Agricultura
familiar y diversificación productiva
Alberto
Jiménez Merino
La Agricultura Familiar, según
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO),
es una gran opción para lograr la seguridad alimentaria.
La pirámide productiva
nacional agroalimentaria en México, de acuerdo con los últimos estudios de
estratificación realizados por la Secretaría de Agricultura (SAGARPA) y la FAO,
en 2014, indican que existe una base de 80 por ciento de productores de
autoconsumo, es decir, cerca de 4
millones de unidades productivas, seguida de un 20 por ciento de
productores que generan excedentes, y de éstos, el 5 por ciento son los
exportadores.
Los productores de autoconsumo
siembran solo para comer y no logran cubrir sus necesidades anuales. Cuando
venden, lo hacen “al tiempo” antes de cosechar o venden en tiempo de cosecha a
precios muy baratos debido a la gran necesidad económica y/o falta de
infraestructura para almacenar. Unos meses después vuelven a comprar, en
tiempos de escasez, al doble o triple precio.
Para este estrato productivo, la
capacitación y el acompañamiento técnico son indispensables para cubrir sus
necesidades de autoconsumo, además de requerir orientación organizativa y la
provisión de servicios técnicos/logísticos tales como micro financiamiento,
preparación de tierras, semillas, siembra de precisión, insumos, crías de
especies animales, semen, embriones, servicios de poda e injerto de frutales,
plántulas y plantas, fumigación, cosecha, acopio y postcosecha.
Pero justamente estos
servicios no se han podido otorgar por los gobiernos, razón por la que los
impactos de los presupuestos destinados al campo son sinceramente escasos. Al
menos desde 1995 a este estrato productivo solo se le han destinado apoyos al
ingreso con PROCAMPO, hoy Producción para el Bienestar, Fertilizantes y
Sembrando Vida.
La mayor necesidad de los
pequeños productores es de servicios técnicos: motivación, orientación y
capacitación para la innovación, a fin de lograr mejoras basadas en
conocimientos. Posteriormente requieren tecnología, mecanización, infraestructura
de acopio y transformación, financiamiento y apoyo para la comercialización.
Una falla de origen en las
políticas educativas para el campo es que la formación profesional agronómica
también se ha olvidado de los pequeños productores, porque la producción en
condiciones de adversidad no forma parte de los contenidos educativos. La tendencia
se orienta más bien a formar técnicos para condiciones favorables en recursos
naturales y económicos.
Con frecuencia se confunde la
agricultura de pequeños productores y la agricultura familiar del patio y el
traspatio.
Los pequeños productores con
superficies menores a 2.5 hectáreas realizan sus actividades mayoritariamente
con los miembros de la familia. Hay una marcada tendencia al trabajo individual
sobre el colectivo y una ausencia de división del trabajo, aquí todos hacen de
todo. Los costos de producción son altos.
Lo anterior limita el acceso a
mecanización, financiamiento, servicios técnicos y comercialización. Los
asesores técnicos no podrían visitar a cada parcela y, en la comercialización,
es difícil conjuntar volúmenes para acceder a los mercados. La intermediación comercial es un mal
necesario. En estas condiciones, vender del productor al consumidor ha sido solo
una ilusión largamente acariciada.
La agricultura familiar
practicada en pequeños espacios en zonas rurales y urbanas, no ha podido
avanzar en el ordenamiento productivo del patio rural como premisa para una
mayor productividad. De igual forma ha sucedido con el cultivo o crianza de lo
más vendible, en lugar de hacerlo con las múltiples opciones existentes, pero
sobre todo procurando la conformación de volúmenes.
Por lo anterior, se recomienda
que en cada comunidad o colonia haya al menos 30 unidades productivas para
tener impactos económicos.
En tanto, el huerto familiar
debe contar con un mínimo de tecnificación: espacio cercado, riego por goteo y
plántula de 20 días en lugar de semillas para acortar los tiempos de cosecha,
además de aumentar el impacto visual y emocional de los participantes. El
huerto y la granja familiar también son fuente de ocupación contra la
depresión, producción de alimentos, ingresos, así como la formación de niños,
quienes probablemente encuentren su vocación en ello.
Asimismo, el huerto y la
granja escolar son un espacio para enseñar todas las materias: historia,
química, matemáticas, geometría, geología; además de preparar a los jóvenes
para lograr su seguridad alimentaria.
Por su parte, el huerto
comunitario puede ser opción para aprovechar espacios urbanos ociosos o de uso
común.
En lo que corresponde a la
agricultura familiar, ésta debe estar soportada por un centro de servicios
técnicos de la comunidad y apoyada por el gobierno para saber cómo abastecerse
de los insumos y equipos después de que los programas y los gobiernos dejan de
otorgarlos.
Finalmente, la diversificación
productiva de las regiones se refiere a la introducción de nuevos cultivos o
actividades productivas que se inducen con los productores en función de
mayores beneficios en su producción o comercialización. Para lograrlo, se
recomienda realizar pruebas de adaptación así como la capacitación de los
primeros productores, además de asegurar la comercialización, así como la
producción en una superficie mínima de 25 a 30 hectáreas para logra interesar a
los mercados. En algunos productos, es recomendable alcanzar un volumen mínimo
en forma cíclica o periódica.
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