viernes, 9 de febrero de 2018

Como los tazos (Dave Malto)





Segunda Parte

Cuando volvimos a despertar, La Chiquita y Esteban jugueteaban, por mi parte
me di la vuelta para quedar de frente a Manuel, sin decir nada me volvió a besar,
esta vez apasionadamente y entrelazando con su brazo mi cuerpo desnudo,
llevó su mano a mi trasero, lo apretó y me dijo: –Qué buen culo tienes.

Yo me sonrojé y no le dije nada, pero eso me hizo sentir soberbio y orgulloso sin
igual, también comenzamos con los jugueteos y cuando decidimos levantarnos e
ir por algo para desayunar eran ya las once de la mañana y el turno de los
cuatro comenzaba a las tres de la tarde, teníamos tiempo suficiente para seguir
disfrutando de un rico acostón.

Llegamos con una inconfundible cara de resaca al trabajo y todos los demás nos
hicieron burla, pero nadie, ni siquiera, insinuó lo que para La Chiquita y para mí
era obvio, parecía no importarles, no dudaban de la hombría de ninguno de
ellos, cosa que definitivamente ayudó en lo consecuente.

A partir de entonces, Manuel y yo íbamos casi a diario a mi casa y más de una
ocasión se quedó a dormir toda la noche, aunque la mayoría de las veces
después del sexo se iba; a él le gustaba mucho fumar marihuana y a mí no me
molestaba, casi siempre antes del sexo, nos fumábamos un churro acompañado
de cervezas o licor y así pasaron los días.

Cuando Manuel me celaba, al principio no le tomaba interés, aunque si me
comenzó a extrañar que me cuestionara o que se molestara por clientes o
amigos que me frecuentaban, sinceramente, me encantaba que mostrara esos
celos, pero ese no fue el problema.

Una ocasión se me ocurrió invitarlo a una fiesta en casa de unas amigas, la
familia y las amistades de ellas estarían presentes y se me hizo fácil decirle que
me acompañara, accedió y llegamos a la reunión, lo presenté cómo un
compañero del trabajo y mis amigas que tienen buen colmillo me cuestionaron
sobre él, yo respondí diciendo que estaban locas, que él no era gay y que sólo
trabajaba conmigo, sin embargo, ya con unas copas, nos dimos un encerrón en
el baño que no pudimos disimular y aunque traté de mantener la compostura,
era más que evidente el tipo de relación que llevábamos.
Luego, unos amigos de las anfitrionas, bastante guapos por cierto, comenzaron
a bailar conmigo y él nuevamente sacó lo macho y comenzó un pleito, casi los
golpea de no ser, porque tanto ellas como yo lo impedimos, la fiesta terminó mal
y yo avergonzado, me enojé y él excusó que me estaba protegiendo, que los

tipos se querían pasar conmigo; después de eso, todo empeoró, aunque el sexo
seguía siendo maravilloso y sin igual, su actitud era diferente.

Una tarde, él no llegó a trabajar, yo no sabía nada de él desde la noche anterior
que me dejó en mi casa y que me dijo iría a la suya, mas como no llegó al
trabajo, supuse que se había ido de farra, no me preocupó ni me molestó, quizá
porque a diferencia de él yo no lo celaba ni tenía intenciones de hacerlo.

Estaba todo muy bien cuando de pronto, sin tanta gente en el restaurante, llegó
una chica de tez blanca, cabello rizado, casi despeinado y un estilo un tanto
hipster, no se veía mal y parecía una chica tranquila, se me acercó y me dijo:
–Hola, oye ¿está Manuel?
–No, no vino a trabajar, ¿quién lo busca? –Respondí con inquietud y cierto
interés.

–Soy su novia, es que me dijo que estaba aquí. – ante la declaración mi interés
se incrementó, no obstante disimulé lo más que pude.

–Ah, no pues no vino, y no sé si avisó, pero si quieres, pasa por detrás del local
y le digo a la encargada que quieres saber de Manuel.

–No, no te preocupes, ¿cómo te llamas?

–Daniel. – respondí sin reparo, aunque en ese momento ella cambió su aspecto,
mirándome de una forma bastante extraña, no me dijo nada más, se dio la vuelta
y comenzó a andar, yo la alcancé y le dije:

–¿Quieres que le dé algún recado a Manuel, si viene?

