lunes, 13 de mayo de 2024

Nuevos Horizontes


 


Mucho calor, poca reforestación

                                                                                               Alberto Jiménez Merino

 

La temperatura ambiental en la ciudad de Puebla, este 11 de mayo de 2024, fue de 35.2°C, superando el récord anterior de temperaturas elevadas en 1947. En Monterrey, Nuevo León, se registraron 42°C y en Pantepec, Puebla, 40°C. Las noticias del momento en México son la sequía y la segunda ola de calor.

El cambio climático, la alteración de los fenómenos meteorológicos que hoy son más frecuentes e intensos, es una realidad desconocida o negada por muchos líderes políticos nacionales y mundiales.

Son muchas las razones de la situación actual. Las más importantes son: el excesivo aprovechamiento de recursos naturales para satisfacer las necesidades de la población creciente, sin la debida reposición, y también la falta de conocimiento sobre el funcionamiento de los ciclos naturales que hoy se encuentran desequilibrados.

Un asentamiento humano destruye el entorno para satisfacer necesidades de vivienda, alimentación, vestido, agua, energía y prácticas productivas. Son la vegetación, el suelo, los manantiales, la fauna terrestre y acuícola, las principales fuentes de abastecimiento.

El desconocimiento de los ciclos naturales ha conducido al agotamiento de los recursos, producto de una cultura con fuertes tendencias extractivas que no toman en cuenta las necesidades de las futuras generaciones.

Al perderse la vegetación, se pierde el suelo y con éste se disminuye la capacidad de retención de la lluvia y la capacidad productiva de bosques y áreas agrícolas. Luego, desaparecen los manantiales y fuentes de agua, los animales silvestres, los peces de los ríos, mares y cuerpos de agua, sin la oportunidad de reposición natural ni artificial.

El calentamiento de la atmósfera, la capa de gases que cubre la tierra en los primeros 11 kilómetros. han ido en aumento con el riesgo de superar un incremento de 2°C a finales de este siglo. El efecto se atribuye al uso de combustibles fósiles derivados del petróleo, para la industria y la flota mundial de vehículos automotores.

Los gases, bióxido de carbón (CO2) y metano (CH4), generados por estas y otras fuentes, han aumentado, y con ello se ha dificultado la dispersión del calor generado por los rayos solares en su contacto con la tierra, creando un ambiente de invernadero para nuestro entorno.

Esta situación se ha combinado, con la pérdida de la vegetación que amortigua las cantidades de CO2, al fijarlo en productos orgánicos, y con el grave desconocimiento ambiental de la sociedad.

No existe en México una cultura ambiental que permita aprovechar racionalmente los recursos naturales, porque el sistema educativo nacional no lo incluye de manera suficiente en los contenidos curriculares y, tampoco existen políticas públicas al respecto. El deterioro ambiental hoy lo vemos como algo normal, sin ruborizarnos.

La reforestación, que se reconoce como una de las mejores vías para amortiguar los efectos climáticos, no ha pasado de verse por los gobiernos y la sociedad, como la simple plantación de arbolitos en lugares visibles para tomarnos una foto y aparentar que hacemos algo mientras que los suelos, el agua, la fauna y el aire se siguen perdiendo o contaminando. Sembrando Vida, en su versión corregida, abre una gran posibilidad.

Los primeros sitios a reforestar y cuidar, deben ser aquellos donde nace el agua para los centros de población, así como las áreas afectadas por incendios, las cuales tardan hasta 35 años en recuperarse. La cuenca del río Cutzamala debería ser una prioridad para la Ciudad de México, así como también la Sierra de Chihuahua y Durango, para Sonora y Sinaloa; la Malinche y el Ixta-Popo, para la zona Metropolitana de Puebla; o Tlalixtlipa, para la ciudad de Zacatlán.   

Todavía no nos ponemos de acuerdo en qué especies adoptar para las zonas urbanas, para que no levanten las banquetas, afecten los drenajes o para que no interfieran con el cableado eléctrico o de comunicaciones. Si no hay agua para regar ni recursos para las áreas de parques y jardines, es posible que sea tiempo de la jardinería sin riego con arbustos de tamaño medio que sean resistentes a la sequía.

En las zonas rurales se recomienda adoptar especies locales de importancia económica para los pobladores o plantaciones comerciales de frutales o cultivos industriales. Como ejemplo, en la mixteca poblana, el mezquite, huamúchil, cuahuayote, árbol del borrego, o frutales, como el mango, naranja, limón, zapote negro, mamey o guanábana, que son especies muy viables.

Asimismo, en el centro del estado de Puebla, los pinos y encinos, o frutales como el aguacate, nogal, manzana, pera, capulín, granada, chabacano, son buenas alternativas. Y en las sierras Norte y Negra, el café, pimienta, plátano, cacao, lichi, bambú, caoba, cedro rojo y árbol del hule, las cuales podrían ser algunas opciones.

Para recuperar las áreas forestales no se debe olvidar la estrategia de áreas de exclusión para evitar los efectos del pastoreo incontrolado, así como también la adopción de siembra por semilla recubierta en forma manual o con métodos masivos aéreos en áreas que son inaccesibles para la gente.


