Urgente activar las alarmas por el cambio climático
Hace algunos días un científico de la NASA se hizo
viral por su conmovedora protesta tras encadenarse con algunos de sus colegas a
un edificio del banco JPMorgan Chase en Los Ángeles. El objetivo de la
manifestación fue llamar la atención sobre el cambio climático en el mundo.
Se trata de Peter Kalmus, científico del Laboratorio
de Propulsión a Chorro de la NASA quien, con lágrimas en los ojos, pide a la
gente que les escuche, diciendo: “Hemos tratado de advertirles por muchas
décadas que nos estamos acercando a una catástrofe y hemos sido ignorados, los
científicos del mundo han sido ignorados y eso tiene que parar”.
Estas escenas, que circularon en un corto video en
redes como Twitter o TikTok llaman mucho la atención y no sólo porque se
asemejan a la trama de la película “Don´t Look Up”, en la que dos
astrónomos intentan sin éxito advertir a la humanidad a través de los medios de
comunicación, del peligro que se avecina tras descubrir que un meteorito
destruirá el planeta Tierra en pocos meses. Más allá de ello, esta protesta se
vuelve relevante por la evidencia que la investigación científica ha aportado para
no subestimar la gravedad del asunto.
El propio Kalmus, en una publicación titulada “Climate
Change: Humanity at a Crossroads”, da cuenta de los peligros a los que como
humanidad estamos expuestos por el cambio climático,
provocado principalmente por las emisiones de dióxido de carbono, el cual es producido por el propio ser humano al utilizar
combustibles fósiles y por la deforestación.
La cifra de dióxido de carbono (CO2) ha incrementado de forma exponencial y constante a
un ritmo del 2.2% anual desde aproximadamente 1790, partiendo de un nivel
preindustrial de 280 ppm. En junio de 2018, la cifra de CO2 atmosférico que
se midió en el observatorio hawaiano de Mauna Loa fue de 411 ppm, frente a las
388 ppm de junio de 2008.
Para muestra de ello, la última década incluyó siete
de los diez años más cálidos de los que se tiene constancia. Estudios vaticinan
que si la temperatura global continúa subiendo a este ritmo, en torno al año
2035 se alcanzará un incremento del 1.5°C y de 2°C para el año 2060.
Este cambio tan sólo en la última década ha producido
el deshielo de los glaciares de montaña, el incremento de los días de calor
extremo, el adelanto de la primavera y la mayor frecuencia de fenómenos como la
sequía, los incendios forestales y otras transformaciones ecológicas, como los
ciclones tropicales y las inundaciones.
Asimismo, las proyecciones indican que el
nivel del mar habrá subido entre 26 y 77 cm en el año 2100 si el calentamiento
es de 1.5°C y 10 cm más si es de 2°C. Aunque este aumento parezca escaso, es
probable que obligue el desplazamiento de 10 millones de personas en todo el
mundo.
Desde el punto de vista alimentario, se
calcula que las pérdidas económicas se situarán en 10 billones de dólares con
un calentamiento de 1.5 °C y de 12 billones si es de 2 °C.
Los riesgos sanitarios aumentan con la
temperatura. Se cree que la proclividad de las zonas secas a la trasmisión de
la malaria aumentará en el 19% con un calentamiento de 1.5°C y el 27% con un
calentamiento de 2°C. Cuanto más aumenten las temperaturas, más proliferarán
los mosquitos Aedes, con lo que se acrecentará la incidencia del dengue, la
chikungunya, la fiebre amarilla y el virus del Zika.
Con un calentamiento de 1.5°C, es probable
que sufran estrés térmico el doble de megalópolis que ahora, con lo que en año 2050
otros 350 millones de personas podrían sufrir olas de calor mortales.
En el año 2100 las cosechas de maíz del mundo
se habrán reducido el 6% con un calentamiento de 1.5 °C y el 9% con un
calentamiento de 2 °C. En este sentido se prevé que la pobreza global aumente
por la situación climática.
Lo anterior son sólo algunos datos que
muestran la gran relevancia del llamado que realiza Kalmus y sus colegas
científicos, exhortando a la humanidad a convertir la acción climática en la
principal prioridad y ponerla incluso por delante del crecimiento económico.
Hoy por hoy esta encrucijada pone en nuestras
manos el dilema, no sólo de analizar lo que están haciendo los gobiernos o el
sector privado al respecto, sino sobre todo a cuestionarnos si nuestro estilo
de vida está abonando o no a combatir esta crisis que tiene en jaque la
supervivencia de todos los seres que habitamos la Tierra.
Hagamos un balance al respecto y tomemos conciencia
de que el clima está cambiando y, por lo mismo, nosotros también deberíamos
hacerlo.
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