Columna Un Nuevo Comienzo
Pobreza, Remesas y Proyectos de Fomento Productivo
Alberto Jiménez Merino
Independientemente de quiénes o de las causas que la hayan provocado, es una
realidad inocultable la pobreza que prevalece en México como uno de los
problemas socioeconómicos más importantes del país, según el Consejo Nacional
de Evaluación (CONEVAL) que posee hasta ahora las únicas cifras válidas
oficialmente.
Según este mismo organismo, de 2018 a 2020, un total de 3.8 millones de
mexicanos cayeron en pobreza, de los que 1.6 millones son jóvenes que ahora no
pueden satisfacer sus necesidades básicas, mientas que 900 mil de ellos pasaron
a condición de pobreza extrema, que no tienen los recursos para adquirir la
canasta básica alimentaria.
La pandemia por COVID-19, las sequías prolongadas, la delincuencia que no
disminuye, la falta de agua para el consumo humano y la producción, los
huracanes, la confrontación social en la que estamos metidos buenos contra
malos, la sucesión presidencial adelantada y la consulta para la revocación de
mandato, no permiten encontrar caminos para la solución de los grandes
problemas nacionales.
En materia alimentaria arribamos a un escenario muy complicado. Por falta de
apoyos e incidencia de sequías, se han dejado de sembrar más de 3 millones de
hectáreas que, entre otros efectos, ha dado como resultado el incremento
sustantivo de la importación de maíz, soya y trigo, con cifras cercanas a los 19
millones de toneladas anuales.
Con las medidas de protección establecidas en Rusia para no exportar trigo, o de
Brasil para no exportar sus granos, o de países como Vietnam que no exportará
arroz, lo que veremos en los próximos años será una fuerte presión sobre los
precios de los alimentos básicos como ya lo hemos visto con la tortilla y el pan.
De esta manera el gran logro sexenal de haber aumentado de 5.8 a 7.7 kilos de
tortilla debido al incremento del salario mínimo en estos primeros 3 años de
gobierno, se desvanecerá lamentablemente.
Un gran factor para atenuar la pobreza, han sido las remesas que envían a México
nuestros connacionales en Estados Unidos. Lejos de ser un logro del gobierno,
debería ser una vergüenza para todos quienes no hemos sabido, podido o querido
atender el complejo problema de la migración. Mexicanos salen a buscar las
oportunidades que aquí aún no tienen.
Los envíos de recursos a las familias y sus beneficios directos no se compensan
con los impactos negativos de fractura familiar, riesgos de paso por la frontera y
condiciones precarias de vida en la unión americana para nuestros migrantes.
Vivencias cercanas con familiares y vecinos de la Mixteca confirman que el
esfuerzo y sacrificio que hacen quienes envían las remesas no podrá pagarse
nunca.
Las remesas, que se estiman ya cerca de los 45 mil millones de dólares (MMD) al
año, han sido un gran atenuante de la pobreza sumándose con las transferencias
directas de los programas sociales establecidos por el gobierno. Ayudan mucho,
contienen el problema, pero no resuelven la pobreza ni generan desarrollo de las
familias y las comunidades.
Según estudios realizados por diversos autores, las remesas se gastan en
alimentación y bienes de consumo, celebraciones familiares y comunitarias y, solo
un 5 por ciento se destinan a inversión. Lo que se gana con gran esfuerzo no ha
encontrado los caminos para multiplicarse y apalancar el desarrollo de los
pueblos, y los pocos programas que había, como el 3x1, hoy han desaparecido.
La única vía para revertir la pobreza es la educación de nuestros niños y jóvenes,
bien sea con una reforma educativa conservadora o liberal, pero que considere
contenidos educativos que incluyan el conocimiento real de los recursos
disponibles, las actividades productivas predominantes, las necesidades de las
familias y los sectores productivos, así como el desarrollo de servicios logísticos
hoy ausentes de los pueblos.
No habrá ninguna transferencia directa, ni remesa alguna que alcance para
revertir la pobreza si no se apoya adicionalmente el fomento productivo a través
de las actividades económicas de mayor potencial en las comunidades y regiones.
Para el fomento productivo es necesario conocer la realidad escuchando a los
actores y visitando sus comunidades. Saber a qué se dedican y qué producen,
qué problemas y necesidades tienen, cuáles son sus potenciales y qué están
demandando los mercados locales, regionales e internacionales. No lo estamos
inventando, ya lo hemos hecho.
Desde 1991 se han venido poniendo en práctica estas recomendaciones, mucho
antes de tener las oportunidades de cargos públicos. Así, trabajamos impulsando
praderas, agricultura familiar, formas asociativas, desarrollo de nuevos productos,
diversificación productiva, fomento tecnificado y ordenado de la fauna silvestre,
nuevos cultivos y especies de ganado, acopio y transformación agroindustrial,
invernaderos y formas de agricultura protegida, riego tecnificado, desarrollo del
bambú y el agave mezcalero y búsqueda de nuevos mercados.
Aún falta mucho por hacer, mucho más cuando no hay experiencia ni voluntad
política.
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