Sheinbaum,
Berdegué y el campo mexicano 2024-2030
1ª. Parte
Alberto
Jiménez Merino
Ha sido muy bien recibido en el sector agroalimentario nacional el
nombramiento de Julio Berdegué Sacristán, como Secretario de Agricultura y
Desarrollo Rural (SADER), del nuevo gobierno que encabezará la presidenta
Claudia Sheinbaum Pardo durante el periodo 2024-2030.
Su formación profesional, trayectoria administrativa y experiencia
técnica, renuevan, como en cada ciclo de cultivo, la esperanza de una mejor
atención al campo mexicano.
Entre sus principales objetivos están el resolver el conflicto por la
prohibición del maíz transgénico en México, atender el actual debate sobre el
uso del herbicida glifosfato, aplicar medidas para atenuar el impacto de la
sequía y la falta de agua en zonas agrícolas, contener la carestía de los
productos básicos y su relación con la inseguridad pública, de acuerdo con Daniela
Wachauf, en una publicación del pasado 21 junio, en El Universal.
El Atlas Agroalimentario de México (SADER 2023), señala que en el campo
viven 24 millones de personas de una población total de 130 millones. En tato,
de los 56 millones de habitantes que trabajan, 5.4 millones lo hacen en
actividades agrícolas, 869 mil en la ganadería, 101 mil en la pesca y
acuacultura y, 104 mil en otras actividades como artesanías, minería y
servicios. Hay también cerca de 2 millones 800 mil jornaleros agrícolas,
ignorados por la política pública.
México tiene 1 millón 964mil 375 kilómetros cuadrados de territorio
continental (196 millones 437 mil 500 hectáreas) y 3 millones 149 mil 920 kilómetros
cuadrados de mares (314 millones 992 mil 200 hectáreas), con 11 mil kilómetros
de litoral. Ocupa el 3er. lugar en Producción Agropecuaria en América Latina y
el 12° lugar del Mundo. Existen 109 millones de hectáreas de uso ganadero y una
superficie agrícola de 24.6 millones de hectáreas. La frontera agrícola actual
es de 29 millones de hectáreas.
Asimismo, se obtienen anualmente 294 millones 700 mil toneladas de
productos agropecuarios y pesqueros, con un valor de 1 billón 336 mil 086
millones de pesos. Existen 800 productos agroalimentarios provenientes del
cultivo, cría, pesca, acuacultura, recolección o caza.
Además, México cuenta con alrededor de 3 mil almacenes agrícolas, mil 187
centros de sacrificio animal, 90 puntos de venta de alimentos al mayoreo de los
que, 64 son centrales de abasto, 66 puertos pesqueros, 26 mil 914 kilómetros de
vías férreas, 401 mil 366 kilómetros de carreteras, y 3 mil 817 presas, de las
cuales 2 mil 172 son exclusivas para riego agrícola.
Existen también 14 tratados de libre comercio con 50 países y un mercado
potencial de mil 327 millones de personas. Se cuenta con el ferrocarril transístmico
que facilita el traslado de mercancías entre los dos océanos hacia
Norteamérica, Europa, Medio Oriente, Centro América, África y Asia.
Al cierre del 2023, el
campo mexicano generó ingresos de exportaciones a 190 países, por 53 mil
millones de dólares (MMDD), lo cual convierte al sector agroalimentario en un
potente generador de divisas que, por momentos, han superado a las obtenidas
por remesas, venta de petróleo y turismo.
No obstante que muchas
exportaciones se realizan en forma indirecta y que corresponden a sectores de
gran integración organizacional como el tequila y la cerveza, no podemos dejar
de destacar la importancia de este logro que no ocurría hace décadas y el gran
potencial que el campo tiene como motor del desarrollo nacional.
Las evidencias demuestran que
el crecimiento agroalimentario no solo es eficaz para aliviar la pobreza rural,
sino que es más eficaz que el crecimiento industrial para reducir la pobreza
urbana, porque un aumento del 10 por ciento de la productividad agrícola está
asociado a aumentos de 9 a 10.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) per
cápita. En cambio, un aumento igual de la productividad de las manufacturas, se
vincula solamente a un incremento de 1.5 a 2.6 por ciento del PIB per cápita,
según estimaciones realizadas en varios países por Houck, 1986 y Vollrath,
1994, citados por Muñoz y otros, 2018.
Las actividades primarias ocupan
el 92 por ciento del territorio nacional y el 77 por ciento del agua dulce
disponible extraída del subsuelo; es la tercera fuente de ocupación y empleo de
los mexicanos con el 13 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA).
Del campo provienen los alimentos, materias primas industriales, ocupación,
empleo e ingresos para millones de mexicanos y es la fuente de agua para los
centros de población. De su viabilidad depende la viabilidad de los centros
urbanos.
Todo este desconocimiento
sobre la importancia del campo mexicano ha derivado en valoraciones negativas
que lo han mantenido en la marginalidad presupuestal, siempre entre las últimas
prioridades de los tres órdenes de gobierno. Sobre todo, porque las necesidades
de otros sectores como los servicios públicos, infraestructura, salud,
educación, seguridad pública y obras emblemáticas sexenales, demandan grandes
cantidades de recursos que nunca alcanzan para todo.
Los principales problemas del
campo son los mismos desde hace décadas: tamaño reducido de parcelas y escaso
desarrollo organizacional productivo; insuficientes y raquíticos servicios
técnicos; capacitación, asesoría y acompañamiento técnico; predominancia de
prácticas productivas extractivas en el aprovechamiento de los recursos naturales
que ha derivado en sobreexplotación y agotamiento, dependencia de lluvias en el
80% de la superficie agropecuaria y sequías prolongadas.
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