Nuevos Horizontes
Reformas
para la Conciliación y Unidad Social en México
Alberto
Jiménez Merino
Con una sociedad
notablemente dividida, confrontada y empobrecida, es falso que México necesite
de las reformas eléctrica, electoral, educativa, laboral y tantas más que, en
esta época de “reformitis” aguda, se han esbozado. Son tantas que solo ha
faltado que se proponga reformar la ley de la gravedad o la ley del hielo.
Lo que nuestro país necesita
con urgencia es una Reforma total al modelo de hacer política para
dignificarla, promover la conciliación, la civilidad y la unidad entre los
mexicanos, que recupere la gobernabilidad, resuelva los problemas existentes e
impulse el desarrollo social poniendo al centro la planeación y el diseño de
políticas públicas.
Desde hace mucho tiempo, México
se inventa cada seis años porque son los periodos constitucionales que nos
hemos dado para renovar el gobierno y poder encontrar al gran líder, al mejor
individuo que nos pueda guiar al paraíso y convencernos de que los elegidos
anteriormente, sin importar el partido, han sido los más tontos entre nuestros
conciudadanos. Siempre elegimos al equivocado.
Inventar la realidad en
forma sexenal no es privativo del nivel federal, también ocurre en las
entidades federativas, en los municipios y en las juntas auxiliares, cada tres
o seis años, según corresponda. Y ocurre también en organizaciones sociales, empresariales,
universidades, partidos políticos, sindicatos, ejidos y muchas organizaciones
gremiales.
Los problemas nacionales,
heredados o creados por la actual administración, siguen siendo: la pobreza que
en los pasados 24 años no se ha resuelto y, después del COVID19 ha mostrado un
crecimiento en el número de pobres cercano a los 4 millones de personas, sin
olvidar que 21 millones no cuentan con los recursos para acceder a la canasta
básica alimentaria.
La sequía de los últimos
tres años que ha reducido la recarga de los acuíferos para abastecer a los
centros urbanos, los pozos y las presas para riego agrícola, es un problema que
no tiene, al día de hoy, la más mínima atención en la agenda del gobierno ni de
los partidos políticos.
El deterioro de los recursos
naturales, el tratamiento de las aguas residuales que contaminan las
principales cuencas y ríos, el manejo de los residuos sólidos con rellenos
sanitarios saturados, la reforestación o los incendios forestales; la erosión y pérdida de fertilidad de los suelos
mexicanos, ahora que se requiere de elevar la productividad para atender la
demanda creciente de alimentos por un incremento natural de la población, no están recibiendo la atención debida.
La inflación creciente, el
encarecimiento de los alimentos, los combustibles, la energía, el incremento desmedido del precio de los
fertilizantes, los insumos para la
agricultura, los precios del acero, la
falta de medicinas en los hospitales y centros de salud, el consumo de drogas y
la inseguridad visiblemente creciente, la migración nacional y la proveniente
de Centroamérica, son problemas cotidianos reales, muchos de los cuales se
prometieron atender y resolver por esta administración.
Asimismo, la reducción
presupuestal para la operación de las oficinas gubernamentales ha sido notable.
La falta de personal para atender a la gente, la obtención de citas para hacer
trámites y atención al público, es una queja recurrente de los usuarios en
varias dependencias donde la respuesta ha sido falta de recursos por la
austeridad impuesta. Los mal pensados ya aseguran que la austeridad actual está
saliendo más cara que la supuesta corrupción del pasado.
Sin embargo, las prioridades
que todos los días se atienden desde las oficinas más importantes del país son
el promover campañas contra los traidores a patria, enfrentar a mexicanos
contra mexicanos, debilitar al Instituto
Nacional Electoral (INE) y otros
organismos autónomos o investigar los salarios de periodistas.
El nivel y las formas de la
discusión en entidades como la Cámara de Diputados han subido de intensidad a
tal grado que, muy poco ha faltado para pasar a la agresión física. La votación
de la reforma eléctrica dejó niveles de enojo nunca antes vistos y eliminó al
menos, por el momento, la posibilidad de transitar iniciativas que provengan de
los partidos “traidores a México”.
Al margen de ideologías y
partidos políticos, necesitamos con urgencia serenar los ánimos del país y
retomar el camino de la conciliación y negociación para recuperar el entendimiento
que garantice soluciones a los principales problemas de la población.
Sin despojarse de las
ideologías, sin la aceptación de los que piensan diferente a uno, sin una
planeación real, sin la participación de los ciudadanos afectados por los
problemas, sin escuchar a los que saben de los diferentes temas que hoy nos
aquejan, sin voluntad y disposición y, sin la participación de los
conciliadores, estamos condenados a llegar nuevamente a era del México bronco.
Se requiere con urgencia del
trabajo y buenos oficios de los conciliadores, de negociadores políticos experimentados
y con alto nacionalismo, se requiere de proponer más y criticar menos, se
requiere de responsabilizarse más y culpar menos a los otros, de hacer más y
decir menos y de poner los intereses nacionales por encima de los intereses y
ambiciones personales.
En todos los países,
gobiernos, organizaciones, familias, partidos políticos, religiones, medios de
comunicación y grupos de personas, hay muy buenos individuos, buenos,
regulares, malos y muy malos. No se puede generalizar ni etiquetar a nadie en
razón de origen o creencia.
De lo pasado tomemos lo
bueno, lo que ha funcionado, no importa quién lo haya hecho. En el presente
propongamos lo mejor, escuchando realmente a la gente y conciliando sus
intereses y necesidades, buscando la unidad de los mexicanos.
Y, nunca debemos olvidar
que, “con la vara que mides, serás medido”.
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