Proteger el medio
ambiente es cuidar nuestro descanso
A raíz de la vorágine de
cambios que ha provocado en el medio ambiente el calentamiento global, se ha
modificado la forma de ser y estar de los propios seres vivos en el planeta.
Estas repercusiones no
sólo están relacionadas con el propio ecosistema, sino que también tienen una
incidencia muy importante en la salud integral de las personas.
Al respecto, estudios de
la Clínica de Trastornos del Sueño de la UNAM, han mostrado evidencia sobre cómo
el cambio climático nos está quitando el sueño, lo cual no aplica solo en un
sentido figurado.
Porque si bien pudiéramos
pensar que la degradación del medio ambiente puede provocar una gran
preocupación entre la humanidad, lo cierto es que el aumento de la temperatura
causada por este fenómeno impide a las personas conciliar el sueño por más de 6
horas continuas.
En este sentido,
especialistas han determinado que el aumento de la temperatura causada por el
cambio climático, repercute en la frecuencia cardiaca, la temperatura corporal
y la oxigenación.
Esto es muy importante,
ya que tener un sueño reparador y agradable no sólo es un placer para el ser
humano, sino que es necesario para su salud y bienestar.
Dormir es un proceso
fisiológico al cual dedicamos -o deberíamos dedicar- un tercio de nuestras
vidas, y es una condición que nos permite pensar claramente, reaccionar rápido
y afianzar la memoria.
De acuerdo con la
Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos, un joven adulto sano debe
dormir un promedio de 7.5 horas, aunque esta cantidad puede variar, pues
depende de factores internos del organismo. Por su parte un niño de preescolar
puede dormir entre 11 o 12 horas y un adulto mayor entre 5 y 6 horas.
Hay estudios que enseñan
que cuando una persona no duerme lo suficiente su habilidad de tomar decisiones
y de asumir ciertos riesgos es diferente. Esto tiene implicaciones importantes
en su trabajo y en su vida. Incluso tiene implicaciones directas para los
estudiantes y su rendimiento académico.
El primer estudio que
investigó y demostró que cuando hace mucho calor las personas no duermen bien, fue
realizado por investigadores encabezados por Nick Obradovich, basado en unos
datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por
sus siglas en inglés) que contaba con información de 765 mil estadounidenses, a
quienes contactaron entre el 2002 y el 2011.
Este estudio fue publicado
en la revista Science Advances y encontró que por cada aumento en un
grado centígrado de temperatura, se producían tres noches adicionales de sueño insuficiente
por cada 100 personas por mes. Lo que se traducía en 110 millones de noches
adicionales de sueño insuficiente por cada grado de elevación cada año en todo
Estados Unidos.
De acuerdo a proyecciones
realizadas por NASA Earth Exchange, si esta relación entre el cambio climático
y el trastorno del sueño persiste, el calor en el futuro podría causar seis
noches adicionales de sueño insuficiente por cada 100 personas para el 2050, y
14 noches adicionales de sueño insuficiente por cada 100 personas para finales
de este milenio.
Ya de por sí en nuestro
país, los investigadores de la UNAM estiman que alrededor del 45% de la
población adulta presenta mala calidad del sueño. Lo anterior se refleja en la
dificultad que las personas tienen para levantarse, así como en constante
somnolencia y cansancio durante las primeras horas de la mañana.
Sin embargo, el no dormir
bien, con calidad y suficiencia, va más allá de simplemente sentirse
descansado. Sin un sueño reparador se tiende a subir de peso, se debilita el
sistema inmunológico y aumenta el riesgo de padecer diabetes, enfermedades
cardiovasculares e hipertensión. Se es más vulnerable a la depresión y a la
ansiedad, la función cognitiva se ve afectada y se acelera el proceso de
envejecimiento.
Es así que se vuelve
imperioso visualizar propuestas de solución ante este grave problema, sin
embargo, la cuestión no es tan fácil como simplemente señalar la necesidad de que
las personas cuenten con sistemas de aire acondicionado que mitiguen el calor
durante sus horas de descanso, ya que sin importar el país, el acceso a estos
aparatos es limitado, dado que su instalación y funcionamiento requiere
recursos económicos adicionales que no todas las familias pueden costear.
No pasemos por alto que
la raíz del problema es el daño al ecosistema, por lo que una verdadera
propuesta que abone a la solución estará en adoptar nuevos hábitos que pongan
freno a la imperante contaminación y explotación de los recursos.
El calentamiento global
requiere de acciones decididas que, literalmente, nos regresen el sueño y sobre
todo contribuyan a mejorar la calidad de vida y un estado general de salud
física, cognitiva y emocional estables. Hoy preguntémonos ¿Qué cambios podemos
emprender para mejorar el ecosistema? y sobre todo llevémoslo a la práctica.
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