miércoles, 24 de agosto de 2016

Enrique en el país de las maravillas. Por Francisco Baeza



[@paco_baeza_]

“[…] al cerrar los ojos casi se sentía en el país de las maravillas, pero sabía que solo tenía que abrirlos para encontrarse, de golpe, con la triste realidad.” (Lewis Carroll)…

Enrique Peña Nieto “no nada de muertito”. La temeraria afirmación la hizo el propio Peña Nieto en el transcurso de una entrevista (a modo) con Joaquín López-Dóriga, la semana pasada. Se despedía el conductor pero, a fuerza de hacer un balance de su administración, de sus triunfos y fracasos, dio la impresión de que quien se despedía era el presidente.

En la entrevista, Peña Nieto achacó la crisis de credibilidad de las instituciones del Estado a la percepción que tenemos de la realidad. El presidente recurrió a la lógica de El Sombrerero de Alicia en el país de las maravillas, de Carroll –  “No estoy loco, es solo que mi realidad es diferente a la tuya” – o de Juan Matus, protagonista de Las enseñanzas de don Juan, de Castañeda – “La realidad es lo que decimos que es la realidad”. Nuestro medio, sin embargo, no obedece a las leyes de la subjetividad sino a las de la objetividad. Es un medio maniqueo en el que, independientemente del observador, uno es blanco o negro, honesto o corrupto, honrado o ladrón. Ante la acusación de plagio lanzada desde el portal de Carmen Aristegui, gravísima porque implica el robo de propiedad intelectual pero estéril porque vivimos en un país malacostumbrado a la trampa, la presidencia respondió que se trataba solo de “errores de estilo”. En Los Pinos suponen que cada quien puede tener su propia metodología para elaborar una tesis. ¡Y tan válida una como otra!

Una buena estrategia de comunicación podría alterar la percepción que tenemos de la realidad del país. La del gobierno federal, no obstante, ha fallado. Los expertos a sueldo de la presidencia no han podido establecer sus puntos de vista frente a la opinión pública. Su primer error ha sido la elección del medio a través del cual transmitir sus mensajes: han preferido los canales tradicionales, de suyo, desacreditados, sobre la plaza pública de nuestro tiempo, las redes sociales. Ahí solo resuena el inútil golpeteo de los peñabots…

La entrevista con López-Dóriga, por otro lado, debía dar a Peña Nieto la oportunidad de capturar la bandera de la honestidad que Andrés Manuel López Obrador venía arrastrando luego de la controversia causada por su #3de3. No solo no lo hizo, sino que, además, desvió la atención sobre sí mismo.

No hay que restar méritos a López Obrador. Su estrategia de comunicación ha funcionado. Hace muchos días que el tabasqueño no es trending topic:

López Obrador presentó su triple declaración patrimonial, fiscal y de intereses en el momento más oportuno, flanqueado por sendas notas de The Guardian y con las luces de los Juegos Olímpicos al fondo, y, luego, atrajo a otros al debate. Vicente Fox, a quien le fascina ser el centro de atención, cayó en la trampa y, sin quererlo, se puso de su lado. El guanajuatense respondió al reto en un francés dieciochero, très élégant: “¡Son mamadas!”…

A propósito de las notas de The Guardian, una nota al calce:

En entrevista con Siempre!, Alfredo Jalife-Rahme señala a Washington como la mano detrás de las últimas publicaciones del diario británico. En opinión del politólogo, su objetivo sería “debilitar al máximo [a Peña Nieto] y encauzar la carrera presidencial”, además de inducirlo a que recapacite en un par de asuntos financieros muy fuertes. El motivo, el buen rollo entre México y China. ¡Mal momento para que el presidente quede atrapado en medio de un conflicto geopolítico!

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miércoles, 24 de agosto de 2016

Enrique en el país de las maravillas. Por Francisco Baeza



[@paco_baeza_]

“[…] al cerrar los ojos casi se sentía en el país de las maravillas, pero sabía que solo tenía que abrirlos para encontrarse, de golpe, con la triste realidad.” (Lewis Carroll)…

Enrique Peña Nieto “no nada de muertito”. La temeraria afirmación la hizo el propio Peña Nieto en el transcurso de una entrevista (a modo) con Joaquín López-Dóriga, la semana pasada. Se despedía el conductor pero, a fuerza de hacer un balance de su administración, de sus triunfos y fracasos, dio la impresión de que quien se despedía era el presidente.

En la entrevista, Peña Nieto achacó la crisis de credibilidad de las instituciones del Estado a la percepción que tenemos de la realidad. El presidente recurrió a la lógica de El Sombrerero de Alicia en el país de las maravillas, de Carroll –  “No estoy loco, es solo que mi realidad es diferente a la tuya” – o de Juan Matus, protagonista de Las enseñanzas de don Juan, de Castañeda – “La realidad es lo que decimos que es la realidad”. Nuestro medio, sin embargo, no obedece a las leyes de la subjetividad sino a las de la objetividad. Es un medio maniqueo en el que, independientemente del observador, uno es blanco o negro, honesto o corrupto, honrado o ladrón. Ante la acusación de plagio lanzada desde el portal de Carmen Aristegui, gravísima porque implica el robo de propiedad intelectual pero estéril porque vivimos en un país malacostumbrado a la trampa, la presidencia respondió que se trataba solo de “errores de estilo”. En Los Pinos suponen que cada quien puede tener su propia metodología para elaborar una tesis. ¡Y tan válida una como otra!

Una buena estrategia de comunicación podría alterar la percepción que tenemos de la realidad del país. La del gobierno federal, no obstante, ha fallado. Los expertos a sueldo de la presidencia no han podido establecer sus puntos de vista frente a la opinión pública. Su primer error ha sido la elección del medio a través del cual transmitir sus mensajes: han preferido los canales tradicionales, de suyo, desacreditados, sobre la plaza pública de nuestro tiempo, las redes sociales. Ahí solo resuena el inútil golpeteo de los peñabots…

La entrevista con López-Dóriga, por otro lado, debía dar a Peña Nieto la oportunidad de capturar la bandera de la honestidad que Andrés Manuel López Obrador venía arrastrando luego de la controversia causada por su #3de3. No solo no lo hizo, sino que, además, desvió la atención sobre sí mismo.

No hay que restar méritos a López Obrador. Su estrategia de comunicación ha funcionado. Hace muchos días que el tabasqueño no es trending topic:

López Obrador presentó su triple declaración patrimonial, fiscal y de intereses en el momento más oportuno, flanqueado por sendas notas de The Guardian y con las luces de los Juegos Olímpicos al fondo, y, luego, atrajo a otros al debate. Vicente Fox, a quien le fascina ser el centro de atención, cayó en la trampa y, sin quererlo, se puso de su lado. El guanajuatense respondió al reto en un francés dieciochero, très élégant: “¡Son mamadas!”…

A propósito de las notas de The Guardian, una nota al calce:

En entrevista con Siempre!, Alfredo Jalife-Rahme señala a Washington como la mano detrás de las últimas publicaciones del diario británico. En opinión del politólogo, su objetivo sería “debilitar al máximo [a Peña Nieto] y encauzar la carrera presidencial”, además de inducirlo a que recapacite en un par de asuntos financieros muy fuertes. El motivo, el buen rollo entre México y China. ¡Mal momento para que el presidente quede atrapado en medio de un conflicto geopolítico!

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