Columna Nuevos Horizontes
Tejido
social, base del desarrollo comunitario
Alberto Jiménez Merino
El tejido social, es un
concepto que todos los políticos utilizan y que muy pocos conocen; es la
estructura básica de las comunidades y la base organizacional de la sociedad. Había
estado deslavado, bastante raído, pero actualmente ya se rompió.
Este importante tejido
político y socioeconómico, está compuesto por las autoridades formales y las
representaciones de las distintas organizaciones sociales, productivas,
ambientales, sectoriales y grupales de las comunidades y de la sociedad.
Este tejido es una gran red
de arterias de comunicación en el orden piramidal del poder público que
facilita el conocimiento de lo que pasa en cada comunidad o núcleo social, de
sus problemas, necesidades y circunstancias que ameritan la atención de los
gobernantes.
Es fundamental en un país
tan diverso compuesto por 32 entidades federativas, 2 mil 400 municipios, 36
cuencas hidrográficas, 250 regiones, 750 microregiones, 32 mil 500 ejidos y
comunidades agrarias y 199 mil núcleos de población.
Aun cuando la democracia se
sustenta en la decisión de las mayorías y el poder emana del pueblo, lo cierto
es que al pueblo es al que menos se le escucha y se le engaña muy fácilmente.
Solo medianamente se escucha
al pueblo, cuando se anda en campaña por los cargos y cuando los ciudadanos
dicen cosas agradables del gobernante o representante. Cuando los
representantes del pueblo hacen peticiones o reclamos, dejan de ser escuchados
y se inicia un alejamiento de ellos y de la realidad.
El tejido social está roto
porque en México hace muchos años que no hay planeación para atender los
problemas nacionales reales, debiendo hacerla desde abajo, desde las
comunidades y los sectores productivos y ambientales, para priorizar,
cuantificar las necesidades y programar su atención de acuerdo con las
posibilidades técnicas y económicas.
Pero cada sexenio se inventa
el país, y así la pobreza permanece, y problemas como el deterioro ambiental,
la basura, la deforestación, las aguas residuales en barrancas y ríos, la falta
de agua potable y la inseguridad pública se van incrementando, entre otros
muchos.
El tejido social está roto
porque se ha debilitado y dejado de escuchar a las organizaciones y sus
representantes con el pretexto de la corrupción o por razones de afinidad
política. Con ello, se ha profundizado el desconocimiento de las necesidades de
la gente y se ha postergado su atención, complicando y encareciendo su solución
para quien lo deba hacer más adelante.
El tejido social se rompe
cada vez que no se acata la ley para atender la buena marcha de la
administración pública; cuando los consejos técnicos o comisiones
intersecretariales dejan de convocarse para evitar los desagradables reclamos
de las organizaciones sociales.
Se rompe cuando las
políticas centralizan las decisiones, desconocen la realidad y dejan sin margen
de maniobra a las autoridades locales que no cuentan con los medios mínimos
para atender a la gente, principalmente pueblos, juntas auxiliares y municipios
que son el primer y más importante contacto con la gente en este tejido social.
El tejido social se rompe
cuando los presupuestos para las necesidades se centralizan, se orientan de
forma asistencialista con tendencia electorera y se olvidan las necesidades
regionales y de las comunidades. Cuando estos presupuestos olvidan el fomento a
las actividades económicas, desconocen los potenciales locales generando
escasez de bienes y alimentos que promueven entre otras consecuencias su
encarecimiento, inseguridad pública y migración de la gente.
Es ya muy común ver a las
autoridades auxiliares, municipales y hasta gobiernos estatales con la típica y
popularizada respuesta “No hay, no hay” ante la gestión de proyectos y exigencias
básicas de los ciudadanos. También es común ver las largas filas en las
oficinas públicas o por la vía digital, para obtener una cita para trámites necesarios
para promover actividades económicas como sucede en el Servicio de
Administración Tributaria (SAT), Registro Agrario Nacional (RAN) o la Comisión
Nacional del Agua (CONAGUA), entre otras.
El tejido social se rompe
cuando los fenómenos naturales como la sequía, las heladas, inundaciones o
granizadas, afectan las cosechas o los bienes de las familias y no hay los
mecanismos financieros, ni corruptos ni honestos, para hacerles frente. Misma
situación que ocurre con los terremotos, cuya atención ha sido cuestionable por
tardía e insuficiente.
La política, el arte de unir
a las personas, curiosamente se ha empeñado en romper y devaluar la estructura
que debiera fortalecer el desarrollo de las comunidades, de los estados y de
México.
0 comentarios:
Publicar un comentario