–No, no te preocupes. –Respondió sin voltear y se fue.

Al siguiente día Manuel me pidió hablar saliendo del trabajo; fuimos por la
habitual botella de licor y mientras nos fumábamos un churro comenzó a
decirme

–Ay Dani estoy confundido.
–¿Por qué? – Le pregunté, intuyendo que algo no andaba bien.
–Porque me gustas muchísimo, pero yo no soy gay.
A pesar de que dicha declaración me elevó el ego, me centré en intentar darle
una palabra de alivio –A ver Lobito, cálmate, nadie está diciendo que por que te
guste una persona, en este caso yo, eres gay.

–Pero, no sé por qué me gustas si a mí no me gustan los hombres, sólo me
gustas tú, es más, cualquier otro me parece desagradable, por más afeminado o
loca que sea, incluso La Chiquita, aunque me cae súper chido, no me gusta,
pero pensar en ti es diferente, me excito, te deseo, quiero tenerte a mi lado
siento algo por ti inexplicable y todo eso me causa mucho estrés, me confunde.

–Tranquilo Manuel, eso no debería mortificarte, sólo disfruta, quizás un día dejes
de sentir lo que sientes por mí, creo que estás haciendo una tormenta en un
vaso de agua, en lugar de cuestionarte, intenta disfrutar.

–No, es que no me estás entendiendo, mira, le dije a mi novia que había
conocido a alguien y que estaba confundido, le dije que me estaba enamorando
y le dije que eras tú.

Yo me quedé petrificado por la declaración y tratando de entender le objeté –A
ver Lobito, tranquilo, ¿Cómo que le dijiste que soy yo?

–Pues sí, le dije que había salido algunas veces con alguien del trabajo, que me
gusta mucho y le dije que ese alguien es un hombre y que se llama Daniel, o sea
tú...

En ese momento, recordé que el día anterior ella se quedó paralizada cuando le
dije mi nombre y entendí todo, no sé que sea eso que se siente pero
definitivamente no me gustó.

–A ver pedazo de animal, ¿Le dijiste a tu novia que te gusta un hombre y
además le dijiste quien es?

–Pues sí.

–¿Pero qué te pasa?... ¿Qué acaso no tienes sentido común?... ¿Cómo se te
ocurre decirle eso a tu novia?, o sea, no quiero ni pensar en cómo se siente,
imagínate, acabaste con ella en dos segundos, ¿En qué carajo estás pensando?
Nunca le debiste decir nada de esto a nadie y menos a tu novia.

–Es que también se lo dije a mi hermano.

–¿QUÉ?... Tú estás peor que idiota, ¿Sabes qué, Manuel? Lo mejor es que
dejemos esto en paz, yo no quiero problemas y aunque tú me gustas mucho y
me encanta estar contigo, no quiero a tu familia y a tu novia juzgándome o
haciéndome la vida imposible, jamás debiste decir esto que pasó entre nosotros
y lo que debes entender es que no eres gay, que ser gay es un estilo de vida
que no vas a tomar porque a ti no te gustan los hombres, sólo te enculaste e
igual que conmigo puedes encularte con cualquier otra persona y finalmente
debes pensar que a una mujer no puedes humillarla de esa manera, eso si es
ser poco hombre...

No pude seguir hablando, salió de mi casa llorando, quise detenerlo pero no
pude, después de eso no regresó al trabajo y no supe nada de él.

Un día, algún tiempo después, me lo topé en la calle, me saludó, platicamos
poco y me propuso ir a mi casa, accedí y tuvimos nuevamente el mejor sexo del
que tenga memoria, desde entonces jamás lo he vuelto a ver ni a saber nada de
él.

Me encantaría volver a verlo, pero quizá la vida no lo vuelva a permitir, no lo sé,
el mundo es muy pequeño. Han pasado ya ocho años desde aquella última
noche de pasión a su lado, no sé si anduvo con otros hombres o si regresó con
su novia o si está con alguna otra, lo que sí, es que hay hombres que son para
uno, de eso no me queda la menor duda, porque como dice un amigo: “los
hombres son como los tazos, si volteas alguno, es tuyo” y Lobito fue mío, como
ninguno otro lo ha sido; reconozco que lo amé a mi manera, con mi discreta
forma de demostrarlo, disfrutamos un sexo rico, maravilloso y fue mío, mío de
verdad.


