miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Potero: un mundo diferente I Josué Ortiz


Lejos del mundo de la farándula y el espectáculo que puede ser toda una liga profesional de futbol, se encuentra el futbol amateur, denominado llanero.

Este espectáculo, sin igual, se realiza en un escenario de tierra, con pocos puntos verdes, que indican la presencia de pasto y que lejos de ayudar, complican más el control del esférico.

Con la atmosfera propicia lista, llegan los artistas protagónicos; veintidós personas que durante una semana juegan roles diferentes, como licenciados, ingenieros, obreros, albañiles entre otros oficios y profesiones, pero que a la hora del partido se transforman en todos unos aguerridos guerreros sobre el terreno de juego.

Como en toda obra dramática, también tenemos a los antagonistas, que al igual que los jugadores, profesan otras actividades durante la semana; no obstante, cuando se trata de futbol, se enfundan en un uniforme negro, y armados con un silbato y dos tarjetas de color rojo y amarilla, están listos para impartir justicia.

Todo está listo para el juego, el árbitro marca el inicio con un potente silbatazo en los dos extremos de la cancha. El partido comienza y homologando un partido de tenis, los balonazos en ambos lados de la cancha es el principal ritmo del partido, situación que termina cuando el habilidoso toma el balón y comienza a repartir el pan, es decir el juego.

Con la llegada de este personaje, la rudeza tiene que aparecer por medio de una fuerte patada que tiene por objeto nivelar el juego, asimismo, la mano del nazareno tiene hacerse sentir y la primera de muchas tarjetas sale del bolsillo de enfrente para pintar al truncajuegos.

Con la decisión del árbitro, el público local presente alrededor de la cancha manifiesta su inconformidad con gritos, que van desde vendido hasta la clásica mentada de madre, mismos que se transforman en aplausos y palabras de aliento cuando se marca a favor del cuadro de casa.

No podemos dejar de lado a los entrenadores, quienes manejan porte, estilo y palabra, combinados con un aire de sencillez y al mismo tiempo excentricidad, dentro del área técnica que la delimita, en muchas ocasiones , una línea mal trazada con algo similar a la cal.

Tras cuarenta y cinco minutos de juego, el primer tiempo culmina, acto que es bien visto por algunos jugadores, quienes dejan de manifiesto su falta de condición física. Continuará.

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Potero: un mundo diferente I Josué Ortiz


Lejos del mundo de la farándula y el espectáculo que puede ser toda una liga profesional de futbol, se encuentra el futbol amateur, denominado llanero.

Este espectáculo, sin igual, se realiza en un escenario de tierra, con pocos puntos verdes, que indican la presencia de pasto y que lejos de ayudar, complican más el control del esférico.

Con la atmosfera propicia lista, llegan los artistas protagónicos; veintidós personas que durante una semana juegan roles diferentes, como licenciados, ingenieros, obreros, albañiles entre otros oficios y profesiones, pero que a la hora del partido se transforman en todos unos aguerridos guerreros sobre el terreno de juego.

Como en toda obra dramática, también tenemos a los antagonistas, que al igual que los jugadores, profesan otras actividades durante la semana; no obstante, cuando se trata de futbol, se enfundan en un uniforme negro, y armados con un silbato y dos tarjetas de color rojo y amarilla, están listos para impartir justicia.

Todo está listo para el juego, el árbitro marca el inicio con un potente silbatazo en los dos extremos de la cancha. El partido comienza y homologando un partido de tenis, los balonazos en ambos lados de la cancha es el principal ritmo del partido, situación que termina cuando el habilidoso toma el balón y comienza a repartir el pan, es decir el juego.

Con la llegada de este personaje, la rudeza tiene que aparecer por medio de una fuerte patada que tiene por objeto nivelar el juego, asimismo, la mano del nazareno tiene hacerse sentir y la primera de muchas tarjetas sale del bolsillo de enfrente para pintar al truncajuegos.

Con la decisión del árbitro, el público local presente alrededor de la cancha manifiesta su inconformidad con gritos, que van desde vendido hasta la clásica mentada de madre, mismos que se transforman en aplausos y palabras de aliento cuando se marca a favor del cuadro de casa.

No podemos dejar de lado a los entrenadores, quienes manejan porte, estilo y palabra, combinados con un aire de sencillez y al mismo tiempo excentricidad, dentro del área técnica que la delimita, en muchas ocasiones , una línea mal trazada con algo similar a la cal.

Tras cuarenta y cinco minutos de juego, el primer tiempo culmina, acto que es bien visto por algunos jugadores, quienes dejan de manifiesto su falta de condición física. Continuará.

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