miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Potrero, un mundo diferente II Josué Ortiz


Luego de 15 minutos de descanso, el árbitro hace sonar su silbato por lo que los jugadores de ambos equipos, ya rehidratados o hasta oxigenados (esto tras un buen cigarrito) regresan al campo de juego para continuar con el partido.
Rueda el balón y la parte complementaria inicia. En las bancas, ambos técnicos preparan las modificaciones, luego de que la clásica formación llanera que es un 4-4-2 o un 4-3-3, no rinde los frutos del gol.
Al ver esto, los jugadores de banca que van desde los clásicos chavales hasta los más veteranos, comienzan a realizar movimientos de calistenia, (bueno un par de estiramientos y unos cuantos sprints ).
Los minutos posteriores son los peores para un jugador que permanece gran parte en el banquillo, ya que las ansias por demostrar, o por lo menos de sudar los tacos de anoche o incluso sacar la cruda, están a todo lo que da.
Finalmente, el estratega con todo el poder que le confiere de ser el mandón del equipo, saca de su bolsillo, las credenciales y manda llamar a un par de jugadores y les dice por quién entran y lo que deben hacer; sin embargo, ante la falta de conocimientos teórico-técnicos, terminan por reemplazar posición por posición y ya ni digo del aporte, que siendo sólo entusiastas jugadores terminan por realizar prácticamente, la misma función de su antecesor.
Con el paso de los minutos, y pese a los cambios, el calor, combinado por el esfuerzo físico, cobra su primera víctima; un clásico tirón deja en el suelo a uno de los jugadores. De inmediato, el técnico que también funge como doctor del equipo saca la botella de agua mágica (que no es más que el simple vital líquido extraido de algún grifo de los alrededores); no obstante, tras arrojársela en la parte lastimada, aunado a un par de estiramientos, el jugador se levanta como si nada a continuar con el juego, mismo que tras 90 minutos o a veces hasta menos termina empatado.
Luego del silbatazo final; las emociones se desbordan y se puede escuchar desde las clásicas frases, "era para más", "dominamos el juego", "nos salvamos estuvieron encima de nosotros", "no mames la cagaste, estabas solito" y finalmente la más importante, "ya desquité, ahora unas cheves".
Y sin duda, no importando el resultado, creo que no hay momento más sagrado para el futbolista amateur que la hora de la cerveza, ya que este es el momento de la reflexión, y ver los aciertos y errores del partido... continuará.

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Potrero, un mundo diferente II Josué Ortiz


Luego de 15 minutos de descanso, el árbitro hace sonar su silbato por lo que los jugadores de ambos equipos, ya rehidratados o hasta oxigenados (esto tras un buen cigarrito) regresan al campo de juego para continuar con el partido.
Rueda el balón y la parte complementaria inicia. En las bancas, ambos técnicos preparan las modificaciones, luego de que la clásica formación llanera que es un 4-4-2 o un 4-3-3, no rinde los frutos del gol.
Al ver esto, los jugadores de banca que van desde los clásicos chavales hasta los más veteranos, comienzan a realizar movimientos de calistenia, (bueno un par de estiramientos y unos cuantos sprints ).
Los minutos posteriores son los peores para un jugador que permanece gran parte en el banquillo, ya que las ansias por demostrar, o por lo menos de sudar los tacos de anoche o incluso sacar la cruda, están a todo lo que da.
Finalmente, el estratega con todo el poder que le confiere de ser el mandón del equipo, saca de su bolsillo, las credenciales y manda llamar a un par de jugadores y les dice por quién entran y lo que deben hacer; sin embargo, ante la falta de conocimientos teórico-técnicos, terminan por reemplazar posición por posición y ya ni digo del aporte, que siendo sólo entusiastas jugadores terminan por realizar prácticamente, la misma función de su antecesor.
Con el paso de los minutos, y pese a los cambios, el calor, combinado por el esfuerzo físico, cobra su primera víctima; un clásico tirón deja en el suelo a uno de los jugadores. De inmediato, el técnico que también funge como doctor del equipo saca la botella de agua mágica (que no es más que el simple vital líquido extraido de algún grifo de los alrededores); no obstante, tras arrojársela en la parte lastimada, aunado a un par de estiramientos, el jugador se levanta como si nada a continuar con el juego, mismo que tras 90 minutos o a veces hasta menos termina empatado.
Luego del silbatazo final; las emociones se desbordan y se puede escuchar desde las clásicas frases, "era para más", "dominamos el juego", "nos salvamos estuvieron encima de nosotros", "no mames la cagaste, estabas solito" y finalmente la más importante, "ya desquité, ahora unas cheves".
Y sin duda, no importando el resultado, creo que no hay momento más sagrado para el futbolista amateur que la hora de la cerveza, ya que este es el momento de la reflexión, y ver los aciertos y errores del partido... continuará.

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