miércoles, 26 de octubre de 2016

La república del amor (no correspondido). Por Francisco Baeza



 [@paco_baeza_]

“Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. (Groucho Marx).

Hace un año, en su columna en El Financiero, Pablo Hiriart confirmaba la existencia de un plan para descarrilar a Andrés Manuel López Obrador.

Divide et impera. De lo dicho por Hiriart, se concluye que el plan consiste en dividir el voto ciudadano. Es una movida arriesgada porque el tabasqueño tendría un voto duro mayor que el de sus rivales y, por ende, un margen de error más amplio —a lo largo de un año, la mayoría de las encuestas le han dado un primer lugar en intención de voto que rondaría entre 22-25%, es decir, 12-14 millones de votos—.

Los mismos que promueven la división del voto ciudadano celebran la indisciplina de la izquierda:
En los últimos meses, se han anotado a la carrera presidencial actores de izquierda con nichos electorales muy específicos. Lo han hecho Gerardo Fernández Noroña o el EZLN. Antes, Luis Miguel Barbosa destapó a Miguel Ángel Mancera. ¡Y luego, se destapó él mismo como aspirante al gobierno de Puebla! La candidatura del senador, dicho sea de paso, reviviría al perredismo y fortalecería a un sector de los carmines que preferiría rendir —de nuevo —la elección local y llevar la fiesta en paz con el gobernador.

La serie de destapes deja en evidencia la incapacidad de López Obrador para negociar con las izquierdas en aras de reconstruir las grandes coaliciones de 2006 y 2012. El tabasqueño no ha olvidado que el éxito de los gobiernos de transición radica en su flexibilidad para alcanzar acuerdos, pero se hace el duro. —En estas circunstancias —razona Héctor Tenorio, para Homozapping —[a la izquierda] le resultará doblemente complicado vencer a una derecha que es pragmática a la hora de ir a las urnas—.

López Obrador no tiene otros principios sino los que se desprenden de las lecciones recogidas en la Cartilla moral, de Alfonso Reyes. Y no son negociables:

El 6 de diciembre de 2011, en La jornada, López Obrador publicó Fundamentos de la república amorosa, donde advertía que la decadencia social no se debe sólo a la ausencia de bienes materiales sino, también, “a la pérdida de los valores morales y espirituales”. El marco teórico de la república amorosa está basado en la obra de quien fue, también, embajador en el Brasil de Getúlio Vargas. De éste texto de inspiración cristiana, el tabasqueño retoma conceptos como la austeridad o la redención y los hace parte medular de su discurso.

López Obrador se sabe con la autoridad para liderar la revolución moral del país —si acaso, como Vargas lideró el Estado Novo—. ¿Por qué no, si mientras otros se han corrompido él ha vivido dignamente, conforme a la lección alfonsina (Cartilla moral, Lección V)? El tabasqueño exige, en consecuencia, el reconocimiento de su liderazgo como condición previa para dialogar con las otras fuerzas de izquierda. En esos términos, el entendimiento es dificilísimo, casi bíblico: “Estás conmigo o estás contra mí”.

Mientras los números estén a su favor insistirá en su exigencia. Mientras, el lopezobradorismo presume la unidad que los demás adolecen. La alternativa sería someter su candidatura a un proceso de selección que le desgastaría, pero, al final, le legitimaría.

Tampoco ayuda a la negociación con las izquierdas que, ética y moralmente, López Obrador jala más a la diestra que a la siniestra:

El pensamiento alfonsino parte de la premisa de que la moral cristiana debe ser obligatoria para todos los hombres, creyentes y no creyentes (ibídem, Lección I). Al aterrizarlo al terreno de lo electoral, no necesariamente corresponde con la plataforma programática de las izquierdas. Algunas de las propuestas de éstas son muy rentables electoralmente. Las tocantes al aborto o al matrimonio igualitario, por ejemplo. Ambas desaparecieron de su propaganda cuando el tabasqueño fue su abanderado…

Incapaz de negociar con sus antiguos aliados, López Obrador apostará por desfondarlos. La invitación que ha hecho a la militancia el PRD, y también a las del PRI y el PAN, no ha podido ser más oportuna.

