Columna Un Nuevo Comienzo
Mis Grandes Privilegios como Investigador Científico
Alberto Jiménez Merino
La creación de una Línea de Investigación sobre semillas de especies forrajeras,
con 67 investigaciones publicadas que permitieron la titulación de 108 ingenieros
agrónomos en 9 años, forman parte de los resultados y privilegios obtenidos en mi
paso por la función universitaria.
Dedicarme a la investigación fue una tarea autoimpuesta y opcional ante mi
ignorancia y falta de práctica al iniciarme como profesor-investigador de la
Universidad Autónoma Chapingo (UACH), cuando recién había terminado la
carrera de ingeniero agrónomo.
Ser profesor a los seis meses de egresar, solo era posible mediante el uso y
repetición de los apuntes de las clases recibidas o de la lectura de los libros
utilizados durante la carrera. Tenía la opción y nunca la apliqué, de solo dictar a
los estudiantes.
Siempre pensé que solo se aprende lo que se hace y que, para poder enseñar
algo, antes debes hacerlo. Y entonces, empecé haciendo experimentos según mi
conocimiento de la realidad para resolver algunos problemas, pero
fundamentalmente para tener mis propios datos y no solo de libros en los temas a
exponer frente a los estudiantes.
Lo anterior me dio como privilegio obtener autoridad moral con los estudiantes y
con mis compañeros profesores. También me dio el gran privilegio que todos
tienen en su vida pública o privada: el poder hacer un poco más de lo que te
corresponde, aunque por eso no te paguen más.
Mi recompensa a corto plazo fue ser director de Facultad y posteriormente, Rector
de la UACH
Con la investigación pude comprobar que no todo lo publicado en libros es verdad.
Y no digo que sean mentiras. Solo que lo que funciona en un país, no
necesariamente funciona en otro. Esto me permitió tener el privilegio de aprender
a adoptar tecnología adaptándola a nuestras condiciones.
Hubo experimentos que no tenían diferencias en los tratamientos aplicados y,
varias veces llegamos a pensar que no había servido investigar. Así surgió la
tentación de modificar el análisis estadístico para encontrar las diferencias, y no lo
hice porque sería faltar a la verdad. Eso me dio el privilegio de conocer la
integridad, un valor fundamental para la vida y común en la política.
Muchos experimentos realizados fueron tesis profesionales de pasantes de
ingeniero agrónomo, que pretendían resolver algún problema de la sociedad.
Pero, la realidad conocida entre los muros y las aulas universitarias distaba, y
dista aún, de ser la verdadera. Por eso creo que la enseñanza y la investigación
caminan en vías distintas a las necesidades sociales.
Como investigador estaba trabajando en problemas que no lo eran. Pero me
llevaron a los problemas reales. Estaba investigando, por ejemplo, sobre
fertilización y el problema era la falta de semillas. Eso me dio el privilegio de la
sensibilidad social para reconocer los problemas, clasificarlos y priorizarlos para
su atención.
También conocí cómo la libertad de cátedra, la libertad de investigación y la propia
autonomía universitaria, han sido mal utilizados al momento de que agentes
internos o externos sugieren contenidos educativos o temas de investigación. En
ese tiempo se decía que los problemas nacionales no los habíamos creado los
investigadores y eran responsabilidad del gobierno.
Esto me dio el privilegio de compartir con las instituciones educativas la
problemática existente e invitar a profesores y alumnos a abordar en su quehacer
diario la atención de estos problemas sin que nadie se los imponga. Formar
profesionistas y líderes más pertinentes a la realidad socioeconómica y ambiental
debe ser una tarea permanente al margen de creencias ideológicas.
La investigación científica me dio el privilegio de participar en proyectos regionales
con el apoyo de la UACH y de los Fideicomisos Instituidos en Relación con la
Agricultura en el Banco de México (FIRA), en la Tierra Caliente de Guerrero, y del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), en la Costa de Oaxaca.
Eso derivó en tener el privilegio de transferir soluciones para la Ganadería en la
Mixteca Poblana y, actualmente, impulsar el Proyecto Regional de Praderas para
el Desarrollo Ganadero de las Mixtecas y Costa del Pacifico, desde Nayarit hasta
Chiapas.
La docencia y la investigación son grandes vocaciones y son las peor pagadas
entre las actividades profesionales en México.
Y, a propósito de la discusión nacional que hace parecer a los científicos como
delincuentes, estoy convencido que entre las motivaciones y privilegios de los
investigadores, ciertamente están la participación en congresos, así como el
conocimiento de otros países y realidades que sirven para adaptar soluciones a
nuestra realidad nacional.
En mi experiencia, gracias a la investigación tuve la oportunidad de representar a
México en eventos como el Congreso Internacional de Pastizales en Niza, Francia;
en la Reunión Internacional de Producción de Semillas Forrajeras en Óregon,
Estados Unidos; en la Feria Mundial del Bambú, en Hangzhou, Shejian, China; en
la Reunión sobre Manejo de Cuencas y Seguridad Alimentaria en Maharashtra,
India; y, en la Reunión de las Asociaciones Nacionales de Captación de Agua de
Lluvia del Noreste de África en Gabarone, Botswuana.
Y sí, hace falta mucho apoyo para la investigación científica en México.
Sin imponer, invitemos a la ciencia a atender los grandes problemas nacionales.
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