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viernes, 9 de febrero de 2018

Como los tazos (Dave Malto)





Segunda Parte

Cuando volvimos a despertar, La Chiquita y Esteban jugueteaban, por mi parte
me di la vuelta para quedar de frente a Manuel, sin decir nada me volvió a besar,
esta vez apasionadamente y entrelazando con su brazo mi cuerpo desnudo,
llevó su mano a mi trasero, lo apretó y me dijo: –Qué buen culo tienes.

Yo me sonrojé y no le dije nada, pero eso me hizo sentir soberbio y orgulloso sin
igual, también comenzamos con los jugueteos y cuando decidimos levantarnos e
ir por algo para desayunar eran ya las once de la mañana y el turno de los
cuatro comenzaba a las tres de la tarde, teníamos tiempo suficiente para seguir
disfrutando de un rico acostón.

Llegamos con una inconfundible cara de resaca al trabajo y todos los demás nos
hicieron burla, pero nadie, ni siquiera, insinuó lo que para La Chiquita y para mí
era obvio, parecía no importarles, no dudaban de la hombría de ninguno de
ellos, cosa que definitivamente ayudó en lo consecuente.

A partir de entonces, Manuel y yo íbamos casi a diario a mi casa y más de una
ocasión se quedó a dormir toda la noche, aunque la mayoría de las veces
después del sexo se iba; a él le gustaba mucho fumar marihuana y a mí no me
molestaba, casi siempre antes del sexo, nos fumábamos un churro acompañado
de cervezas o licor y así pasaron los días.

Cuando Manuel me celaba, al principio no le tomaba interés, aunque si me
comenzó a extrañar que me cuestionara o que se molestara por clientes o
amigos que me frecuentaban, sinceramente, me encantaba que mostrara esos
celos, pero ese no fue el problema.

Una ocasión se me ocurrió invitarlo a una fiesta en casa de unas amigas, la
familia y las amistades de ellas estarían presentes y se me hizo fácil decirle que
me acompañara, accedió y llegamos a la reunión, lo presenté cómo un
compañero del trabajo y mis amigas que tienen buen colmillo me cuestionaron
sobre él, yo respondí diciendo que estaban locas, que él no era gay y que sólo
trabajaba conmigo, sin embargo, ya con unas copas, nos dimos un encerrón en
el baño que no pudimos disimular y aunque traté de mantener la compostura,
era más que evidente el tipo de relación que llevábamos.
Luego, unos amigos de las anfitrionas, bastante guapos por cierto, comenzaron
a bailar conmigo y él nuevamente sacó lo macho y comenzó un pleito, casi los
golpea de no ser, porque tanto ellas como yo lo impedimos, la fiesta terminó mal
y yo avergonzado, me enojé y él excusó que me estaba protegiendo, que los

tipos se querían pasar conmigo; después de eso, todo empeoró, aunque el sexo
seguía siendo maravilloso y sin igual, su actitud era diferente.

Una tarde, él no llegó a trabajar, yo no sabía nada de él desde la noche anterior
que me dejó en mi casa y que me dijo iría a la suya, mas como no llegó al
trabajo, supuse que se había ido de farra, no me preocupó ni me molestó, quizá
porque a diferencia de él yo no lo celaba ni tenía intenciones de hacerlo.

Estaba todo muy bien cuando de pronto, sin tanta gente en el restaurante, llegó
una chica de tez blanca, cabello rizado, casi despeinado y un estilo un tanto
hipster, no se veía mal y parecía una chica tranquila, se me acercó y me dijo:
–Hola, oye ¿está Manuel?
–No, no vino a trabajar, ¿quién lo busca? –Respondí con inquietud y cierto
interés.

–Soy su novia, es que me dijo que estaba aquí. – ante la declaración mi interés
se incrementó, no obstante disimulé lo más que pude.

–Ah, no pues no vino, y no sé si avisó, pero si quieres, pasa por detrás del local
y le digo a la encargada que quieres saber de Manuel.

–No, no te preocupes, ¿cómo te llamas?

–Daniel. – respondí sin reparo, aunque en ese momento ella cambió su aspecto,
mirándome de una forma bastante extraña, no me dijo nada más, se dio la vuelta
y comenzó a andar, yo la alcancé y le dije:

–¿Quieres que le dé algún recado a Manuel, si viene?

