Plan Nacional Hídrico, la nueva
esperanza del agua
(1a. parte)
Alberto Jiménez Merino
Entre las primeras acciones de impacto
realizadas por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, podemos destacar el
operativo “Enjambre”, una estrategia
nacional en contra la delincuencia que permita restablecer la seguridad
pública; y, por otro lado, el Acuerdo Nacional por el Agua, como marco para la
presentación del Plan Nacional Hídrico (PNH) 2024-2030, con una inversión
programada de 64 mil millones de pesos, a fin de recuperar la seguridad hídrica
de los mexicanos.
El PNH 2024-2030 resalta que 35 millones
de mexicanos no tienen abasto adecuado de agua, 104 de las 757 cuencas tienen
problemas de disponibilidad y 114 de los 653 acuíferos existentes en el país,
están afectados por la sobreexplotación; además, se extrae más agua de la que
se recarga anualmente. Asimismo, hay una gran proporción de aguas residuales
sin tratar, por falta o inoperancia de infraestructura, descargando a ríos y la recarga de acuíferos
es insuficiente.
En éste, también se destaca que en las
últimas dos décadas, el agua disponible por cada mexicano disminuyó en más de
39 por ciento, lo que coincide con lo que escribí en 2004, en el libro Agua
para el Desarrollo: “el agua es la base de la vida y de todas las
actividades del ser humano. Es el factor fundamental del desarrollo económico y
social de las comunidades. Su abastecimiento ya es una de las más grandes
preocupaciones de los ciudadanos y gobiernos, especialmente en aquellos lugares
donde el crecimiento poblacional, la deforestación, la erosión y la
contaminación han aumentado”.
Asimismo, el PNH 2024-2030 propone la
tecnificación de 200 mil hectáreas de riego para eficientar el uso del agua,
mejorar la producción, fortalecer la soberanía alimentaria y recuperar
volúmenes de agua para uso público; promover la rehabilitación y construcción
de plantas de tratamiento de aguas residuales, plantas potabilizadoras, redes
de distribución, colectores y reparación de fugas; además de la tecnificación
del riego, la reparación de fugas y el tratamiento de aguas residuales con lo que
se estima recuperar 3 mil millones de metros cúbicos de agua.
Un lugar especial ocupa el saneamiento y
restauración de ríos, empezando por los ríos Tula, Lerma Santiago y Atoyac.
Aquí se propone construir y rehabilitar plantas de tratamiento y reúso del agua,
clausura de descargas, sistemas de monitoreo y reforestación de las
cuencas.
Este 2024, por primera vez en la
historia, el río Mixteco se secó en el
tramo correspondiente a Puebla. Y, aunque ya se recuperó, es una gran llamada
de atención a la forma como manejamos las cuencas, con actividades productivas
altamente extractivas de los recursos naturales y en donde sobreviven familias
en pobreza.
Informes nacionales presentados por la
Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD),
citado por el SIAP/SADER, 2022, se estima que el número y la duración de las
sequías se han incrementado un 29 por ciento desde el año 2000, en comparación
con las dos décadas anteriores. De seguir esta tendencia, uno de cada cuatro
niños del mundo, en el 2040, vivirá en áreas con escasez extrema de agua.
El agotamiento de pozos y manantiales,
la baja captación de las presas, las dificultades para atender a la población,
las sequías recurrentes, el incremento de los desastres naturales ligados al
agua, la baja tecnificación de los sectores productivos, el reducido
tratamiento de aguas residuales, la contaminación de ríos con aguas negras y
residuos sólidos, la reducción de la pesca ribereña junto a la ausencia de una
cultura de manejo, cuidado y aprovechamiento racional del agua, son parte
importante de una problemática creciente y de una gran crisis hídrica en
México.
Con el propósito de contribuir a la
solución de esta gran problemática hídrica, me permito compartir algunas
experiencias desarrolladas en el estado de Puebla, que podrían ayudar en la construcción de
modelos viables y abonar a la
identificación de propuestas de políticas públicas hídricas.
1.- La captación de lluvia en techados
de casas y edificios públicos, es algo que se ha venido haciendo desde que los
franciscanos lo aplicaron en el siglo XVI. La comunidad de Achichinalco, en
Ajalpan, es un ejemplo donde 98 familias, es decir, el 100 por ciento de la
población, acarreaban el agua de un manantial a 6 kilómetros de distancia, y
hoy en día ya se abastecen con la lluvia. Estas familias fueron apoyadas por la
Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) con
un sistema de captación, potabilización, almacenamiento y tratamiento de las aguas residuales.
2.- La reforestación tradicional o por
semilla, es la vía más efectiva para la recarga natural de acuíferos debido a
que los árboles aminoran el impacto de la lluvia y aumentan las posibilidades
de infiltración al subsuelo. La sola exclusión del pastoreo ha dado buenos
resultados. Los ejidatarios de San Pedro Yeloixtlahuaca, en la mixteca poblana,
y en Tlahuapan, en la Sierra Nevada, han demostrado que el cercado de predios
permite la reforestación natural.
3.- El Establecimiento de praderas en la
mixteca poblana, mejoró la alimentación del ganado. La siembra del pasto
llanero Andropogon gayanus en más de 50 municipios como Chiautla de
Tapia, Axutla, Chila de la Sal o Jolalpan, representó una notable disminución
de la erosión del suelo, se incrementaron los volúmenes de forraje, el número
de partos de las vacas, aumentó la producción de leche, se alargó la época de
ordeña, se multiplicó la fauna silvestre y se recargaron los acuíferos
regionales.
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