Este fin de semana se llevó a cabo un proceso electoral histórico
en el país, no sólo porque en él estuvieron en juego más de 20 mil cargos de
elección popular, entre ellos la Presidencia de la República, así como el
Congreso de la Unión (128 senadores y 500 diputados), 31 congresos locales,
además de ocho gubernaturas, más la jefatura de la Ciudad de México, aunado a que
en 29 entidades se renovaron ayuntamientos y en la capital a los nuevos
titulares de las 16 alcaldías.
Sino que, además, ya se vaticinaba por primera vez en la historia
de México, la inminente investidura de una mujer para dirigir a la segunda
economía más grande de América Latina.
Más allá de las obviedades en el contexto nacional, considero que
los resultados de la reciente elección, merecen una reflexión, pues revelan una
realidad social profunda y compleja, enraizada en entender que existe una
enorme mayoría en este país que, durante mucho tiempo, no se ha sentido
representada ni escuchada, pero que a través del voto masivo han encontrado su
desfogue para manifestar el descontento contra un sistema decadente y marginal.
Este fenómeno, lejos de ser un tema nuevo, es un reflejo de
décadas de desigualdad y exclusión social que ha caracterizado a la historia
contemporánea de nuestro país y que se proyecta en que al menos la mitad de la
población nacional viva en situación de pobreza.
Esa es precisamente la clave con la que debemos observar estos
resultados postelectorales que marcan el fehaciente triunfo de una fuerza
política en el país: hay una gran mayoría que necesita ser vista, escuchada y
representada.
No ha sido fortuito que la política de la llamada Cuarta
Transformación haya estado enmarcada en políticas públicas dirigidas a los
sectores más vulnerables y marginados de la sociedad. Programas sociales como
las becas para estudiantes, las pensiones para adultos mayores y los apoyos
para personas con discapacidad han creado una sensación de inclusión y
reconocimiento en estas comunidades. Para muchos, estas ayudas representan no solo
un alivio económico, sino también un reconocimiento de su existencia y de sus
necesidades por parte del Estado.
El propio CONEVAL ratifica esta idea, pues basta observar que
entre 2018 y 2022, el porcentaje de la población en situación de pobreza multidimensional
a nivel nacional pasó de 41.9% a 36.3%, lo que representó un cambio de 51.9 a
46.8 millones de personas en situación de pobreza a nivel nacional.
Este sentir de representatividad y apoyo tiene un impacto directo
en la manera en que vota la sociedad, ya que la política, muchas veces vista
como distante y ajena, hoy toca la vida de un gran sector de la población.
Sin embargo, en medio de este panorama, surge una necesidad
imperante: la de cultivar la llamada “empatía política”. La empatía, entendida
como la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender sus sentimientos
y perspectivas es la clave para transformar la política en un espacio más
inclusivo, comprensivo y efectivo.
Esta empatía es la que permite a los políticos comprender mejor
las necesidades y preocupaciones de sus electores, así como ayudar a romper las
barreras que dividen a las personas, promoviendo un sentido de comunidad y
solidaridad.
En segundo lugar, la empatía fomenta un diálogo más constructivo y
respetuoso. Cuando los políticos y ciudadanos se esfuerzan por entender las
perspectivas del otro, el debate se enriquece y se abren nuevas vías para la
cooperación y el compromiso. Esto no significa que todos deban estar de acuerdo
en todo, pero sí que se puedan encontrar puntos comunes y trabajar juntos hacia
soluciones que beneficien a la mayoría.
Asimismo, la empatía fortalece el tejido social, fomenta la
participación ciudadana y contribuye a la estabilidad y legitimidad del sistema
democrático.
Finalmente, el camino hacia la igualdad requiere un compromiso
sostenido y multifacético. Debemos trabajar juntos, como sociedad, para
construir un país donde todas y todos los mexicanos, independientemente del origen
social, tengamos las mismas oportunidades de desarrollo y bienestar. Solo
entonces podremos decir que hemos cumplido con la asignatura pendiente de
privilegiar la igualdad en México.
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