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Nuevos Horizontes


 


Mucho calor, poca reforestación

                                                                                               Alberto Jiménez Merino

 

La temperatura ambiental en la ciudad de Puebla, este 11 de mayo de 2024, fue de 35.2°C, superando el récord anterior de temperaturas elevadas en 1947. En Monterrey, Nuevo León, se registraron 42°C y en Pantepec, Puebla, 40°C. Las noticias del momento en México son la sequía y la segunda ola de calor.

El cambio climático, la alteración de los fenómenos meteorológicos que hoy son más frecuentes e intensos, es una realidad desconocida o negada por muchos líderes políticos nacionales y mundiales.

Son muchas las razones de la situación actual. Las más importantes son: el excesivo aprovechamiento de recursos naturales para satisfacer las necesidades de la población creciente, sin la debida reposición, y también la falta de conocimiento sobre el funcionamiento de los ciclos naturales que hoy se encuentran desequilibrados.

Un asentamiento humano destruye el entorno para satisfacer necesidades de vivienda, alimentación, vestido, agua, energía y prácticas productivas. Son la vegetación, el suelo, los manantiales, la fauna terrestre y acuícola, las principales fuentes de abastecimiento.

El desconocimiento de los ciclos naturales ha conducido al agotamiento de los recursos, producto de una cultura con fuertes tendencias extractivas que no toman en cuenta las necesidades de las futuras generaciones.

Al perderse la vegetación, se pierde el suelo y con éste se disminuye la capacidad de retención de la lluvia y la capacidad productiva de bosques y áreas agrícolas. Luego, desaparecen los manantiales y fuentes de agua, los animales silvestres, los peces de los ríos, mares y cuerpos de agua, sin la oportunidad de reposición natural ni artificial.

El calentamiento de la atmósfera, la capa de gases que cubre la tierra en los primeros 11 kilómetros. han ido en aumento con el riesgo de superar un incremento de 2°C a finales de este siglo. El efecto se atribuye al uso de combustibles fósiles derivados del petróleo, para la industria y la flota mundial de vehículos automotores.

Los gases, bióxido de carbón (CO2) y metano (CH4), generados por estas y otras fuentes, han aumentado, y con ello se ha dificultado la dispersión del calor generado por los rayos solares en su contacto con la tierra, creando un ambiente de invernadero para nuestro entorno.

Esta situación se ha combinado, con la pérdida de la vegetación que amortigua las cantidades de CO2, al fijarlo en productos orgánicos, y con el grave desconocimiento ambiental de la sociedad.

No existe en México una cultura ambiental que permita aprovechar racionalmente los recursos naturales, porque el sistema educativo nacional no lo incluye de manera suficiente en los contenidos curriculares y, tampoco existen políticas públicas al respecto. El deterioro ambiental hoy lo vemos como algo normal, sin ruborizarnos.

La reforestación, que se reconoce como una de las mejores vías para amortiguar los efectos climáticos, no ha pasado de verse por los gobiernos y la sociedad, como la simple plantación de arbolitos en lugares visibles para tomarnos una foto y aparentar que hacemos algo mientras que los suelos, el agua, la fauna y el aire se siguen perdiendo o contaminando. Sembrando Vida, en su versión corregida, abre una gran posibilidad.

Los primeros sitios a reforestar y cuidar, deben ser aquellos donde nace el agua para los centros de población, así como las áreas afectadas por incendios, las cuales tardan hasta 35 años en recuperarse. La cuenca del río Cutzamala debería ser una prioridad para la Ciudad de México, así como también la Sierra de Chihuahua y Durango, para Sonora y Sinaloa; la Malinche y el Ixta-Popo, para la zona Metropolitana de Puebla; o Tlalixtlipa, para la ciudad de Zacatlán.   

Todavía no nos ponemos de acuerdo en qué especies adoptar para las zonas urbanas, para que no levanten las banquetas, afecten los drenajes o para que no interfieran con el cableado eléctrico o de comunicaciones. Si no hay agua para regar ni recursos para las áreas de parques y jardines, es posible que sea tiempo de la jardinería sin riego con arbustos de tamaño medio que sean resistentes a la sequía.

En las zonas rurales se recomienda adoptar especies locales de importancia económica para los pobladores o plantaciones comerciales de frutales o cultivos industriales. Como ejemplo, en la mixteca poblana, el mezquite, huamúchil, cuahuayote, árbol del borrego, o frutales, como el mango, naranja, limón, zapote negro, mamey o guanábana, que son especies muy viables.

Asimismo, en el centro del estado de Puebla, los pinos y encinos, o frutales como el aguacate, nogal, manzana, pera, capulín, granada, chabacano, son buenas alternativas. Y en las sierras Norte y Negra, el café, pimienta, plátano, cacao, lichi, bambú, caoba, cedro rojo y árbol del hule, las cuales podrían ser algunas opciones.

Para recuperar las áreas forestales no se debe olvidar la estrategia de áreas de exclusión para evitar los efectos del pastoreo incontrolado, así como también la adopción de siembra por semilla recubierta en forma manual o con métodos masivos aéreos en áreas que son inaccesibles para la gente.


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