Políticas
para Producción de Autoconsumo
Alberto
Jiménez Merino
La población rural en México
asciende a 25 millones de personas y los productores agropecuarios de
autoconsumo representan el 80 por ciento entre 5 millones de unidades
productivas existentes; solo producen para el autoconsumo familiar, pero no
logran cubrir sus necesidades anuales.
Lo anterior se concluye de
estudios de estratificación productiva realizados por la Secretaría de
Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) y la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Paul Polak, en su libro Como acabar con la pobreza,
señala que México cuenta con 2 millones 174 mil 931 unidades de producción
menores a 2 hectáreas y representan el 49 por ciento del total nacional.
Por su naturaleza
minifundista, estos productores no tienen acceso a servicios técnicos de
capacitación, asesoría, tecnología, mecanización, equipamiento o
financiamiento. Pero su problemática no forma parte de los contenidos
educativos ni de las políticas de investigación por carecer de rentabilidad
económica.
A lo anterior hay que
agregar que un 50 por ciento corresponden a propiedad social, ejidos y comunidades
agrarias en donde la tenencia de la tierra no permite acceder a créditos, y un
85 por ciento de la frontera agrícola nacional depende solo de las lluvias que
en los últimos años han sido limitadas.
Las políticas públicas agroalimentarias,
educativas, de investigación y fomento productivo se han destinado solo al 20
por ciento que produce excedentes intercambiables en el mercado. En las
escuelas y universidades todos los ejemplos y tareas son sobre unidades
productivas mayores a 100 hectáreas o a ranchos mayores a 100 vacas.
Los productores de autoconsumo,
con pequeñas parcelas o unidades pecuarias, tienen una gran tendencia al
trabajo individual, dificultades para el trabajo colectivo y escasa visión
empresarial producto de una baja escolaridad que no supera los 4 años, edades
superiores a los 50 años con una total ausencia de educación financiera, alimentaria
y ambiental.
La descapitalización ha sido
una limitación ancestral que ha derivado en el deterioro de recursos naturales
para la sobrevivencia, traducida en la extracción excesiva de leña, material de
construcción, madera y carbón, pastizales para el ganado, pesca incontrolada en
ríos, lagos y lagunas.
Esta descapitalización ha
inducido la renta de tierras ejidales, la migración hacia Estados Unidos y
aumentado la tentación de participación en actividades delincuenciales, principalmente
de los jóvenes.
Entre las políticas creadas
para este sector de productores de autoconsumo solo están, desde hace más de 20
años, el PROCAMPO, hoy Producción para el Bienestar, Sembrando Vida y los
programas sociales con base a transferencias monetarias.
Por todo lo anterior, me
parece de gran interés el anuncio del presidente de la República de promover el
autoconsumo, para lo cual realizará giras por todo el país para reunirse con
productores, organizaciones y agrónomos con el fin de conocer experiencias y
propuestas viables.
No se logrará nada si se
sigue creyendo que todo lo realizado antes está mal, si todos los de antes son
corruptos, si a las organizaciones ajenas hay que desaparecerlas y si las
propuestas son descartadas por la ideología del proponente.
Lo primero que hay que saber
es qué necesitamos en cada municipio para satisfacer las demandas alimentarias
o de otros bienes, cuánto se puede producir en lo local y qué se debe traer de
otros lados porque no es viable producirlo, cómo asegurar al menos el 75 por
ciento de las necesidades locales para tener seguridad alimentaria y apoyar
esos esfuerzos productivos.
Pero no existen estudios de
Balance Producción – Consumo Municipal, el único que he visto en mi vida es el
que realizó Juan Antonio Martínez cuando fugió como presidente municipal de
Hueytamalco, Puebla, y esto implica que no se conocen las necesidades ni los
potenciales locales de los municipios.
Los pequeños productores de
autoconsumo requieren de servicios técnicos y apoyos logísticos que perduren
más allá de los sexenios. Los huertos, granjas y cultivos básicos familiares
requieren el desarrollo de proveedores con apoyo del gobierno para acceder a
insumos, semillas, crías, tecnologías, equipos y maquinaria que hoy solo están
disponibles para superficies superiores a una hectárea. Se requiere que
aseguren su alimentación y produzcan excedentes intercambiables. Para ello,
hacen falta políticas y recursos presupuestales que no se tienen o no se han
querido destinar en esta administración.
Y para conocer todo el
esfuerzo individual, bastará con crear concursos para obtener las mejores
propuestas y casos de éxito que indudablemente se desarrollan todos los días
por mexicanos creativos e innovadores con un gran sentido nacionalista. La Presea al Mérito Alimentario Evangelina
Villegas o la Medalla al Mérito Hídrico, establecidos en Puebla,
visibilizaron, premiaron y socializaron decenas de proyectos de desarrollo e
innovación en favor del estado.
¡No perdamos tiempo en
inventar el agua tibia o el hilo negro!
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