viernes, 4 de mayo de 2018

El Cine Nacional






















Segunda Parte 

... Después de un rato, me cansé y me senté, fue entonces cuando me comenzó a rodear un chico, su silueta medio iluminada por la luz de la pantalla, no parecía la de un hombre mayor a treinta y cinco años,  de cuerpo definido, no muy alto, al parecer le gusté porque se paró a mi lado y me clavó la mirada, así no más sin más; poco a poco tratando de ser discreto, como quien no quiere la cosa, se fue acercando a mí y yo simulaba ver la película, sin prestarle atención, aunque la realidad era que estaba esperando a ver que hacía.

Finalmente se sentó junto de mí, abrió las piernas para buscar mi contacto, y me dio miedo, me levanté y me alejé de él, no puedo decir que me arrepiento, pero si me hubiera quedado, quizá, como la mayoría, hubiera disfrutado de un momento de sexo en ese lugar prohibido.

Mi recorrido siguió a paso lento, unas veces en la sala de arriba, la que es tipo estadio, otras en la de abajo, la grande, y ya con un poco de mayor familiaridad con el sitio y con el ambiente, entonces busqué a alguien con quien pudiera pasar un buen rato sin tapujos y sin temores, y entre tanta mirada y caminata, entre tantos ambulantes, vi a uno que me pareció atractivo, no tenía mal cuerpo, se veía muy chacal y se me antojó para un buen rato, quise seguirlo pero tampoco me atreví así que comencé a rodearlo sin perderlo de vista.

En algún momento me aburrí y cambié de sala, casi decepcionado comencé nuevamente el ritual deambulatorio entre los pasillos, viendo a hombres semidesnudos, con los pantalones bajados a las rodillas y disfrutando de la felación que su acompañante les daba o uno detrás de otro en indudable estado de penetración.  Cuando volví a ver a mi chacal, estaba ya con un chico, quien le daba unas arremetidas con la boca a su considerable miembro, el placer y entusiasmo que denotaban me excitó, me acerqué a ellos y tuve ganas de masturbarme ahí, viéndolos, pero no lo hice, sólo me senté cerca para seguir la función; el chico entonces, de repente, se bajó los pantalones, se dio la media vuelta y dejó que el chacal lo clavara con cierta desesperación, intentó penetrarlo con fuerza, lo tomó de la cadera y cuando logró entrar, el chico gimió como entre dolor y placer, ahogando un grito, entonces, como insectos que han encontrado comida comenzaron a llegar cada vez más espectadores y cómo los realizadores del espectáculo estaban parados, nada impedía verlos, por un lado un joven siendo poseído por un miembro de unos veinticinco centímetros; porque a pesar de la oscuridad, podía verse un miembro vigoroso  que sin duda quien lo sintiera lo disfrutaría mucho, y yo quería sentirlo.

Mientras mi imaginación se desbordaba soñando que era yo ese chico al que penetraba con fuerza y energía aquel hombre, que en la oscuridad me pareció atractivo, el tiempo pasaba sin importancia ni problemas, mi excitación crecía y mi morbo se alimentaba.

Al salir justo después de que encendieran las luces y se apagara la pantalla, algunos se iban abrochando el pantalón, otros vistiéndose completamente, los demás sencillamente salimos, entonces, encontré a mi amigo quien había desaparecido, me cuestionó si me divertí y me limité a sonreír, caminamos por el mismo pasillo por el que habíamos entrado, volví a ver al alebrije, mentalmente me despedí de él y seguí andando al lado de mi amigo.

En la calle la lluvia caía con fuerza y el día se apagaba con la llegada de la noche, después supe que la calle de la esquina se llama Jesús María y que cerca está el mercado Sonora.

Al final pudo más mi temor que mis ganas, no puedo decir que no he de volver, porque quizá lo haga, ojalá mi experiencia del Cine Nacional hubiera sido placentera, o cuando menos de un buen faje, pero ni uno grande ni uno pequeño, ni uno maduro ni uno joven, no me animé a descararme frente a un hombre desconocido que me pudiera ayudar a dejar un poco la soledad, no me atreví a disfrutar del Cine Nacional, o por lo menos no esta primera vez.

