Cuidar los océanos para
combatir el cambio climático
Hace unos días se realizó
en Egipto la COP27, es decir, la edición vigésimo séptima de las conferencias
más grandes e importantes del planeta vinculadas con el clima. Justamente este
acrónimo hace referencia a la “Conferencia de las Partes”, relacionada con los
países signatarios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CMNUCC), un tratado internacional para responder a la crisis medio
ambiental.
Llama mucho la atención
que en los 27 años de existencia de la COP, el océano nunca ha sido un tema
central de esta reunión. Sólo se integró en todas las áreas de trabajo de la
CMNUCC y el Acuerdo de París por primera vez el año pasado. Y, hasta junio de
2021, solo 33 de los 193 países del Acuerdo habían incluido soluciones basadas
en la naturaleza costera y marina en sus estrategias climáticas nacionales.
A pesar de estas claras
omisiones, es importante tener presente que el océano, es una pieza fundamental
en la crisis medio ambiental, ya que regula el clima y absorbe la mayor parte
del calor del calentamiento global, así como las emisiones de CO2 de la
humanidad.
Cubre más del 70% del planeta
y es el hábitat de unas 250 mil especies conocidas, aunque los científicos calculan
que en realidad sobrepasan los dos millones, ya que aún no se han identificado
más de dos tercios de las especies marinas. Precisamente, estos organismos
producen una buena parte del oxígeno necesario para la vida.
De acuerdo con la
Organización de Naciones Unidas (ONU), los océanos producen la mitad de todo el
oxígeno que respiramos, además de regular el clima y la temperatura de la
Tierra, es decir, son los pulmones acuáticos de la Tierra.
Cumplen un papel vital en
la limpieza de la atmósfera, puesto que actúan como enormes sumideros de
carbono. Esto significa que absorben importantes cantidades de dióxido de
carbono, mediante el proceso de la fotosíntesis, realizado por los organismos
vegetales suspendidos en el agua. Los científicos estiman que entre el 30% y el
40% del dióxido de carbono de la actividad humana, liberado a la atmósfera se
disuelve en océanos, ríos y lagos.
Precisamente, estas
actividades han alterado de manera considerable este proceso natural, lo cual está
contribuyendo al incremento del calentamiento global y su consecuencia el
cambio climático.
Algunas de las
consecuencias de estos fenómenos son el derretimiento de los glaciares, la elevación
del nivel de los mares, el cambio de las corrientes marítimas, el desplazamiento
de las especies hacia zonas más frías, el desequilibrio en la distribución de
los ecosistemas marinos, la afectación de las cadenas tróficas o alimentarias y
la acidificación de las aguas.
Un ejemplo dramático de
lo que ocurre a consecuencia del calentamiento y acidificación de las aguas de
los océanos se presenta en la Gran Barrera de Coral de Australia. Esta
formación natural de más de 2.300 kilómetros de largo, reconocida como
patrimonio mundial de la Unesco, sufre un blanqueamiento masivo debido a las
altas temperaturas del mar.
Pero también, la
contaminación marina se produce a través de la atmósfera. El viento arrastra
polvo, bolsas plásticas y otros objetos hacia el mar desde vertederos y otras
zonas terrestres.
Es así que el 80% de los
desechos marinos se componen de material plástico, cuyo proceso
de degradación es muy lento, por lo que pueden ser ingeridos por la fauna
marina y causar la muerte de las diferentes especies e incluso de aves que
pescan sus presas en los mares. Alarma saber que se han encontrado plásticos
hasta en zonas de más de 10 mil metros de profundidad.
Es por ello que
necesitamos hacer un alto y actuar a favor del cuidado de los océanos, ya que
hasta ahora han sido nuestros grandes aliados en el combate del calentamiento
global. Todas y todos, desde nuestras diferentes trincheras podemos hacer algo,
como lo es reducir nuestras emisiones de CO2 y el consumo de energía.
Desde luego, también será
indispensable utilizar menos productos de plástico que puedan terminar en los
mares, además de hacer compras seguras y sostenibles de pescado que permitan
reducir la sobreexplotación marina. Sin duda, necesitamos informarnos sobre los
problemas a los que se enfrenta este sistema vital, lo cual nos llevará a
garantizar su protección e inspirar a otros a hacerlo.
Tengamos presente que
estamos en un momento clave en el que hacer o no hacer nada por el medio
ambiente y por los océanos tendrá consecuencias irreversibles en el planeta y
en quienes lo habitamos. Ni la
biodiversidad ni los hábitats naturales son entes separados, por el contrario,
estamos directamente unidos y por ello cuidar el océano es protegernos a
nosotros mismos.
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