Hace unos días tuve el honor de acompañar a mi amigo César Daniel González Madruga en la presentación de su nuevo libro titulado “Mi renacimiento”, un texto en el que además de narrar la experiencia por la que transitó después de un hecho inesperado en su vida, como fue una caída que pudo resultar mortal, comparte una profunda reflexión sobre lecciones fundamentales de la vida.
César para mí más allá de ser un amigo es una persona a la que
admiro en gran medida por la valentía que tiene de ir contracorriente de un
mundo en caos y de estar en la búsqueda permanente del bien, aunado a lo cual
tiene la bondad de compartir mucha luz y de impulsar una revolución de las
consciencias, a través del movimiento del Renacimiento Mexicano, del cual
también formo parte.
Tuve la “primicia” de leer esta obra tras lo cual vino a mi mente
una frase que refleja mucho de lo que se puede encontrar entrelíneas en este
texto que, sin duda, es una lectura muy recomendable: “En los momentos de mayor
adversidad es cuando florece nuestra fuerza interior, ya que lo que no nos mata
nos hace más fuertes”.
Y es que César lo detalla muy bien en esas páginas, cuyo relato
parte de manera inicial con una tragedia: una caída en su vida de manera
literal -nada menos que de 7 metros de altura-, lo cual ocurrió en uno de los
momentos más álgidos que nos ha tocado vivir como humanidad en los últimos
tiempos como fue la pandemia por COVID-19.
Sin embargo, en los momentos más oscuros es cuando tenemos la
posibilidad de descubrir nuestra verdadera fortaleza; por ello este suceso más
allá de ser una encrucijada, se convirtió en un renacer integral: físico,
emocional, mental y espiritual.
Es por ello que la experiencia que César relata en estas páginas
es tan valiosa: llena de sinceridad, apertura, pero sobre todo, de esa
sabiduría tan profunda que lo caracteriza y que comparte con humildad para que
todas y todos podamos reflexionar sobre las ineludibles vicisitudes de la vida,
que así como a él le sucedió, llegan en los momentos más inesperados.
Su relato nos enseña como desde la perspectiva física una caída
puede representar el momento en que nuestros cuerpos se ven afectados por la
adversidad. Puede ser una enfermedad, una lesión o simplemente el desgaste
acumulado de la vida diaria. Pero a medida que nos recuperamos, podemos
encontrar una nueva apreciación por la fortaleza de nuestro cuerpo y la
importancia de cuidarlo. Podemos damos cuenta de que somos más resistentes de
lo que creíamos, y aprovechamos esta oportunidad para nutrirnos y fortalecernos
físicamente, adoptando hábitos más saludables y escuchando las necesidades de
nuestro cuerpo de manera más atenta.
Emocionalmente, una caída puede sumergirnos en un profundo abismo
de dolor, tristeza y desesperación. Nos enfrenta a nuestras emociones más
crudas y vulnerables, y nos vemos obligados a confrontar nuestras heridas más
profundas. Pero en ese proceso de confrontación y aceptación, podemos
encontrarnos una renovada claridad emocional. Podemos aprender a ser compasivos
con nosotros mismos, a permitirnos sentir y a liberarnos del peso del pasado.
Mentalmente, una caída puede desafiar nuestras creencias y
percepciones sobre el mundo y nosotros mismos. Nos enfrenta a la incertidumbre
y la confusión, y nos obliga a replantear nuestras prioridades y metas en la
vida. Podemos descubrir una nueva fortaleza en nuestra capacidad para ser
flexibles y resilientes en la cara de la adversidad, y nos convertimos en seres
más sabios y equilibrados en mente.
Espiritualmente, una caída puede sacudir nuestra fe y poner a
prueba nuestra conexión con lo divino. Nos enfrenta a preguntas difíciles sobre
el propósito y el significado de la vida, y nos obliga a buscar respuestas
dentro de nosotros mismos y en el mundo que nos rodea. Descubrimos una nueva
fortaleza en nuestra capacidad para encontrar esperanza y consuelo en momentos
de oscuridad y nos convertimos en seres más conscientes y en paz con nosotros
mismos y con el universo.
Esas son algunas de las lecciones que retomo de esta lectura, la
cual considero es una referencia obligada, ya que todas y todos -en sentido
literal o figurado-, hemos caído o caeremos en algún momento de la vida; sin
embargo, esos claroscuros se pueden convertir en una experiencia profundamente
transformadora como lo fue para César.
Es por ello que hago votos para que pronto esta obra esté
disponible en los anaqueles de muchas librerías físicas o electrónicas del país
y para que muchas más personas la puedan leer y así, a través del testimonio de
mi buen amigo “El Siervo”, puedan descubrir la belleza y el poder de la vida
misma.
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