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viernes, 4 de mayo de 2018

El Cine Nacional






















Segunda Parte 

... Después de un rato, me cansé y me senté, fue entonces cuando me comenzó a rodear un chico, su silueta medio iluminada por la luz de la pantalla, no parecía la de un hombre mayor a treinta y cinco años,  de cuerpo definido, no muy alto, al parecer le gusté porque se paró a mi lado y me clavó la mirada, así no más sin más; poco a poco tratando de ser discreto, como quien no quiere la cosa, se fue acercando a mí y yo simulaba ver la película, sin prestarle atención, aunque la realidad era que estaba esperando a ver que hacía.

Finalmente se sentó junto de mí, abrió las piernas para buscar mi contacto, y me dio miedo, me levanté y me alejé de él, no puedo decir que me arrepiento, pero si me hubiera quedado, quizá, como la mayoría, hubiera disfrutado de un momento de sexo en ese lugar prohibido.

Mi recorrido siguió a paso lento, unas veces en la sala de arriba, la que es tipo estadio, otras en la de abajo, la grande, y ya con un poco de mayor familiaridad con el sitio y con el ambiente, entonces busqué a alguien con quien pudiera pasar un buen rato sin tapujos y sin temores, y entre tanta mirada y caminata, entre tantos ambulantes, vi a uno que me pareció atractivo, no tenía mal cuerpo, se veía muy chacal y se me antojó para un buen rato, quise seguirlo pero tampoco me atreví así que comencé a rodearlo sin perderlo de vista.

En algún momento me aburrí y cambié de sala, casi decepcionado comencé nuevamente el ritual deambulatorio entre los pasillos, viendo a hombres semidesnudos, con los pantalones bajados a las rodillas y disfrutando de la felación que su acompañante les daba o uno detrás de otro en indudable estado de penetración.  Cuando volví a ver a mi chacal, estaba ya con un chico, quien le daba unas arremetidas con la boca a su considerable miembro, el placer y entusiasmo que denotaban me excitó, me acerqué a ellos y tuve ganas de masturbarme ahí, viéndolos, pero no lo hice, sólo me senté cerca para seguir la función; el chico entonces, de repente, se bajó los pantalones, se dio la media vuelta y dejó que el chacal lo clavara con cierta desesperación, intentó penetrarlo con fuerza, lo tomó de la cadera y cuando logró entrar, el chico gimió como entre dolor y placer, ahogando un grito, entonces, como insectos que han encontrado comida comenzaron a llegar cada vez más espectadores y cómo los realizadores del espectáculo estaban parados, nada impedía verlos, por un lado un joven siendo poseído por un miembro de unos veinticinco centímetros; porque a pesar de la oscuridad, podía verse un miembro vigoroso  que sin duda quien lo sintiera lo disfrutaría mucho, y yo quería sentirlo.

Mientras mi imaginación se desbordaba soñando que era yo ese chico al que penetraba con fuerza y energía aquel hombre, que en la oscuridad me pareció atractivo, el tiempo pasaba sin importancia ni problemas, mi excitación crecía y mi morbo se alimentaba.

Al salir justo después de que encendieran las luces y se apagara la pantalla, algunos se iban abrochando el pantalón, otros vistiéndose completamente, los demás sencillamente salimos, entonces, encontré a mi amigo quien había desaparecido, me cuestionó si me divertí y me limité a sonreír, caminamos por el mismo pasillo por el que habíamos entrado, volví a ver al alebrije, mentalmente me despedí de él y seguí andando al lado de mi amigo.

En la calle la lluvia caía con fuerza y el día se apagaba con la llegada de la noche, después supe que la calle de la esquina se llama Jesús María y que cerca está el mercado Sonora.

Al final pudo más mi temor que mis ganas, no puedo decir que no he de volver, porque quizá lo haga, ojalá mi experiencia del Cine Nacional hubiera sido placentera, o cuando menos de un buen faje, pero ni uno grande ni uno pequeño, ni uno maduro ni uno joven, no me animé a descararme frente a un hombre desconocido que me pudiera ayudar a dejar un poco la soledad, no me atreví a disfrutar del Cine Nacional, o por lo menos no esta primera vez.

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