Mucho
calor, poca reforestación
Alberto
Jiménez Merino
La temperatura ambiental en la
ciudad de Puebla, este 11 de mayo de 2024, fue de 35.2°C, superando el récord
anterior de temperaturas elevadas en 1947. En Monterrey, Nuevo León, se
registraron 42°C y en Pantepec, Puebla, 40°C. Las noticias del momento en
México son la sequía y la segunda ola de calor.
El cambio climático, la alteración
de los fenómenos meteorológicos que hoy son más frecuentes e intensos, es una
realidad desconocida o negada por muchos líderes políticos nacionales y
mundiales.
Son muchas las razones de la
situación actual. Las más importantes son: el excesivo aprovechamiento de
recursos naturales para satisfacer las necesidades de la población creciente,
sin la debida reposición, y también la falta de conocimiento sobre el
funcionamiento de los ciclos naturales que hoy se encuentran desequilibrados.
Un asentamiento humano
destruye el entorno para satisfacer necesidades de vivienda, alimentación,
vestido, agua, energía y prácticas productivas. Son la vegetación, el suelo,
los manantiales, la fauna terrestre y acuícola, las principales fuentes de
abastecimiento.
El desconocimiento de los
ciclos naturales ha conducido al agotamiento de los recursos, producto de una
cultura con fuertes tendencias extractivas que no toman en cuenta las
necesidades de las futuras generaciones.
Al perderse la vegetación, se
pierde el suelo y con éste se disminuye la capacidad de retención de la lluvia
y la capacidad productiva de bosques y áreas agrícolas. Luego, desaparecen los
manantiales y fuentes de agua, los animales silvestres, los peces de los ríos,
mares y cuerpos de agua, sin la oportunidad de reposición natural ni
artificial.
El calentamiento de la
atmósfera, la capa de gases que cubre la tierra en los primeros 11 kilómetros.
han ido en aumento con el riesgo de superar un incremento de 2°C a finales de
este siglo. El efecto se atribuye al uso de combustibles fósiles derivados del
petróleo, para la industria y la flota mundial de vehículos automotores.
Los gases, bióxido de carbón (CO2)
y metano (CH4), generados por estas y otras fuentes, han aumentado, y con ello se
ha dificultado la dispersión del calor generado por los rayos solares en su
contacto con la tierra, creando un ambiente de invernadero para nuestro
entorno.
Esta situación se ha combinado,
con la pérdida de la vegetación que amortigua las cantidades de CO2, al fijarlo
en productos orgánicos, y con el grave desconocimiento ambiental de la
sociedad.
No existe en México una
cultura ambiental que permita aprovechar racionalmente los recursos naturales,
porque el sistema educativo nacional no lo incluye de manera suficiente en los
contenidos curriculares y, tampoco existen políticas públicas al respecto. El deterioro ambiental hoy lo vemos como
algo normal, sin ruborizarnos.
La reforestación, que se
reconoce como una de las mejores vías para amortiguar los efectos climáticos,
no ha pasado de verse por los gobiernos y la sociedad, como la simple
plantación de arbolitos en lugares visibles para tomarnos una foto y aparentar
que hacemos algo mientras que los suelos, el agua, la fauna y el aire se siguen
perdiendo o contaminando. Sembrando Vida, en su versión corregida, abre una
gran posibilidad.
Los primeros sitios a
reforestar y cuidar, deben ser aquellos donde nace el agua para los centros de
población, así como las áreas afectadas por incendios, las cuales tardan hasta
35 años en recuperarse. La cuenca del río Cutzamala debería ser una prioridad
para la Ciudad de México, así como también la Sierra de Chihuahua y Durango, para
Sonora y Sinaloa; la Malinche y el Ixta-Popo, para la zona Metropolitana de
Puebla; o Tlalixtlipa, para la ciudad de Zacatlán.
Todavía no nos ponemos de
acuerdo en qué especies adoptar para las zonas urbanas, para que no levanten
las banquetas, afecten los drenajes o para que no interfieran con el cableado
eléctrico o de comunicaciones. Si no hay agua para regar ni recursos para las
áreas de parques y jardines, es posible que sea tiempo de la jardinería sin
riego con arbustos de tamaño medio que sean resistentes a la sequía.
En las zonas rurales se
recomienda adoptar especies locales de importancia económica para los
pobladores o plantaciones comerciales de frutales o cultivos industriales. Como
ejemplo, en la mixteca poblana, el mezquite, huamúchil, cuahuayote, árbol del borrego,
o frutales, como el mango, naranja, limón, zapote negro, mamey o guanábana, que
son especies muy viables.
Asimismo, en el centro del
estado de Puebla, los pinos y encinos, o frutales como el aguacate, nogal,
manzana, pera, capulín, granada, chabacano, son buenas alternativas. Y en las sierras
Norte y Negra, el café, pimienta, plátano, cacao, lichi, bambú, caoba, cedro
rojo y árbol del hule, las cuales podrían ser algunas opciones.
Para recuperar las áreas
forestales no se debe olvidar la estrategia de áreas de exclusión para evitar los
efectos del pastoreo incontrolado, así como también la adopción de siembra por
semilla recubierta en forma manual o con métodos masivos aéreos en áreas que
son inaccesibles para la gente.
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