yéndose porque en casa lo esperan, por la cuenta del hotel jamás me preocupo, casi siempre me dejan un recadito diciendo que ya está todo pagado, o bien me llaman al teléfono mientras yo me dispongo a un baño de tina, como si yo mismo pudiera pagarlo.

Tengo que reconocer que no es fácil prostituirse y menos terminar solo, pero esto es como el tequila, malo es el primer trago ya después uno se acostumbra, cierto es que recurro a mis clientes cuando ya se ha acabado el dinero y mi juventud, coquetería y encantos, me disponen a hombres que puedan interesarse en mí, entonces comienza este círculo vicioso de andares y aparente prosperidad, de lujos, de viajes, de momentos, y como siempre, sin un peso en la bolsa, quizás esa es mi justificación para seguir mi errar a costa del dinero de otros, pero, uno ofrece lo que tiene y ellos también, es justo intercambio, finalmente hay que seguir viviendo, hay que seguir andando.

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viernes, 24 de noviembre de 2017

Andares (Dave Malto)



Cuando más he disfrutado y mejor la he pasado, ha sido en los momentos de precariedad económica, ¡qué ironías tiene la vida¡ pues me ha dado placeres, satisfacciones y deleites, cuando no he tenido ni un peso en la bolsa, en cambio, en el momento que me he dedicado al trabajo, al ahorro y a “ganarme la vida” (como diría mi madre) es cuando más aburrido la he pasado, yendo sólo del trabajo a la casa y viceversa; mas si he viajado, conocido y disfrutado el mundo, sus privilegios, la vida, justamente es porque algún mecenas aparece, dadivoso, contento por mi compañía y siempre con la esperanza en los ojos de una noche de sexo conmigo; con el joven delgado y refinado de sonrisa coqueta, de mirada conquistadora, éste jovenzuelo que sale de mis adentros cuando busco esos deleites y con quien logro llamar la atención, de señores sobre todo, dispuestos a pagar por mí, por mi juventud, que me buscan, me llaman, me hacen plática, a quienes discreta o descaradamente doy mi teléfono y los que posteriormente me tienen en alguna fiesta; los más, en lugares donde no les conozcan y sólo con una copa como pre requisito a mis bondades, algunos otros entusiasmados para, con sus amistades, tenerme como mozo, casi como trofeo y entonces el ciclo parece inacabable, primero con uno, luego con otro y así los andares son lapsos de fiestas con gente adinerada, o bien, viajes a la playa, privadas suites de hoteles, cenas caras, pero siempre al final del día con un hombre frente a mí, a quien no le importa la cena, que espera pueda comer bien para desnudarme y ofrecerle placer a su antojo y que termina yéndose porque en casa lo esperan, por la cuenta del hotel jamás me preocupo, casi siempre me dejan un recadito diciendo que ya está todo pagado, o bien me llaman al teléfono mientras yo me dispongo a un baño de tina, como si yo mismo pudiera pagarlo.

Tengo que reconocer que no es fácil prostituirse y menos terminar solo, pero esto es como el tequila, malo es el primer trago ya después uno se acostumbra, cierto es que recurro a mis clientes cuando ya se ha acabado el dinero y mi juventud, coquetería y encantos, me disponen a hombres que puedan interesarse en mí, entonces comienza este círculo vicioso de andares y aparente prosperidad, de lujos, de viajes, de momentos, y como siempre, sin un peso en la bolsa, quizás esa es mi justificación para seguir mi errar a costa del dinero de otros, pero, uno ofrece lo que tiene y ellos también, es justo intercambio, finalmente hay que seguir viviendo, hay que seguir andando.

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