Cuarenta
mil millones de metros cúbicos de agua contra sequía en México.
Alberto
Jiménez Merino
En las 24millones de hectáreas
agrícolas de México podemos captar 7 mil 680 millones de metros cúbicos (7.68 kilómetros
cúbicos) de agua de lluvia, y otros 34 mil 800 millones de metros cúbicos (34.8
kilómetros cúbicos), en las 109 millones de hectáreas de uso ganadero, mediante
la agricultura y ganadería regenerativas o de conservación, es decir, un total de 42.5 kilómetros cúbicos de agua
retenida, sin necesidad de represas.
La presa más grande del mundo
en Hubei, China, almacena 39 kilómetros cúbicos y Valsequillo, Puebla, 0.4 kilómetros
cúbicos.
De acuerdo con estimaciones oficiales,
nuestro país recibe anualmente por lluvias mil 528 kilómetros cúbicos de agua
de los que, mil 106 kilómetros cúbicos, correspondiente al 73 por ciento,
regresan a la atmósfera por evaporación, debido a la falta de vegetación y
escasa protección del suelo.
Del total del agua disponible
que asciende a 472 kilómetros cúbicos, incluida la que se recibe de Guatemala y
Estados Unidos, menos la que se entrega a este último país por el tratado de
1944, escurren 397 kilómetros cúbicos y 75 kilómetros cúbicos se acumulan en
acuíferos. La infraestructura nacional hidráulica, hecha en su mayor parte para
generar electricidad y riego agrícola, retiene aproximadamente 150 kilómetros
cúbicos, y otros 247 kilómetros cúbicos se val al mar sin ningún
aprovechamiento.
Más de la mitad del territorio
nacional son zonas áridas y semiáridas de escasa vegetación, con lluvias
anuales por debajo de 400 milímetros (4 millones de litros por hectárea). En el
resto del territorio, con mejores ecosistemas forestales, el problema de la
deforestación ha ido creciendo. Se estima que por cada metro cúbico de madera
autorizado, hay por lo menos otro que se extrae de manera ilegal. La situación es
muy similar en el aprovechamiento de otros productos forestales no maderables
como el agave, la palma, las resinas, la candelilla, o las plantas medicinales
y esencias.
Lo anterior deriva de una
cultura extractiva que ha provocado la pérdida de la vegetación y el suelo, lo que ha conducido a incrementos
en los escurrimientos de agua y que se traducen en más inundaciones en las partes bajas y menos
recarga de los acuíferos hasta llegar a su desaparición. Otros impactos son la
pérdida de fauna y la pérdida de fuentes de empleo e ingreso en los ecosistemas
forestales.
Una situación similar ocurre
en la agricultura y ganadería, en las que durante muchos años han predominado
las prácticas productivas extractivas en cultivos y áreas de pastoreo provocando
erosión, pérdida de suelo fértil, materia orgánica y la microbiología del
suelo. Se ha abusado de la tierra y no se ha tenido el cuidado de reponer los
nutrientes extraídos para garantizar las futuras cosechas.
Entre erosión, compactación y
pérdida de materia orgánica del suelo, se ha disminuido la capacidad productiva
y de almacenamiento de agua para la recarga de acuíferos.
Los suelos agrícolas deben
tener un nivel ideal de 5 por ciento de materia orgánica, pero los suelos
mexicanos están en niveles cercanos a 1 por ciento. Incrementar un 1 por ciento
más, requiere un promedio de 20 años. Los suelos están tan pobres que, agregar
materia orgánica no es suficiente porque ya no hay microbios, los cuales
también se tienen que reponer con biofertilizantes.
Experiencias reportadas por
Javier Peña, un divulgador científico fundador de Hope, en manejo de olivares
en España, han demostrado que el aumento
de 1 por ciento de materia orgánica en el suelo, permite retener 160 mil litros
por hectárea, lo cual se logra mediante la agricultura regenerativa o de
conservación.
Esta estrategia, también aplicada
a viñedos y otros frutales, granos y forrajes, consiste en eliminar el
movimiento de tierras, evitar la quema de residuos agrícolas e incorporar cultivos
protectores del suelo con función de abonos verdes. La cobertura de cultivos o
pajas sobre el terreno puede representar hasta 20 grados centígrados menos en
los suelos a pleno sol.
Ya hemos descrito antes que
experiencias sobre agricultura de conservación en Tepexco, Puebla, en cultivo
de sorgo, permitieron pasar de 4 a 9.5 toneladas de grano por hectárea entre el
2000 y 2010. Pero las experiencias de Acatlán y Tetela de Ocampo, Puebla, sobre
roturación del terreno, demostraron un 100 por ciento de incremento en
rendimiento de maíz y en crecimiento de árboles de manzana, respectivamente, lo
cual se explica por una mayor absorción de agua de lluvia y mayor aireación
para el crecimiento y exploración de las raíces
Si la capacidad de retención
de agua del suelo con el 1 por ciento de materia de materia orgánica es de 160
mil litros por hectárea, entonces, agregando la roturación de suelos, podría
alcanzarse otra cantidad igual para llegar a 320 mil litros. Una hectárea con
lluvia de 700 milímetros anuales recibe 7 millones de litros.
Con estos antecedentes, con
experiencias de Argentina, Brasil, Estados Unidos, las promovidas por los
Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), el Centro
Internacional para el Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y la Asociación
Nacional de Agricultura de Conservación (ANAC), es posible recomendar la adopción de la agricultura y ganadería regenerativas
o de conservación, como la principal estrategia y política pública para revertir la sequía en México, y aumentar la
productividad sostenible en zonas agropecuarias de temporal, además de mitigar
el cambio climático, recuperar la biodiversidad y recuperar los acuíferos.
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