–No, no te preocupes. –Respondió sin voltear y se fue.

Al siguiente día Manuel me pidió hablar saliendo del trabajo; fuimos por la
habitual botella de licor y mientras nos fumábamos un churro comenzó a
decirme

–Ay Dani estoy confundido.
–¿Por qué? – Le pregunté, intuyendo que algo no andaba bien.
–Porque me gustas muchísimo, pero yo no soy gay.
A pesar de que dicha declaración me elevó el ego, me centré en intentar darle
una palabra de alivio –A ver Lobito, cálmate, nadie está diciendo que por que te
guste una persona, en este caso yo, eres gay.

–Pero, no sé por qué me gustas si a mí no me gustan los hombres, sólo me
gustas tú, es más, cualquier otro me parece desagradable, por más afeminado o
loca que sea, incluso La Chiquita, aunque me cae súper chido, no me gusta,
pero pensar en ti es diferente, me excito, te deseo, quiero tenerte a mi lado
siento algo por ti inexplicable y todo eso me causa mucho estrés, me confunde.

–Tranquilo Manuel, eso no debería mortificarte, sólo disfruta, quizás un día dejes
de sentir lo que sientes por mí, creo que estás haciendo una tormenta en un
vaso de agua, en lugar de cuestionarte, intenta disfrutar.

–No, es que no me estás entendiendo, mira, le dije a mi novia que había
conocido a alguien y que estaba confundido, le dije que me estaba enamorando
y le dije que eras tú.

Yo me quedé petrificado por la declaración y tratando de entender le objeté –A
ver Lobito, tranquilo, ¿Cómo que le dijiste que soy yo?

–Pues sí, le dije que había salido algunas veces con alguien del trabajo, que me
gusta mucho y le dije que ese alguien es un hombre y que se llama Daniel, o sea
tú...

En ese momento, recordé que el día anterior ella se quedó paralizada cuando le
dije mi nombre y entendí todo, no sé que sea eso que se siente pero
definitivamente no me gustó.

–A ver pedazo de animal, ¿Le dijiste a tu novia que te gusta un hombre y
además le dijiste quien es?

–Pues sí.

–¿Pero qué te pasa?... ¿Qué acaso no tienes sentido común?... ¿Cómo se te
ocurre decirle eso a tu novia?, o sea, no quiero ni pensar en cómo se siente,
imagínate, acabaste con ella en dos segundos, ¿En qué carajo estás pensando?
Nunca le debiste decir nada de esto a nadie y menos a tu novia.

–Es que también se lo dije a mi hermano.

–¿QUÉ?... Tú estás peor que idiota, ¿Sabes qué, Manuel? Lo mejor es que
dejemos esto en paz, yo no quiero problemas y aunque tú me gustas mucho y
me encanta estar contigo, no quiero a tu familia y a tu novia juzgándome o
haciéndome la vida imposible, jamás debiste decir esto que pasó entre nosotros
y lo que debes entender es que no eres gay, que ser gay es un estilo de vida
que no vas a tomar porque a ti no te gustan los hombres, sólo te enculaste e
igual que conmigo puedes encularte con cualquier otra persona y finalmente
debes pensar que a una mujer no puedes humillarla de esa manera, eso si es
ser poco hombre...

No pude seguir hablando, salió de mi casa llorando, quise detenerlo pero no
pude, después de eso no regresó al trabajo y no supe nada de él.

Un día, algún tiempo después, me lo topé en la calle, me saludó, platicamos
poco y me propuso ir a mi casa, accedí y tuvimos nuevamente el mejor sexo del
que tenga memoria, desde entonces jamás lo he vuelto a ver ni a saber nada de
él.

Me encantaría volver a verlo, pero quizá la vida no lo vuelva a permitir, no lo sé,
el mundo es muy pequeño. Han pasado ya ocho años desde aquella última
noche de pasión a su lado, no sé si anduvo con otros hombres o si regresó con
su novia o si está con alguna otra, lo que sí, es que hay hombres que son para
uno, de eso no me queda la menor duda, porque como dice un amigo: “los
hombres son como los tazos, si volteas alguno, es tuyo” y Lobito fue mío, como
ninguno otro lo ha sido; reconozco que lo amé a mi manera, con mi discreta
forma de demostrarlo, disfrutamos un sexo rico, maravilloso y fue mío, mío de
verdad.


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