Trata de personas, un riesgo latente a través de las pantallas
No cabe duda de que el internet y las redes
sociales han revolucionado al mundo, ya que gracias a esta tecnología podemos
tener acceso a información y conocimiento ilimitado, además de que nos acercan
a quienes se encuentran lejos físicamente.
Sin embargo, hay quienes han aprovechado el
uso de estas herramientas tecnológicas de manera negativa para cometer actos ilícitos
que atentan contra la dignidad de las personas, como es la trata.
Precisamente el próximo 30 de julio se
conmemora el Día Mundial contra la Trata, un delito grave y una violación de
los derechos humanos que, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas
(ONU), socava a mujeres, niños y hombres con numerosos propósitos, incluidos el
trabajo forzado y la explotación sexual.
Desde 2003, la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (UNODC) ha recopilado información sobre
aproximadamente 225 mil víctimas de la trata detectadas en todo el mundo, sin embargo,
cada año miles de hombres, mujeres y niños caen en las manos de traficantes, lo
cual mantiene esta cifra en constante aumento.
Y es que prácticamente todas las naciones del
mundo están afectadas por el tráfico, ya sea como país de origen, tránsito o
destino de las víctimas. Es por ello que la trata es considerada la esclavitud
del siglo XXI, ya que atenta contra los derechos fundamentales de las personas.
México no escapa de esta realidad al ocupar el
lugar 20 de 167 países en índices de esclavitud, donde la mayoría son mujeres y
niñas.
Precisamente, las mujeres adultas representan
el 51% de las víctimas de trata de personas detectadas a nivel mundial. En
conjunto, las mujeres y las niñas suponen cerca del 71%, siendo las niñas casi
tres de cada cuatro víctimas infantiles de la trata.
De acuerdo con la UNICEF, a nivel global, uno
de cada tres usuarios en internet y las redes sociales es una niña o un niño.
La mayoría de ellos no conoce los riesgos que puede haber tras estas redes ni
sabe cómo protegerse.
La brecha digital entre adultos y niños hace
difícil que los padres, maestros o tutores puedan tomar medidas de protección
en línea y aconsejar a los niños. Detrás de muchos abusos y delitos en línea,
hay redes nacionales e internacionales del crimen organizado.
Los tratantes han incorporado la tecnología a
su modelo de negocios en todas las fases del proceso, desde la captación hasta
la explotación de las víctimas. Muchos niños y niñas son abordados por los
tratantes en las redes sociales, pues su deseo de aceptación, atención o
amistad los vuelve un blanco fácil.
Desafortunadamente, todos los días los
noticieros dan cuenta de lo anterior. Niñas y niños que conocen a personas, que
se hacen pasar por infantes, a través de videojuegos y son secuestrados.
Jovencitas a las que enamoran o a las que ofrecen trabajos bien remunerados a
través de redes sociales y de las que nunca se vuelve a saber.
Según el Informe Mundial sobre la Trata de Personas
2020, presentado por la UNODC, la proporción detectada de menores de edad víctimas
de trata se ha triplicado, mientras que la proporción de niños se ha
multiplicado por cinco en los últimos 15 años. Las niñas son víctimas de trata
principalmente con fines de explotación sexual, mientras que los niños son
explotados con fines de trabajos forzados.
Ante este crudo escenario es indispensable
apostar a la prevención y erradicación de este delito que socava lo más valioso
que tiene la sociedad que son sus niños y jóvenes. Para ello es imprescindible
que padres y maestros estén pendientes de los sitios e información a la que
tienen acceso, pero sobre todo para que establezcan canales de comunicación
fuertes.
Las autoridades también tienen un papel
fundamental. Deben aplicar las leyes con todo rigor contra los tratantes y
salvaguardar la integridad y bienestar de las víctimas.
Hoy, todas y todos necesitamos cerrar filas
contra la trata, que tiene en la mira a los más indefensos y que ha violado la
seguridad de los hogares por medio de una pantalla. No permitamos que una vida
sea tratada como mercancía, ya que somos más los que creemos que el ser humano
no está en venta.
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