Agrónomos
de México, comunidades olvidadas
Alberto
Jiménez Merino
El pasado 22 de febrero se
festejó el Día del Ingeniero Agrónomo,
que recuerda el inicio de actividades de la Escuela Nacional de Agricultura,
hoy Universidad Autónoma Chapingo (UACh), en la Ex Hacienda de Chapingo, Estado
de México.
Esta institución, según datos
proporcionados en su mensaje por el secretario de Agricultura y Desarrollo
Rural (SADER) del Gobierno de México, Julio Berdegué, ha formado más de 36 mil
ingenieros agrónomos de los 70 mil existentes en el país, mismos que se concentran en pocos estados; Y estoy
seguro que en muy pocas comunidades.
Hubo varios y concurridos
festejos de la comunidad agronómica nacional. En Puebla, el evento fue
encabezado por Ana Laura Altamirano, secretaria de Desarrollo Rural del
Gobierno del Estado, y organizado por la Asociación de Egresados de Chapingo,
presidida por Luz María Páez.
Somos muchos Ingenieros Agrónomos
y, no obstante, en la realidad productiva del campo mexicano sigue
prevaleciendo la pobreza laboral (salario por abajo del valor de la canasta
básica) en 44 millones de mexicanos y la pobreza alimentaria (no pueden comprar
la canasta básica) con más de 33 millones de personas, según el INEGI 2023.
De acuerdo con el Atlas Agroalimentario de México SADER 2023, en el campo
viven 24 millones de personas de una población total de 130 millones. Nuestro
país cuenta con 1 millón 964 mil 375 kilómetros cuadrados de territorio
continental (196 millones 437 mil 500 hectáreas) y 3 millones 149 mil 920 kilómetros
cuadrados de mares (314 millones 992 mil 200 hectáreas), con 11 mil kilómetros de
litoral.
Es bien sabido que en el campo
mexicano hay bajos rendimientos agropecuarios, baja producción y baja
productividad agroalimentaria, problemas de comercialización por falta de
volúmenes de calidad, insuficiente infraestructura de acopio y transformación
de cosechas, avanzada edad de los campesinos y reducida escolaridad.
Asimismo, los 31 mil 500
núcleos agrarios del país, con cerca de 3 millones de sujetos de derecho sobre
103 millones de hectáreas, carecen de planes de desarrollo ejidal o comunal,
deficiente atención para sus trámites agrarios básicos y no cuentan con
programas sectoriales específicos de apoyo productivo.
En tanto, la pirámide
agroalimentaria nacional tiene 5 millones de unidades productivas. Los pequeños
productores de autoconsumo son el 80%, los productores que generan excedentes
el 15% y los grandes exportadores el 5%.
México cuenta también con 199 mil comunidades, en las 32
entidades federativas, y más de 2 mil 400 municipios. La mayoría de las
comunidades están olvidadas porque no hay presupuesto que alcance y las
asignaciones presupuestales solo llegan a nivel de municipios.
Más grave aún es que las comunidades de origen de los
profesionistas están olvidadas, porque desde la educación básica y profesional
no se incluye el conocimiento de sus recursos naturales, su problemática y los
potenciales productivos de las mismas. Esto rompe el vínculo original con el
futuro profesionista, anula la posibilidad de emprendimiento local y lo
desplaza hacia aquellos lugares donde encuentre oportunidades para emplearse y
desarrollarse. Ocurre con los ingenieros agrónomos y con la mayoría de las
profesiones en México.
A la mayoría de nosotros, cuando
llegamos a Chapingo, nos preguntaron para que queríamos estudiar. Mi respuesta
y la de la mayoría de mis compañeros fue una gran ilusión: para regresar a
nuestras comunidades a ayudar a los campesinos a salir adelante. Pero los
contenidos educativos no nos prepararon para eso. Los destinos laborales no
estaban en nuestros pueblos y la formación para el emprendimiento personal era
nulo. Muy pocos tuvimos esa oportunidad de regresar y hacer algo. Yo lo pude
hacer hasta 9 años después de egresar.
La formación que recibimos en
Chapingo fue predominantemente teórica, técnica, fraccionada por áreas
agrícolas o especies animales, describiendo todo el proceso productivo, alejada
de un enfoque de sistemas agroalimentarios, sin ninguna diferenciación por tipo
de productor y, muy orientada para trabajar en condiciones favorables: capital,
maquinaria, riego, grandes superficies de buenas tierras.
En la UACH no se prepara a los
ingenieros agrónomos para trabajar en condiciones de adversidad, es decir,
parcelas pequeñas dependientes del temporal, escasa organización, ausencia de
servicios técnicos, logísticos, insumos, financiamiento, infraestructura,
maquinaria y equipo.
El autoconsumo y los pequeños
productores no estaban en los contenidos educativos ni en las actividades de
investigación. Y, puedo afirmar que siguen sin estar. Pero tampoco han estado
en las políticas públicas, ni antes ni ahora. Porque lo más destacado de los
apoyos para los más pobres han sido apoyos al ingreso como producción para el
bienestar, dotación de fertilizantes o paquetes de herramientas.
Finalmente,
es importante mencionar que las
comunidades mexicanas están olvidadas en materia agroalimentaria,
acuícola y forestal, porque a los gobiernos, en sus tres niveles, se les ha
hecho caro o no les alcanza para destinar recursos a los servicios de
capacitación y acompañamiento técnico, indispensables para vigilar la correcta
aplicación de los apoyos materiales y la orientación técnica necesaria para
resolver problemas, promover innovaciones y transformar realidades productivas.
0 comentarios:
Publicar un comentario