Columna Nuevos
Horizontes
Prohibición
de agroquímicos, importaciones sin revisión
Alberto
Jiménez Merino
Dos decretos presidenciales,
sobre la sustitución gradual del herbicida glifosato, el uso de semillas
genéticamente modificadas y la libre importación de alimentos de la canasta
básica, junto con una iniciativa de reforma a la Ley General del Equilibrio
Ecológico para prohibir el uso de agroquímicos, amenazan hoy al sector
agroalimentario mexicano con mayores problemas que los que dichos ordenamientos
se proponen resolver.
El 31 de diciembre de 2020,
el Gobierno de México emitió un decreto para establecer las acciones que
deberán realizar las dependencias federales para sustituir el herbicida
glifosato por alternativas sostenibles que mantengan los niveles de producción,
cuiden la salud de la población, la biodiversidad cultural y el medio ambiente,
estableciéndose un periodo de transición desde su entrada en vigor hasta el 31
de enero de 2024. El mismo decreto establece la prohibición de utilizar
semillas de maíz transgénico.
El 20 de febrero del 2022, a
iniciativa del diputado Eduardo Murat Hinojosa, la Cámara de Diputados aprobó
por 478 votos, diversas reformas y adiciones a disposiciones de la Ley General
del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente para regular el uso de plaguicidas
altamente peligrosos. Según el proponente, en México se han reportado 180 plaguicidas
peligrosos, de los cuales 140 de ellos están prohibidos en otros países por su
probable impacto a la salud humana.
Asimismo, el 19 de octubre
del 2022, el Gobierno de México emitió un Decreto por el que se exenta el pago
de impuesto de importación y se otorgan facilidades administrativas a diversas
mercancías que hagan las empresas importadoras de productos de la canasta básica
acreditadas por el Servicio de Administración Tributaria (SAT), de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Publico (SHCP).
Aunque originalmente se
informó que se exentaría de los trámites burocráticos y de las regulaciones
sanitarias, en forma muy atinada y prudente, el artículo cuarto del decreto
anunciado desde inicios de octubre instruye a las dependencias involucradas el
coordinarse para el cumplimiento de las facilidades administrativas, sin
detrimento de la observancia de la aplicación de la normatividad establecida.
Respecto de la
prohibición del uso de glifosato y agroquímicos, es necesario recordar que en
el campo nacional viven 30 de los 127 millones de mexicanos. Nuestro país ocupa
el 3er. lugar en producción agropecuaria en América Latina y el 12do. lugar del
mundo. Cuenta con 11 mil kilómetros de litorales, 109 millones de hectáreas de
uso ganadero y, una frontera agrícola de 26.9 millones de hectáreas. Se
obtienen anualmente 268 millones 111 mil 420 toneladas de productos agrícolas
con un valor de 858 mil 090 millones de pesos en una superficie de 20 millones 801
mil 780 hectáreas.
El sector agroalimentario
nacional, está integrado por más de 8 millones de mexicanos, representa el 8.3 por
ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional y tiene un crecimiento anual
del 3.1 por ciento que supera al crecimiento de la economía nacional de 1.8 por
ciento. Esto significa miles de millones de pesos en divisas e ingresos
fiscales para el país.
Según el Consejo
Nacional Agropecuario, el campo mexicano utiliza productos de protección de
cultivos que además de atender al mercado interno, permiten exportar a 50 países
con los que México tiene tratados comerciales y, cuyos productos son avalados a
través de prácticas agrícolas que aseguran cero residuos y que son aceptados
por las normas internacionales de comercio observadas por la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Así, nuestro país ha
logrado ser el décimo exportador mundial de alimentos, formando parte de los
188 países miembros de Codex que han negociado recomendaciones de base
científica en todos los ámbitos de la inocuidad y calidad agroalimentaria.
Una de las fallas más
comunes de los gobiernos, en sus diferentes órdenes, es pretender resolver en 3
o 6 años problemas y necesidades añejas. En el tema que nos ocupa y sin
recurrir a la típica búsqueda de culpables, no existen aún alternativas para
una prohibición de agroquímicos en el corto plazo.
Al igual que las tecnologías
como la agricultura de conservación, el riego tecnificado, los biofertilizantes,
bioplaguicidas y las prácticas agroecológicas, necesitan de un sólido plan de
investigación y desarrollo tecnológico y un plazo no menor a 10 años y no mayor
a 15 para una transición exitosa. Es muy necesaria por el grado de
contaminación generado, pero requiere de una política pública agroalimentaria,
agroecológica y sustentable que hoy no se tiene, pero tampoco se propone.
El uso de
transgénicos sigue manteniendo divididas por mitad las opiniones públicas, no
hay contundencia en los impactos negativos ni en los beneficios a la
productividad. Como mexicano creo que en maíz no debe permitirse, porque somos
centro de origen y tenemos muchas opciones genéticas locales si apoyamos el
desarrollo de la industria semillera nacional. En otros cultivos y especies, es
posible que ante la crisis alimentaria que se avecina, deban considerarse.
Y, con relación a la
exención de revisiones sanitarias que originalmente se anunció y hoy se corrige
sabiamente, no podemos olvidar que contamos con un Sistema de Sanidad,
Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), reconocido por propios y
ajenos, mismo que ha permitido que de las 92 enfermedades animales, de las mil 247
plagas agrícolas y de las 45 plagas acuícolas del mundo, 56, mil y 39, respectivamente, no estén en
México.
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