jueves, 8 de junio de 2017

El fraude del Estado de México por Francisco Baeza


Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 8 de junio de 2017.

En la recta final de la campaña presidencial de 2012, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota pagaban en votos la pelea callejera a la que se habían entregado durante semanas. Aprovechándose de ese desmadre, Andrés Manuel López Obrador ascendía, amenazando con la remontada. Entonces, el PAN izó bandera blanca, desde Los Pinos se ordenó retirar los spots que más lastimaban al priísta. Ello dio a Peña Nieto un margen de maniobra suficiente para resistir la embestida de López Obrador. En campañas cerradas, esos pequeños detalles hacen la diferencia…

Alfredo del Mazo, Alfredo III, será el próximo gobernador del Estado de México. En un esfuerzo hercúleo, exigiendo al límite el aparato y los recursos del Estado, el PRI-gobierno ha logrado retener una plaza vital para el grupo en el poder por lo que representa en lo electoral y en lo simbólico y porque dispondrá de un presupuesto exorbitante para trapichear el próximo año. Remitámonos a la Real Academia Española (RAE) para entender qué ha sucedido en el feudo de Enrique Peña Nieto. La RAE define fraude, como “el delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos o privados confabulándose con la representación de los intereses opuestos”. De acuerdo con ésta definición, la actuación de las autoridades, gobiernos y organismos electorales, fue fraudulenta. Todos hicieron caso omiso de la guerra sucia en los medios de comunicación, que contribuyó a crear un clima de tensión semejante al de inicios de año, y a la promoción descarada del gobierno federal en rescate del primazo. No menos fraudulenta fue la participación de Josefina Vázquez Mota, candidata palera. La panista hizo lo suyo; jugó a perder ¡y perdió espectacularmente!

En la acera de enfrente, Delfina Gómez entregó buenas cuentas, prueba de la fortaleza de la marca AMLO. Andrés Manuel López Obrador no pierde la sonrisa serratiana, “mitad juicio, mitad mueca burlona”. Le será facilísimo transformar la derrota electoral en una victoria moral que alimente la hoguera de las conspiraciones mafiosas de la que emerge el lopezobradorismo. En el cuartel de MORENA, no obstante, debe hacerse una reflexión exenta de dogmatismos: López Obrador, protagonista absoluto de la campaña, one-man band del Movimiento, es responsable parcial del descalabro. En un artículo para Letras Libres, Luis Antonio Espino enlista los últimos fallos del tabasqueño y se pregunta, muy sabinero, cómo el mejor dotado de los conductores suicidas, un político experimentado que se las sabe de todas, todas, se dejó llevar a un callejón sin salida. Dos de esos fallos fueron especialmente dañinos para la campaña de su delfina: los altercados con Pepe Cárdenas y con Carmen Aristegui, que le confirmaron como un tipo autoritario y arrogante, y el ultimato a Juan Zepeda, que infló al perredista, elevándole a aires nacionales, y dividió a la izquierda mexiquense [sic, porque ¡¿cuál izquierda?!]. Y no solo eso: en los últimos meses, López Obrador no ha desperdiciado ninguna oportunidad para recordar que cierto exgobernador, sobre el que sobrevuelan sospechas de todo tipo, sería amnistiado

En escenarios tan importantes como el Estado de México cada voto se pelea en público, en los lodos de las campañas, y en privado, en los despachos de las concertacesiones. Queda la sensación de que una ganó en las urnas y el otro, en la mesa.


Andrés Manuel López Obrador ha comprendido que su victoria en 2018 se confirmaría en la mesa. Su objetivo es uno, nacional. Localmente —y aquí caben las sospechas más disparatadas— todo es negociable.

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jueves, 8 de junio de 2017

El fraude del Estado de México por Francisco Baeza


Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 8 de junio de 2017.

En la recta final de la campaña presidencial de 2012, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota pagaban en votos la pelea callejera a la que se habían entregado durante semanas. Aprovechándose de ese desmadre, Andrés Manuel López Obrador ascendía, amenazando con la remontada. Entonces, el PAN izó bandera blanca, desde Los Pinos se ordenó retirar los spots que más lastimaban al priísta. Ello dio a Peña Nieto un margen de maniobra suficiente para resistir la embestida de López Obrador. En campañas cerradas, esos pequeños detalles hacen la diferencia…

Alfredo del Mazo, Alfredo III, será el próximo gobernador del Estado de México. En un esfuerzo hercúleo, exigiendo al límite el aparato y los recursos del Estado, el PRI-gobierno ha logrado retener una plaza vital para el grupo en el poder por lo que representa en lo electoral y en lo simbólico y porque dispondrá de un presupuesto exorbitante para trapichear el próximo año. Remitámonos a la Real Academia Española (RAE) para entender qué ha sucedido en el feudo de Enrique Peña Nieto. La RAE define fraude, como “el delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos o privados confabulándose con la representación de los intereses opuestos”. De acuerdo con ésta definición, la actuación de las autoridades, gobiernos y organismos electorales, fue fraudulenta. Todos hicieron caso omiso de la guerra sucia en los medios de comunicación, que contribuyó a crear un clima de tensión semejante al de inicios de año, y a la promoción descarada del gobierno federal en rescate del primazo. No menos fraudulenta fue la participación de Josefina Vázquez Mota, candidata palera. La panista hizo lo suyo; jugó a perder ¡y perdió espectacularmente!

En la acera de enfrente, Delfina Gómez entregó buenas cuentas, prueba de la fortaleza de la marca AMLO. Andrés Manuel López Obrador no pierde la sonrisa serratiana, “mitad juicio, mitad mueca burlona”. Le será facilísimo transformar la derrota electoral en una victoria moral que alimente la hoguera de las conspiraciones mafiosas de la que emerge el lopezobradorismo. En el cuartel de MORENA, no obstante, debe hacerse una reflexión exenta de dogmatismos: López Obrador, protagonista absoluto de la campaña, one-man band del Movimiento, es responsable parcial del descalabro. En un artículo para Letras Libres, Luis Antonio Espino enlista los últimos fallos del tabasqueño y se pregunta, muy sabinero, cómo el mejor dotado de los conductores suicidas, un político experimentado que se las sabe de todas, todas, se dejó llevar a un callejón sin salida. Dos de esos fallos fueron especialmente dañinos para la campaña de su delfina: los altercados con Pepe Cárdenas y con Carmen Aristegui, que le confirmaron como un tipo autoritario y arrogante, y el ultimato a Juan Zepeda, que infló al perredista, elevándole a aires nacionales, y dividió a la izquierda mexiquense [sic, porque ¡¿cuál izquierda?!]. Y no solo eso: en los últimos meses, López Obrador no ha desperdiciado ninguna oportunidad para recordar que cierto exgobernador, sobre el que sobrevuelan sospechas de todo tipo, sería amnistiado

En escenarios tan importantes como el Estado de México cada voto se pelea en público, en los lodos de las campañas, y en privado, en los despachos de las concertacesiones. Queda la sensación de que una ganó en las urnas y el otro, en la mesa.


Andrés Manuel López Obrador ha comprendido que su victoria en 2018 se confirmaría en la mesa. Su objetivo es uno, nacional. Localmente —y aquí caben las sospechas más disparatadas— todo es negociable.

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