¿Has tenido
la oportunidad de ver unos ojos llenos de gratitud?, ¿pero de verdadera
gratitud, aquellos ojos que te transmiten paz, amor y alegría?, unos ojos que
te miran con admiración? Quizá te parecerá estúpido, pero yo si he podido ver
esa maravillosa mirada y puedo decir que más de una vez, viene de quien menos
lo imaginas… por siempre llamado el mejor amigo del hombre, ¡EL PERRO!
No siempre
fui una persona consiente sobre el tema de los animales, y hasta puedo decir
que participé en el maltrato de mi perro. Él se llamaba chester, era un french
macho, muy simpático ya que tenía como gracia tomar su cobija y ponérsela de
almohada; han pasado alrededor de 16 años desde que lo conocí, llego a mi vida
porque su anterior dueña ya no lo quería, no le daba atención, estaba amarrado
a la pata de una mesa, sin diversión; aun puedo recordar cuando lo vi por
primera vez, se emocionó mucho, quizá pensó que su vida cambiaría radicalmente,
sin embargo al cabo de unos años su vida volvió a ser igual e incluso peor y yo
fui miembro activo en eso.
Mi abuela
no era tan empática con los perros, solo de un pastor alemán que tuvo en el
pasado, no quería perros durmiendo en casa y menos en la cama, ella aún tenía
la idea de que los perros iban afuera, yo tenía aproximadamente 12 años y como
niña aun me tocaba acatar las órdenes de mi mama y mi abuela.
Chester y
yo en un principio jugábamos, dormía en la cocina, pero hacía del baño dentro
de casa e incluso sobre los colchones, yo no era responsable y un tanto
ignorante, por el tema del baño chester comenzó a dormir afuera de casa, en la
cochera, después pasó a la azotea, y yo comencé a jugar menos con él, es
preciso señalar que permanecía amarrado con su cadena para que no ensuciara
todo el piso pues eso molestaba a mi abuela, tenía su casa, pero aun así no
gozaba de mucha libertad.
No me
percaté y no recuerdo en que momento chester se volvió agresivo, después de
años entiendo que las condiciones de vida lo detonaron
y que la falta de amor acabó con mi tierno chester y su semblante se volvió
triste. Una tarde chester mordió a mi abuela, ella reaccionó pegándole con el
palo de la escoba, yo me interpuse entre ellos para que dejara de hacerlo, a
partir de ese momento todos lo verían como un mal perro, sin embargo, el
culpable no era él; a pesar de que años más tarde al recordar esa escena reclamé
a mi abuela por pegarle, ella no era la única culpable ya que yo vivía ahí, en
esa casa y tampoco hice nada, no es justificación pero siendo una niña se deben
obedecer a los padres y muchas veces los deseos y opiniones de los niños no son
tomados con gran importancia, pues casi siempre pensamos que no saben lo que
dicen.
Después de
ese evento chester siguió viviendo en la azotea y a pesar de que tenía su casa,
eso no impidió que las inclemencias del tiempo y el lugar perjudicaran su
salud, su piel comenzó a ponerse muy rosa, su pelo chino se hizo lacio y
comenzó a caérsele, constantemente tenia garrapatas, mi mamá tomó la decisión
de llevarlo al arca de Noé, muchos sabemos que por la módica cantidad pueden
acabar con sus vidas, y aunque mi mamá no lo podía creer, sé en mi corazón que
chester murió ahí, solito, jamás le pude pedir perdón por ser tan irresponsable
y no luchar lo suficiente para darle una vida digna, por dejarlo vivir afuera, jamás
le pedí perdón por las horas de juego que deje pasar a su lado, pero sobre todo
por no permitirme amarlo mejor.
Esto fue
una lección de vida, y como tal puedo decir que el recuerdo de ese pequeño me
ha permitido a no volver a caer en lo mismo, a cuidar a mis perros con amor,
responsabilidad y dignidad, a defenderlos de cualquier persona, porque ellos
solo me tienen a mí; aprendí a hacer respetar mis ideales y forma de pensar y a
mostrar a mi familia el camino correcto. Mi abuela no es un moustro simplemente
en ese momento no entendía ciertas cosas debido a su educación, pero ha
aprendido a querer a los perros e incluso no olvidaré cuando me ayudo a
rescatar a basurita de la basura, ahora ella tiene más compasión por aquellos
que no tienen voz y sabe perfectamente que a un perro hay que tratarlo con
dignidad; mi madre también ha aprendido aunque no lo exprese la muerte de
chester creo un acto de conciencia en ella, ahora tiene a rocky al cual ama,
cuida y protege, ambas han permitido que lleve perros de la calle e incluso han
recogido por su propia iniciativa.
Sin duda
alguna una de las labores más difíciles es cambiar la vida de otro ser, no
tengo muchos años rescatando pero he pasado por frustración, tristeza, enojo,
coraje, falta de dinero; pero sin duda alguna cada una de esas emociones vale
la pena por la satisfacción de ver esa mirada de agradecimiento en cada uno de
esos pequeños con cola de reguilete, por ello me atrevo a invitarlos a formar
parte de esto de tomar esa
responsabilidad en sus manos, las rescatistas y fundaciones necesitamos
de más personas dispuestas a cambiar una vida.
Llevo en
hombros la muerte de un perrito, pero aún me falta muchas colitas que salvar y
ver
LOS OJOS MÁS HERMOSOS
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