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miércoles, 26 de octubre de 2016

La república del amor (no correspondido). Por Francisco Baeza



 [@paco_baeza_]

“Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. (Groucho Marx).

Hace un año, en su columna en El Financiero, Pablo Hiriart confirmaba la existencia de un plan para descarrilar a Andrés Manuel López Obrador.

Divide et impera. De lo dicho por Hiriart, se concluye que el plan consiste en dividir el voto ciudadano. Es una movida arriesgada porque el tabasqueño tendría un voto duro mayor que el de sus rivales y, por ende, un margen de error más amplio —a lo largo de un año, la mayoría de las encuestas le han dado un primer lugar en intención de voto que rondaría entre 22-25%, es decir, 12-14 millones de votos—.

Los mismos que promueven la división del voto ciudadano celebran la indisciplina de la izquierda:
En los últimos meses, se han anotado a la carrera presidencial actores de izquierda con nichos electorales muy específicos. Lo han hecho Gerardo Fernández Noroña o el EZLN. Antes, Luis Miguel Barbosa destapó a Miguel Ángel Mancera. ¡Y luego, se destapó él mismo como aspirante al gobierno de Puebla! La candidatura del senador, dicho sea de paso, reviviría al perredismo y fortalecería a un sector de los carmines que preferiría rendir —de nuevo —la elección local y llevar la fiesta en paz con el gobernador.

La serie de destapes deja en evidencia la incapacidad de López Obrador para negociar con las izquierdas en aras de reconstruir las grandes coaliciones de 2006 y 2012. El tabasqueño no ha olvidado que el éxito de los gobiernos de transición radica en su flexibilidad para alcanzar acuerdos, pero se hace el duro. —En estas circunstancias —razona Héctor Tenorio, para Homozapping —[a la izquierda] le resultará doblemente complicado vencer a una derecha que es pragmática a la hora de ir a las urnas—.

López Obrador no tiene otros principios sino los que se desprenden de las lecciones recogidas en la Cartilla moral, de Alfonso Reyes. Y no son negociables:

El 6 de diciembre de 2011, en La jornada, López Obrador publicó Fundamentos de la república amorosa, donde advertía que la decadencia social no se debe sólo a la ausencia de bienes materiales sino, también, “a la pérdida de los valores morales y espirituales”. El marco teórico de la república amorosa está basado en la obra de quien fue, también, embajador en el Brasil de Getúlio Vargas. De éste texto de inspiración cristiana, el tabasqueño retoma conceptos como la austeridad o la redención y los hace parte medular de su discurso.

López Obrador se sabe con la autoridad para liderar la revolución moral del país —si acaso, como Vargas lideró el Estado Novo—. ¿Por qué no, si mientras otros se han corrompido él ha vivido dignamente, conforme a la lección alfonsina (Cartilla moral, Lección V)? El tabasqueño exige, en consecuencia, el reconocimiento de su liderazgo como condición previa para dialogar con las otras fuerzas de izquierda. En esos términos, el entendimiento es dificilísimo, casi bíblico: “Estás conmigo o estás contra mí”.

Mientras los números estén a su favor insistirá en su exigencia. Mientras, el lopezobradorismo presume la unidad que los demás adolecen. La alternativa sería someter su candidatura a un proceso de selección que le desgastaría, pero, al final, le legitimaría.

Tampoco ayuda a la negociación con las izquierdas que, ética y moralmente, López Obrador jala más a la diestra que a la siniestra:

El pensamiento alfonsino parte de la premisa de que la moral cristiana debe ser obligatoria para todos los hombres, creyentes y no creyentes (ibídem, Lección I). Al aterrizarlo al terreno de lo electoral, no necesariamente corresponde con la plataforma programática de las izquierdas. Algunas de las propuestas de éstas son muy rentables electoralmente. Las tocantes al aborto o al matrimonio igualitario, por ejemplo. Ambas desaparecieron de su propaganda cuando el tabasqueño fue su abanderado…

Incapaz de negociar con sus antiguos aliados, López Obrador apostará por desfondarlos. La invitación que ha hecho a la militancia el PRD, y también a las del PRI y el PAN, no ha podido ser más oportuna.

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