Segunda Parte
... Después
de un rato, me cansé y me senté, fue entonces cuando me comenzó a rodear un
chico, su silueta medio iluminada por la luz de la pantalla, no parecía la de
un hombre mayor a treinta y cinco años,
de cuerpo definido, no muy alto, al parecer le gusté porque se paró a mi
lado y me clavó la mirada, así no más sin más; poco a poco tratando de ser
discreto, como quien no quiere la cosa, se fue acercando a mí y yo simulaba ver
la película, sin prestarle atención, aunque la realidad era que estaba
esperando a ver que hacía.
Finalmente
se sentó junto de mí, abrió las piernas para buscar mi contacto, y me dio
miedo, me levanté y me alejé de él, no puedo decir que me arrepiento, pero si
me hubiera quedado, quizá, como la mayoría, hubiera disfrutado de un momento de
sexo en ese lugar prohibido.
Mi recorrido
siguió a paso lento, unas veces en la sala de arriba, la que es tipo estadio,
otras en la de abajo, la grande, y ya con un poco de mayor familiaridad con el
sitio y con el ambiente, entonces busqué a alguien con quien pudiera pasar un
buen rato sin tapujos y sin temores, y entre tanta mirada y caminata, entre
tantos ambulantes, vi a uno que me pareció atractivo, no tenía mal cuerpo, se
veía muy chacal y se me antojó para un buen rato, quise seguirlo pero tampoco
me atreví así que comencé a rodearlo sin perderlo de vista.
En algún
momento me aburrí y cambié de sala, casi decepcionado comencé nuevamente el
ritual deambulatorio entre los pasillos, viendo a hombres semidesnudos, con los
pantalones bajados a las rodillas y disfrutando de la felación que su acompañante
les daba o uno detrás de otro en indudable estado de penetración. Cuando volví a ver a mi chacal, estaba ya con
un chico, quien le daba unas arremetidas con la boca a su considerable miembro,
el placer y entusiasmo que denotaban me excitó, me acerqué a ellos y tuve ganas
de masturbarme ahí, viéndolos, pero no lo hice, sólo me senté cerca para seguir
la función; el chico entonces, de repente, se bajó los pantalones, se dio la
media vuelta y dejó que el chacal lo clavara con cierta desesperación, intentó
penetrarlo con fuerza, lo tomó de la cadera y cuando logró entrar, el chico
gimió como entre dolor y placer, ahogando un grito, entonces, como insectos que
han encontrado comida comenzaron a llegar cada vez más espectadores y cómo los
realizadores del espectáculo estaban parados, nada impedía verlos, por un lado
un joven siendo poseído por un miembro de unos veinticinco centímetros; porque
a pesar de la oscuridad, podía verse un miembro vigoroso que sin duda quien lo sintiera lo disfrutaría
mucho, y yo quería sentirlo.
Mientras
mi imaginación se desbordaba soñando que era yo ese chico al que penetraba con
fuerza y energía aquel hombre, que en la oscuridad me pareció atractivo, el
tiempo pasaba sin importancia ni problemas, mi excitación crecía y mi morbo se
alimentaba.
Al salir
justo después de que encendieran las luces y se apagara la pantalla, algunos se
iban abrochando el pantalón, otros vistiéndose completamente, los demás
sencillamente salimos, entonces, encontré a mi amigo quien había desaparecido,
me cuestionó si me divertí y me limité a sonreír, caminamos por el mismo
pasillo por el que habíamos entrado, volví a ver al alebrije, mentalmente me
despedí de él y seguí andando al lado de mi amigo.
En la
calle la lluvia caía con fuerza y el día se apagaba con la llegada de la noche,
después supe que la calle de la esquina se llama Jesús María y que cerca está
el mercado Sonora.
Al final
pudo más mi temor que mis ganas, no puedo decir que no he de volver, porque
quizá lo haga, ojalá mi experiencia del Cine Nacional hubiera sido placentera,
o cuando menos de un buen faje, pero ni uno grande ni uno pequeño, ni uno
maduro ni uno joven, no me animé a descararme frente a un hombre desconocido
que me pudiera ayudar a dejar un poco la soledad, no me atreví a disfrutar del
Cine Nacional, o por lo menos no esta primera vez.
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